Estilo de Vida

Bocadillos Lingüísticos: PIERDE VIDA EN BOCACALLE POR  VOLAR BAJITO

Lee aquí el nuevo bocadillo lingüístico presentado por la profesora Aida Vergne.

No. No se alarme. Todos vivos y coleando. ¿Y entonces? Sucede que hoy vamos a hablar de las metáforas antropomórficas.

Así, nos dice Penny, se les llama a las metáforas que le pasan los nombres de partes del cuerpo a objetos inanimados. Tenemos montones de metáforas antropomórficas. Fíjese: la boca del río, el ojo de la aguja, las manecillas del reloj y las patas de la mesa. Sepa que vivimos atrapados en metáforas, y las usamos TODO EL TIEMPO, sin darnos cuenta. Y nada que ver con poesía ni las perlas de su boca. Los poetas, como son de otro planeta, las usan de manera distinta, por ejemplo, para crear belleza. ¿Nosotros? Nada que ver con belleza. Más aún, las metáforas que empleamos a diario, como usted sabe (y ya vimos), trasladan un sentido literal a otro figurado, como consecuencia de una comparación que el hablante hace. Entonces, ¿qué pasa? El tiempo pasa y, en ese pasar, ocurren cambios semánticos en las metáforas. Y entonces, lo que un día fue una metáfora, fallece con ese sentido así estricto. Esas son metáforas muertas, como por ejemplo Yo soy una tumba.

Otras descansan en paz hace años (del latín y del español medieval), y ni idea de su origen o simbolismo. Los ejemplos anteriores son difuntas más recientes y por eso usted puede entender el simbolismo que tuvieron, aunque nunca piensa en ello. La boca del río dejó de ser metáfora para convertirse en entrada o salida del río. Los ejemplos anteriores a metáforas no huelen. Todas ellas están en el cementerio de las metáforas. Así pues, bocacalle, que en su momento tuvo un uso metafórico, hoy nada que ver. Y, aunque usted no sea exactamente una metáfora, como hoy día la gente guía volando bajito, en la bocacalle y en cualquier sitio cruce con cuidado. ¡Feliz jueves!

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