Me encantan los colmos, a menos que me colmen la paciencia, por supuesto. Colmo, nos dice María Moliner, nos llega de la latina cúmulos (montón). También “parte de una sustancia que rebasa los bordes del recipiente que la contiene; (...); el grado máximo al que se puede llegar en una cosa.” Llegar al colmo puede provocar gusto y disgusto cuando decimos y “para colmo de males...”. Los colmos también nos sirven para jugar y manipular los sentidos literales y figurados de las palabras. Es pura semántica en acción donde los significados se pasean entre la ironía y el humor. Luke les llama “asociaciones lingüísticas basadas en el equívoco de la homonimia y la polisemia” Sepa, además, que en los colmos no tiene que haber homonimia perfecta, como en el colmo del pobre Batman… ¿Cuál es? ¡Que le Robin! Feliz METRO JUEVES.