Nueva York— Con esa aseveración, el cineasta Guillermo Del Toro alude a lo extenuante, pero inmensamente satisfactoria que resultó su experiencia al darle vida una vez más a la famosa marioneta de madera, Pinocho. Aunque siempre existirán maneras de contar una misma historia, las experiencias de los narradores le dan una dimensión y profundidad única. Por tanto, esta versión, que ya está disponible en Netflix, a juicio de este comentarista, es la mejor versión jamás presentada.
Metro Puerto Rico fue invitado a la ciudad de los rascacielos para compartir con un profundamente emocionado Guillermo Del Toro, quien, desde el Museo de Arte Moderno (MoMa), compartió junto al co-director del filme, Mark Gustafson, la experiencia de crear esta nueva versión de Pinocho, interpretado por Gregory Mann. Se trata de una versión con sombríos momentos de la historia ubicada en la Italia de 1930, donde el carpintero Geppetto (David Bradley) se sumerge en una depresión luego de que una explosión en una iglesia causada por un bombardeo le arrancara su única razón para vivir: su hijo Carlo. En una noche de rabia, ahogado en alcohol, decide construir una figura que deja incompleta y que gracias a un hada azul (Tilda Swinton), toma vida para convertirse en la famosa figura titular.
En conferencia de prensa, Del Toro contó que, una vez, el laureado escritor colombiano Gabriel García Márquez le dijo que existen alrededor de 10 a 12 figuras en la literatura que no pertenecen solo a un país o una persona. “Son el vocabulario de la imaginación humana. Esos son personajes que, aunque no conozcas la novela, conoces la historia. Frankenstein, Tarzán, Sherlock Holmes, Pinocho, Conde de Montecristo, etcétera, afirmó el ganador del Oscar por The Shape of Water. Esto confirmó su fijación por este personaje, al cual le entregó cerca de 15 años de su vida hasta el día de hoy, que finalmente abre los ojos. La cinta, basada en el libro del 1883 The Adventures of Pinocchio, de Carlo Collodi, y narrada efectivamente por el grillo Sebastián (Ewan McGregor), tomó sobre 1,000 horas de filmación en la cual ambos directores exprimieron todo su talento con la impresionante técnica artesanal del stop-motion para darle vida a esta centenaria historia. “Detuvimos nuestras vidas para que estos seres pudieran vivir”, confesó Del Toro. “Fue un ejercicio brutal, gigantesco y demente crear esta película a esta escala. Y gracias a Dios tuve un compañero para hacerlo”, bromeó junto a Gustafson.
Más tarde, durante mesa redonda junto a su codirector, continuó la conversación. “Soy un liricista deshonrado. Fue pura casualidad que mi canción saliera bien. Pero el resto fueron solo ideas parciales y frases”, dijo el artista mexicano sobre su talento para la composición musical, quien compuso algunas de las melodías del filme que balancean el duro drama bélico con la emotiva historia de padre e hijo.
El visionario realizador mostró fascinación en la época que se desarrolla la historia. “Hablando de paternidad, una de las formas más oscuras de presencia paternalista es el fascismo. Es interesante cómo rebelarse contra tu padre te prepara para rebelarte contra el sistema”, manifestó. “Los niños están aquí para salvar a los padres. Y los padres tienen esta visión tonta de que están aquí para educar a los niños. Y este es el tema de la película, la aceptación de la imperfección… Y el fascismo tiende a no gustar de la imperfección. Creo que la política viene después de la historia humana”, manifestó con la elocuencia que lo caracteriza. “Todo lo relacionado con la política tiene un lado caricaturesco, lamentablemente, es una parodia de la interacción humana. Esa es la parte triste de la política”, añadió Del Toro.
La conmovedora propuesta, inserta densos temas político-sociales que son balanceados con livianos momentos de humor que acercan la historia a un público juvenil, de manera que puedan asimilar estos tópicos.