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Pride, más que una fiesta

El movimiento por los derechos LGBT+ ha avanzado mucho en las últimas décadas. Gran parte del progreso en visibilidad se debe a los desfiles y marchas del orgullo que empezaron a realizarse en algunas ciudades del mundo en los años 70′, y que cada vez llegan a más lugares. Pero no siempre fue así

Los Angeles. Desfile de la 2024 LA Pride Parade el 09 de junio de 2024 en Los Ángeles, California. / Getty Images, Tommaso Boddi
Los Angeles. Desfile de la 2024 LA Pride Parade el 09 de junio de 2024 en Los Ángeles, California. / Getty Images, Tommaso Boddi (Frazer Harrison/Getty Images)

Podría parecer sencillo tratar de explicar el significado de Pride. Y tal vez lo sea en el estricto sentido literal: Orgullo. Sin embargo, hablar del peso y la relevancia que la palabra tiene para la comunidad LGBT+ es más complejo.

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Se trata de ir y de ver más allá del orgullo, de abordar temas como tolerancia, visibilidad, aceptación, igualdad y derechos, de un movimiento y una lucha que, al menos en tiempos modernos, iniciaron hace más de cinco décadas y cuyas victorias no han sido fáciles.

El panorama global de los derechos, las protecciones y la aceptación LGBT+ varía mucho de un lugar a otro, a veces incluso dentro de un mismo país. Existen algunos destinos que atraen a cientos de miles de visitantes a sus eventos en torno al Pride Month o Mes del Orgullo LGBT+. Destacan lugares como San Francisco, Nueva York, Los Ángeles, Madrid, Berlín, París, Amsterdam, Colonia, Sídney, Londres, Madrid, Roma, Ciudad de México, Sao Paulo, Buenos Aires y Montreal, entre muchas otras.

Es cierto. Se ha avanzado mucho, al menos en gran parte de Europa y América, además de algunos otros rincones del mundo. No obstante, hay más de 60 países cuyas leyes permiten la discriminación o persecución de las personas LGBT+, clasificando en muchos casos los actos sexuales entre adultos del mismo sexo como ilegales.

En países como Arabia Saudita, Somalia, Brunei, Irán, Yemen, Mauritania y Nigeria, este tipo de actividades pueden ser castigadas con la pena de muerte, mientras que en países como Afganistán, Pakistán, Qatar, Somalia y los Emiratos Árabes Unidos no hay claridad sobre si la pena de muerte podría aplicarse en estos casos.

Aunque existe una tendencia global hacia la despenalización de la homosexualidad y los actos sexuales entre personas del mismo sexo, hay mucho camino por recorrer.

“Dependiendo del entorno político, en algunos países donde se han ganado ciertos derechos, se corre el riesgo de que pudieran perderse. Es decir, nada está garantizado. Es algo en lo que rara vez se piensa, pero que podría pasar. Otro tema muy presente en las discusiones actuales sobre derechos LGBT+ tienen que ver con las identidades sexogenéricas, las posibilidades que tienen las personas de asumir, expresar y vivir su sexualidad, así como su identidad y su orientación sexual”, comenta Rafael Villanueva, director general de Didesex, asociación civil en México que trabaja a favor de la diversidad, el deporte y la sexualidad desde 2009, reconoce que el activismo de hoy no es el mismo que el de los 60′ o 70′ “porque los tiempos y las realidades son muy diferentes.”

Nueva York, Junio de 1969

Han pasado 55 años desde los llamados Disturbios de Stonewall. Las manifestaciones espontáneas y violentas fueron en respuesta a una redada policial la madrugada del 28 de junio de 1969 en el bar Stonewall Inn, ubicado en la calle Christopher Street de Nueva York.

Con frecuencia se citan estos disturbios como la primera ocasión en la historia de Estados Unidos en que miembros del colectivo LGBT+ lucharon contra un sistema que los perseguía. Son reconocidos como el catalizador del movimiento moderno a favor de los derechos de esta comunidad en ese país y en otras partes del mundo.

La tensión entre la Policía de Nueva York y los residentes LGBT+ de Greenwich Village, el barrio donde todavía se ubica el Stonewall Inn, produjo más protestas la siguiente tarde, y varias noches después. En cuestión de semanas, los residentes de dicho colectivo se organizaron en grupos para concentrar esfuerzos en aras de establecer lugares seguros donde fuera posible expresar abiertamente su orientación sexual sin miedo a ser arrestados.

Con el objetivo de conmemorar el primer aniversario de la revuelta, en junio de 1970 se organizó una manifestación pacífica en Nueva York a la que acudieron unas 10 mil personas. Pero también hubo manifestaciones en Los Ángeles, San Francisco y Chicago, dando inicio a este tipo de eventos en otras ciudades de Estados Unidos y del mundo con el paso de los años.

“Al menos en México, hoy las marchas son muy diferentes a lo que eran hace 15 o 20 años, un reflejo de los avances que se han logrado desde entonces. Estamos bien en unos temas, donde incluso la adopción homoparental es legal en el país, pero todavía no se nos reconoce como personas LGBT+ en la constitución. Seguro algunos activistas de generaciones anteriores a la mía —yo me inicié en el activismo LGBT+ hace exactamente 20 años— ven al movimiento y sus avances con otra mirada a la mía, como lo hacen personas de generaciones posteriores a la mía. Lo importante es escuchar todas las voces y entender que el tema de derechos humanos es un camino, no un destino”, agrega Rafael Villanueva.

Para el colectivo LGBT+, lo sucedido en el Stonewall Inn representó un punto de inflexión. Mientras que los activistas de las generaciones anteriores habían luchado por una mayor aceptación, las generaciones siguientes decidieron exigir el reconocimiento social, la integración y equiparación de derechos.

Con el paso de los años el acrónimo “LGBT” se ha ampliado para incluir una gama mucho más diversa de identidades que abarcan la orientación sexual, la identidad y expresión de género, así como las características sexuales.

Pride u Orgullo en estos días es sinónimo de celebraciones, desfiles, eventos culturales, calles y edificios con banderas de arcoíris… que es fácil olvidar sus orígenes solemnes con una marcha que conmemoró los enfrentamientos entre la policía y manifestantes en un bar gay de Nueva York, el Stonewall Inn.

5 preguntas a Boris Dittrich

Senador en el Parlamento de Países Bajos

Eres un activista en derechos humanos que ha logrado mucho para muchos en Países Bajos y en el mundo. ¿Qué opinas de los logros del colectivo LGBT+ durante los últimos 50 años?

—Sin duda hemos visto grandes avances en muchas partes del mundo, como es el caso de Europa, América y Oceanía. En otras regiones falta mucho por hacer, como es el caso de África y Asia. A veces los cambios no suceden tan rápido como quisiéramos, pero seguimos avanzando en términos generales. Y de vez en cuando podemos llevarnos alguna sorpresa. Recordemos que Sudáfrica fue el primer país del mundo en prohibir la discriminación de las personas LGBT+ en su constitución que entró en vigor a inicios de 1997.

Desde tu punto de vista, ¿por qué es importante la visibilidad del colectivo LGBT+?

—La visibilidad ha ayudado a lograr cambios, aunque a veces más visibilidad conlleva a resistencia o ser usados como chivos expiatorios por algunos políticos que quieren hacerse populares entre ciertos grupos de la población. Pero es un hecho que hay una mayor aceptación por parte de la población hoy en día que la que había hace algunas décadas. Más allá del tema de la visibilidad, también está el tema de que las nuevas generaciones tengan modelos a seguir, personas que hayan decidido ser visibles o salir del closet y simplemente vivir su vida sin esconder quiénes son.

En 1994, cuando eras miembro de la Cámara de Representantes de Países Bajos, pusiste el tema del matrimonio igualitario sobre la mesa y luchaste por años para hacerlo realidad. ¿Qué opinas al respecto 30 años después?

—En su momento, fue algo que causó mucho revuelo, incluso con la gente de COC Nederland, la organización LGBT+ más antigua en mi país y en el mundo, fundada en 1946. Había quienes pensaban que no era posible, e incluso quienes pensaban que no era necesario. Pero yo lo vi como una causa a favor de la igualdad y algo que, de lograrse, sería un momento histórico para la comunidad LGBT de mi país y del mundo y así fue. Tras años de trabajo, de labor de convencimiento, de luchar contra quienes se oponían al tema y con el apoyo de colegas, se hizo realidad el 1 de abril de 2001.

Eres abogado, juez, profesor, autor y político, y eres una figura nacional en tu país no solamente por el tema del matrimonio igualitario. Cuéntanos un poco más acerca de eso…

—Bueno, siempre he trabajado a favor de los derechos humanos, liderando iniciativas que a veces se consideran controversiales o vanguardistas en torno a la eutanasia, el trabajo sexual, la despenalización de algunas drogas, etc. Siempre he estado orgulloso de quién soy y de dónde vengo. En su momento, fui el primer miembro del Parlamento Neerlandés abiertamente gay que además se enfocó en los derechos del colectivo LGBT+ (antes hubo una parlamentaria abiertamente lesbiana en los años 80′). Para mí el tema de los derechos humanos es clave, y siempre lo ha sido, tanto en lo personal como en lo profesional.

En ese sentido, háblanos un poco de tu trabajo en Human Rights Watch.

—En 2007, tras más de 12 años en la Cámara de Representantes, decidí dejar por un rato mi trabajo en la política y me fui a trabajar para HRW en Nueva York, como Director de Programas LGBT+. Co-organicé muchos eventos con Naciones Unidas en torno al tema, y, por ejemplo, en 2008, logramos una declaración en conjunto, respaldada por 66 países, para denunciar la violencia y la discriminación en contra de las personas debido a su orientación sexual o identidad de género.

Boris Dittrich regresó a la política como Senador del Parlamento Neerlandés, en 2019, cargo en el que actualmente se desempeña. Fue condecorado en 2006 por la Reina Beatrix de Países Bajos como Caballero de la Órden de Orange-Nassau por su labor política.

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