Estilo de Vida

Bocadillo Lingüístico: La gota gorda

Lee aquí el Bocadillo Lingüístico que nos comparte hoy la profesora Aida Vergne.

¿Qué llegó el verano? Oficialmente sí, pero en Puerto Rico no nos enteramos, porque por estos lares, es verano todo el año (y Navidad también, ja,ja,ja!). Pero a lo que vinimos… si nos dejamos llevar por la calores de este 2022, (o los calores para los más sensitivos), el verano llegó encendido e inclemente yo diría que desde principios de marzo (por decir un disparate atmosférico). Lo cierto es que, en nuestros días, verano es Junio, Julio y Agosto y pare de contar, aunque el rubio nos que quema, derrite, sofoca desde hace raaaaato. Los días pelan en la calle (y si se va pa Plaza huyéndole al calor, también puede que se pele).

En fin, sepa, mi acalorado METRO lector que, esta es una de las 4 estaciones (nada que ver con el tren urbano), que tiene el año, y de ellas es el verano la más calidita. Y como si el calor no bastara, otra característica del verano es que los días son máas laaaaaargos, y las noches mas cooortas. Y toda esta gimnasia admosférica ocurre por la inclinación del eje terrestre. Pero regresando al verano, usted sabe que a este le antecede la linda primavera, y le preceden el otoño y el invierno. Y hasta aquí todo sudando la gota gorda pero felizmente de acuerdo. Sepa, además, que al verano se le conoce también como el estío (que le digo ya mismo de dónde sale). En latín nuestro verano era el veranum tempus y significaba, literalmente, ‘tiempo primaveral’. La palabra veranum está formada por la palabra ver, veris, que significa ‘primavera’. Y mire qué curioso, esta misma raíz VERIS la encontramos en la propia primavera, pues esta está compuesta por los términos prima (de primero) y vera (al principio de la primavera) Nos dice el gran Corominas que «hasta el Siglo de Oro se distinguió entre verano, que entonces designaba el fin de la primavera y principio del verano». Para hacer referencia al tiempo veraniego se utilizaba la forma aestivum tempus, de donde procede la palabra estío. Y aquí es que viene lo bueno. Don Ignacio Frías nos comenta que esto del orden primitivo de las estaciones se fue alterando con el tiempo. El latín vulgar refiere cinco estaciones. El principio de la primavera pasó a denominarse primam verem —última mitad de febrero, marzo y primera mitad abril—, de manera que el tempus veranum abarcó el final de la primavera y el comienzo de lo que hoy llamamos verano —última mitad de abril, mayo y primera mitad de junio—. A ellas seguían el tempus aestivum, el tempus autumnum y el tempus hibernum. ¿Confundido? Yo también, pero vamos suave. Estas cinco estaciones pasaron del latín vulgar al castellano medieval donde recibieron el nombre de primavera, verano, estío, otoño e invierno. Fue finales del siglo XVII, cuando se restablece el antiguo sistema romano de las cuatro estaciones (con fechas algo distintas del original). Frías añade que se respetaron los nombres de las estaciones, pero, a diferencia de lo que ocurría en la Roma clásica, el comienzo de cada estación coincide ahora exactamente con las fechas alternadas de equinoccios y solsticios: primavera a partir del 21 de marzo; verano desde el 21 de junio; otoño que empieza el 23 de septiembre e invierno que comienza el 22 de diciembre. ¿Y el estío? Igual de caluroso.

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