Warren Buffett atribuyó a su socio de toda la vida —el fallecido Charlie Munger— el mérito de ser el arquitecto del conglomerado Berkshire Hathaway que él ha liderado y advirtió a los accionistas en su carta anual publicada el sábado que no escuchen a los expertos de Wall Street ni a los asesores financieros que les instan a operar con urgencia.
Buffett dijo que siempre escribe su carta pensando en inversores inteligentes y a largo plazo como su hermana Bertie e intenta decirles lo que cree que les gustaría saber sobre Berkshire.
“Ella es sensata —muy sensata— sabiendo instintivamente que siempre hay que ignorar a los expertos”, escribió Buffett sobre Bertie. “Después de todo, si ella pudiera predecir con fiabilidad los ganadores de mañana, ¿compartiría libremente sus valiosos conocimientos y aumentaría así la competencia en la compra? Eso sería como encontrar oro y luego entregar un mapa a los vecinos mostrando su ubicación”.
Buffett dijo a los inversores que Berkshire es un lugar seguro para aparcar su efectivo siempre que no esperen el “rendimiento espectacular” de su pasado porque no hay objetivos de adquisición a precios atractivos lo suficientemente grandes como para marcar una diferencia significativa en los resultados de la empresa con sede en Omaha, Nebraska. Pero dijo que Berkshire estará lista para abalanzarse con sus 167,600 millones de dólares cuando el mercado bursátil, similar al de los casinos, se recupere.
El inversor Cole Smead, de Smead Capital Management, dijo que Buffett tranquilizó a los inversores asegurándoles que “estaremos listos para comprar cosas cuando las cosas finalmente se vuelvan racionales”, al tiempo que advierte sobre los peligros de Wall Street que “es como una guarida de ladrones, y te venderán lo que puedan venderte”.
Munger, socio inversor de Buffett durante muchos años, falleció en noviembre a la edad de 99 años, lo que supuso la desaparición de una de las principales cajas de resonancia de Buffett a lo largo de las décadas en las que Berkshire adquirió empresas como See’s Candy, la aseguradora Geico, el ferrocarril BNSF y otras para remodelar la fábrica textil en quiebra de la que se hicieron cargo en la década de 1960 y convertirla en el enorme conglomerado ecléctico que Berkshire es hoy.