¿Qué queréis Conde q’agamos con los moros q’agarramos?
- Q’a galeras los metáis.
- ¿Q’a galeras los metamos?
¿Sabéis Cónde lo Q’agáis?
- Se lo Q’ago y Q’ago bien.
- ¡Asombrado, Conde, me hais!
Se está riendo, ¿verdad? Mire, ese diálogo, un “anónimo” del ¿Siglo de Oro? ¿Quevedo tal vez?, juega magistralmente con fenómenos de la lengua oral: la sinéresis y la sinalefa. La sinéresis pone, en una sílaba, dos vocales de sílabas diferentes. Se parece mucho a la sinalefa, pero ocurre en interior de palabra. La sinalefa básicamente hace lo mismo, pero entre palabras. Ambas mezclan sonidos y los “desaparecen”. Los que quedan, cambian de posición creando “efectos especiales”. Por eso el diálogo del Conde está lleno de “gracias”. Sinéresis y sinalefa son licencias empleadas con frecuencia en la poesía, y sirven para crear belleza, como en los versos de Espronceda, o para hacernos reír, como el pobre Conde que “sabe lo que hace”. Ambos son fenómenos fonéticos, hechos de la lengua oral cotidiana; los poetas prestan atención al habla del pueblo, y se sirven de ella. La sinéresis y la sinalefa son licencias “robadas” a la lengua oral, para beneficio de la escrita, ¡y de mis queridos lectores de METRO!
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