Otras de las particularidades de estos Juegos Olímpicos de París, es que uno de sus deportes se desarrolló a 15 mil kilómetros de distancia y con un huso horario muy distinto: mientras en Francia dormían, en la isla de Tahití los surfistas corrían olas gigantes en búsqueda de una medalla. Algo así solo ocurrió en Melbourne 1956, cuando las competencias de equitación se desarrollaron en Suecia y cuatro meses antes debido a la cuarentena de los animales.
La decisión, aunque incómoda para la organización es de toda lógica, ya que ninguna de las playas francesas (Biarritz, por ejemplo) puede igualar las olas del arrecife Teahupoʻo en la Polinesia.
PUBLICIDAD
Y seguramente los fotógrafos acreditados piensan lo mismo, ya que en Tahití el entorno, las espectaculares olas y el talento de los surfistas ha dejado imágenes que sin duda quedarán entre las grandes postales de los Juegos Olímpicos del 2024.
El mejor ejemplo es el del experimentado profesional Jerome Brouillet, de la agencia AFP, quien tomó al brasileño Gabriel Medina celebrando y como si estuviera suspendido en el aire. Esa imagen se convirtió en viral y dio la vuelta al mundo.
“Las condiciones eran perfectas, las olas eran más altas de lo que esperábamos. Entonces él (Medina) estaba detrás de la ola y no podía verlo, pero luego apareció y tomé cuatro fotografías. Una de ellas era esta”, dijo Brouillet en declaraciones consignadas por The Guardian.
“No fue difícil tomar la foto. Se trataba más bien de anticipar el momento y saber dónde Gabriel lanzaría la ola”, agregó Brouillet, quien tomó la foto desde un bote cercano y descartó además cualquier tratamiento digital de la imagen.
Pero esa no ha sido la única fotografía espectacular en las competencias de surf, ya que los corresponsales se han lucido durante estos días gracias a olas impresionantes de tres metros y tubos casi perfectos.
PUBLICIDAD
Eso sí, el lucimiento de los deportistas no es ajeno a los riesgos, como lo comentó el mismo brasileño Medina: “Es muy peligroso ahí fuera. Es muy poco profundo... se pueden ver los corales”.
En esa famosa ola inmortalizada por Brouillet, Gabriel Medina estableció además un récord olímpico con un puntaje de 9,90.