Cuando se enteró de que una amiga dio positivo al COVID-19, Thembi Ndlovu fue a un centro de salud en la capital de Zimbabue para hacerse la prueba. Pero ya estaban agotadas, con lo que la mujer, una peluquera de profesión de 34 años de edad, no supo si debía tomar medidas de precaución para proteger a sus clientes.
“Ojalá pudiera simplemente entrar en una farmacia y comprar una prueba como las de embarazo o las de VIH”, expresó Ndlovu cuando salía de la clínica en un vecindario de clase obrera en Harare. “Sería mucho más fácil”.
Para millones de personas en países ricos, las pruebas domésticas de COVID-19 en muchas ocasiones son abundantes y gratis, incluyendo en Gran Bretaña, Canadá, Francia y Alemania. Pero la mayoría de los habitantes de África han tenido limitado acceso a ellas.
Zimbabue introdujo centros ambulatorios gratis para hacerse la prueba en noviembre del 2020, pero las existencias son pocas y el país carece de un programa nacional para distribuir los tests domésticos.
Si bien esas pruebas se venden en algunas farmacias de Zimbabue, cuestan hasta 15 dólares, una fortuna en un país donde más del 70% de la población vive en extrema pobreza. La situación es similar en otros países del continente — así como en partes de Asia y Latinoamérica — donde hay escasas oportunidades para que la gente puede aplicarse el examen.
Quizás el principal obstáculo a hacer disponibles las pruebas en el mundo en desarrollo es que la Organización Mundial de la Salud no ha emitido lineamientos todavía sobre su uso. Sin los recursos que tienen los países ricos para comprar tests o evaluar sus condiciones, los países pobres tienen que esperar hasta que la OMS dé su aprobación y las agencias internacionales de ayuda puedan donar grandes cantidades de ellos.
“Los donantes no pueden entregar las pruebas hasta que la OMS dé su vistobueno y los países no quieren usarlos hasta que reciban esa aprobación”, explicó Brook Baker, profesor de la Northeastern University que asesora a la OMS y a otras entidades en cuanto a la distribución equitativa de pruebas y tratamientos contra el COVID-19.
Algunos expertos sostienen que la brecha es una forma de discriminación y niega a los países pobres los recursos necesarios para detener la propagación del virus, justo donde más escasean las vacunas. Y a diferencia de la masiva campaña mundial para compartir vacunas, se ha hecho muy poco para llevar los tests al continente africano.
El impacto de la contagiosa variante ómicron parece haber llegado a su cúspide en África, como ha ocurrido en otras partes del mundo. La OMS sostiene que la semana pasada África registró por lo menos 125.000 casos de COVID y 1.600 decesos, aunque eso muy probablemente sea mucho menos que la cifra verdadera, debido a la ausencia de tests.
Baker y otros expertos estiman que las pruebas domésticas probablemente no estarán disponibles en el mundo en desarrollo hasta el año entrante.
En un comunicado, la OMS dijo que la fijación de lineamientos es “un proceso riguroso que toma tiempo” y que espera concluir las normas para el uso de pruebas domésticas de COVID-19 en marzo. La agencia afirma que ha entregado más de 31 millones de pruebas rápidas a profesionales de la salud en países en desarrollo.
En una carta abierta al director general de la OMS Tedros Adhanom Ghebreyesus, más de 100 organizaciones la semana pasada llamaron a esa agencia de la ONU a acelerar la aprobación de los lineamientos, aseverando que el 85% de los casos de COVID en África están pasando desapercibidos.
“No podemos tolerar una situación en que el acceso a las pruebas, al cuidado y al tratamiento, son normales entre las poblaciones de países ricos mientras que el acceso a diagnósticos ... escasea en países (pobres)”, escribieron las organizaciones, entre las cuales estaban Amnistía Internacional y Oxfam. Denunciaron que la situación es “parte del mismo ‘apartheid médico’ que ha plagado a la campaña de vacunación contra el COVID-19″.
Gruupos que trabajan estrechamente con la OMS dicen que hay abundantes evidencias, en base a lo visto en países ricos, de que las pruebas domésticas ayudan a evitar la propagación de la enfermedad, y que la OMS debió haber emitido sus lineamientos hace tiempo.
“No hay razón para creer que la gente que se aplica la prueba en el Reino Unido lo hace de manera distinta a la gente en Malaui”, indicó Bill Rodriguez, CEO de FIND, una alianza de pruebas diagnósticas basada en Ginebra.
Ante la veloz propagación de la variante ómicron, Rodriguez y otros insisten en que las pruebas rápidas son necesitadas con urgencia en otras partes.
“Sin altas tasas de vacunación en los países en desarrollo, necesitamos darle a la gente toda herramienta posible para atenuar su riesgo”, declaró Rodriguez.
John Nkengasong, director de los Centros Africanos para el Control y Prevención de Enfermedades, dijo que la gente se sentirá con más capacidad para tomar acción si tienen pruebas domésticas.
“Sabemos, en base a la experiencia con el VIH, que las pruebas autoaplicadas son esenciales porque cuando una persona sabe su status, hace lo correcto”, expresó Nkengasong.
Otros señalan que ahora que vendrán versiones genéricas de píldoras contra el COVID-19 hechas por Merck y Pfizer — luego que las compañías accedieron a que muchas otras compañías manufacturen versiones en países pobres — las pruebas serán aun más cruciales en los meses venideros.
“Parece un poco extraño que tengamos los tratamientos antes de tener los tests que nos digan quién debe recibir esos mismos tratamientos”, indicó Baker, de la Northeastern University.
El doctor Mamunur Rahman Malik, representante de la OMS en Somalia, indicó que un programa piloto en ese país halló que el uso de tests entre los trabajadores del sector salud derivó en un aumento de 40% en la cantidad de casos detectados.
“Sin estos tests, no tenemos una panorama real de cómo está evolucionando la epidemia”, indicó Malik, añadiendo que el proyecto demostró que es posible aplicar las pruebas en países difíciles como Somalia.
Rodriguez insistió en que los lineamientos de la OMS son también necesarios para que las autoridades puedan lidiar con problemas potenciales, incluyendo el aumento de la producción de kits poco costosos. Algunos de los mismos problemas que tuvo la campaña de vacunación existen también en la fabricación de pruebas, como la escasez de materias primas de fabricantes de calidad, aunque no son tan graves, dijo Rodriguez.
Añadió que pruebas domésticas a bajo costo están siendo producidas en países como Brasil, India, Marruecos, Senegal y Sudáfrica.
Aun así, incluso los países ricos no siempre han podido conseguir suficientes tests domésticos, pues a veces la demanda ha superado la oferta en estados Unidos, Canadá y en otras partes.
En Harare, el doctor Johannes Marisa, especialista en salud pública se quejó que allí mucha gente no quiere hacerse la prueba a menos que tengan síntomas, o que se les obligue a tener una prueba negativa para poder trabajar, lo que compromete los esfuerzos para detener l pandemia.
“Esto se convierte en algo mortal porque mucha gente busca atención médico solo cuando ya están muy enfermos y a veces es demasiado tarde”, manifestó Marisa. Añadió que se necesita más educación para convencer a la gente a hacerse la prueba más temprano.
A Ndlovu, la peluquera, le dijeron que vuelva en dos días para hacerse la prueba. Ella tenía varios clientes pendientes en la peluquería y no quería ponerlos en peligro, pero no tenía el dinero para las pruebas privadas disponibles en otros lugares, que podrían costar hasta 60 dólares.
“Falta mucho para el lunes, estoy demasiado ansiosa”, expresó la mujer.