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Huracán Fiona: un golpe sobre la herida abierta de los puertorriqueños

Reportaje del CPI sobre el nuevo desastre que vive Puerto Rico.

Del CPI

Justo cuando se cumplen cinco años del devastador azote del huracán María, Puerto Rico se levantó este lunes con una nueva catástrofe cuya dimensión todavía está por verse a medida que aún quedan bandas de lluvia por el huracán Fiona. La noche del domingo, 18 de septiembre, terminó con la publicación en las redes sociales de mensajes de personas desesperadas que urgían ayuda, particularmente de la costa de Salinas y Santa Isabel, porque estaban atrapadas entre las inundaciones que dejaba a su alrededor una lluvia que no dejó de caer por más de 24 horas, combinada con las marejadas ciclónicas que golpeaban sus casas.

Cerca de las 8:30 p.m., Patria Astacio, residente en la Calle Villa Sol del Barrio Playita en Salinas, salió de su casa y se percató que desde la casa de sus vecinos le alumbraban con un flashlight.

“Vi que era Don Juan y le grité. Ahí me dijo que se levantó a orinar y que se dio cuenta que el agua le llegaba a las rodillas”, contó Astacio.

Juan Beltrán, de 78 años, vive con su esposa Providencia Beltrán Silva, de 69 años, y su suegra, Rosalinda Silva, de 94 y que padece la enfermedad de Alzheimer.

“Gracias a Patria estuvimos en la casa de ella. Esta mañana nos vinimos para casa. Mi esposo se levantó y vinimos a ver el tremendo reguero. Se nos inundó horrible. Esto fue desastroso”, contó Beltrán Silva. La pareja dijo al Centro de Periodismo Investigativo (CPI) que el agua llegó a alcanzar dos pies dentro de la residencia. Dijeron que es la primera vez que el agua pasa de la calle y llega a dentro de la estructura. Incluso esto no ocurrió durante el paso del huracán María.

“Estoy calculando que fue por la cantidad de lluvia. Detrás de la comunidad hay una zanja que recoge las aguas que vienen del pueblo y de ahí, al mezclarse con el río Nigua hacen que todo sea un desastre”, contó Astacio. Según estos residentes de Salinas, en la Calle Villa Sol viven alrededor de 200 personas en 20 casas que sufrieron estragos.

Hasta el lunes por la mañana no habían recibido a nadie del Negociado de Manejo de Emergencias ni del municipio. De acuerdo con Astacio, solo pasó un camión de bomberos, pero no se paró.

“No vinieron; pasaron pero no se pararon. A nosotros no nos hacen caso”, sumó Beltrán Silva, mientras alertó que el agua estaba volviendo a acumularse en la calle.

No obstante, dijo que prefiere mantenerse en su casa y no acudir a un refugio. “Si se vuelve a inundar, nos vamos a casa de Patria otra vez”, resolvió.

En la montaña, los desbordamientos de los ríos, los deslizamientos de terrenos y socavones de carreteras provocaron la mayoría de los pedidos de auxilio. En algunos casos, la respuesta vino del Estado y en otras, llegó de familiares, amigos o vecinos que, desesperados, decidieron actuar ante los riesgos de vida inminente que percibían.

La acumulación de lluvia en la montaña produjo un caudal tan extraordinario que no sólo hizo que muchos ríos salieran de su cauce sino que también se desbordaraan lagos, y embalses, que en su trayecto para desembocar en el mar, inundaron zonas residenciales y comerciales en varios municipios de la isla.

Todavía en la mañana, el Servicio Nacional de Meteorología (SNM) emitió avisos de inundaciones para los municipios de Caguas, Carolina, Gurabo, Juncos, Las Piedras, San Lorenzo, Arecibo, Utuado, Comerío, Dorado, Naranjito, Toa Alta, Toa Baja, Corozal, Morovis, Vega Alta y Vega Baja porque los ríos Grande de Loíza y de Arecibo se salieron de su cauce, así como La Plata y Cibuco.

Al cierre de esta edición varios sectores permanecían incomunicados por derrumbes o porque las aguas pluviales inundaron las carreteras.

Tal y como ocurrió hace cinco años cuando pasó por la isla el poderoso huracán categoría cinco, María, María, todo el archipiélago se quedó sin servicio de energía eléctrica y según transcurrieron las horas también aumentó el número de hogares sin servicio de agua potable.

Sin servicio de energía eléctrica y de agua

Desde el sábado hasta el lunes, habían ocurrido cuatro muertes asociadas por el Gobierno al ciclón. Un hombre de 77 años murió luego que llegó al refugio en la Escuela Ecológica de Culebra, una mujer de 88 años falleció cuando sufrió un fallo respiratorio en el refugio habilitado en la escuela Eugenio María de Hostos, en Mayagüez; un hombre de 70 años perdió la vida en su residencia en Arecibo cuando explotó su generador eléctrico y otro hombre, de 58 años de edad, murió cuando cayó en una quebrada detrás de su casa en Comerío, según la Policía.

Las labores rutinarias del sector privado y público están prácticamente detenidas por el evento ciclónico que empezó a afectar la isla en la mañana del domingo como una tormenta, que permaneció primero a 33 millas de Ponce y que a las 3:20 p.m. entró y salió por Cabo Rojo en el área cercana a Punta Tocón como un huracán categoría uno con vientos de hasta 113 millas por hora, según el meteorólogo Emanuel Rodríguez González, del SNM.

La catástrofe que se vive hoy en esta isla caribeña no solo es el producto de las cerca de  25 pulgadas de lluvia que se acumularon sino también a consecuencia de proyectos de mitigación inconclusos o no iniciados a un lustro del devastador huracán María.

En el archipiélago hay 3,646 residencias con toldos azules más un indeterminado número de viviendas sin reparar.

A eso se suman los lagos y embalses sin dragar, comunidades que nunca fueron reubicadas fuera de las áreas de peligro y las construcciones en las zonas marítimo terrestre.

Planificación para el desastre

Roberto Thomas Ramírez, portavoz de la organización Iniciativa de Ecodesarrollo de Bahía de Jobos (IDEBAJO), señaló al CPI que la precipitación inundó áreas del municipio de Salinas que nunca antes habían sido afectadas por inundaciones. El líder comunitario indicó que la situación se agravó por los movimientos de terrenos en varios sectores del municipio que alteran el flujo de las escorrentías. También sostuvo que la destrucción del área del mangle en la costa de Salinas elevó aún más los efectos de la precipitación que trajo Fiona e hicieron más vulnerables a las comunidades ante eventos catastróficos.

“Todas las fincas solares que está poniendo y propiciando el Gobierno en Salinas, compactan la tierra y evitan que percole el agua y, por ende, esas aguas acaban en nuestras comunidades”, criticó.

Para Thomas Ramírez, otro factor ha sido “el desmadre ambiental que han hecho en la costa, para proyectos turísticos para mover la economía y han puesto en riesgo a la gente. Se trata de gente que invierte para montar un Airbnb [alquileres a corto plazo] y cuando el huracán viene, se van”.

Además, opinó que “la falta de respuesta del Departamento de la Vivienda, de FEMA y COR3 y de todas las agencias que estaban llamadas a resolver lo que pasó con María deberían estar todos, ahora mismo, siendo responsabilizados jurídicamente por lo que está pasando en Salinas porque es una irresponsabilidad que a cinco años todavía las condiciones creen este tipo de vulnerabilidad”.

“No quiero ver lágrimas de cocodrilo de ningún político. Aquí llevan años con políticas que afectan nuestras comunidades”, expresó el coordinador de IDEBAJO.

Varios municipios del oeste del país, como Añasco, Mayagüez y Cabo Rojo, están entre los más severamente golpeados por las lluvias que produjo el huracán.

En Loíza también hubo daños catastróficos, incluso entre aquellos que apenas se recuperaban de las pérdidas que les dejó María en sus residencias. Según la líder comunitaria de Loíza, Modesta Irizarry, Fiona irrumpió cuando todavía, las familias de ese municipio se recuperaban lentamente de los efectos del huracán María, que dejó a familias con techos de lona en sus casas, otros con graves problemas de filtración en sus techos de cemento y quienes perdieron todo.

“O sea que volvemos ahora otra vez a comenzar este proceso y ver realmente qué tan importante es para el gobierno que la gente se pueda recuperar en nuestro país”, comentó Irizarry. “El proceso ha sido bien difícil porque la gente estaba recuperándose, otros estaban en el proceso y otros estaban comenzando porque hay gente que les estaban reconstruyendo sus viviendas”, insistió.

“Da mucha apretura de corazón, cómo ya a estas alturas, que se supone que estuviéramos bastante bien desde la experiencia de los huracanes Irma y María, de los terremotos y la pandemia que hemos pasado, y nos pase algo tan irónico, de que tantas familias que todavía estaban en ese proceso de recuperación vuelven a perderlo todo”, expresó.  “Otros que no habían perdido nada, lo están perdiendo [ahora con Fiona]”, añadió.

A juicio de Irizarry, en estos eventos naturales, hay unas complicaciones atribuibles a los seres humanos y otros, cuya responsabilidad es del Estado. “Se le prometió a la gente ayudar en la recuperación, donde tanto dinero que supuestamente hay para la recuperación y no se ha utilizado”, dijo la líder comunitaria.

El Gobierno de Estados Unidos asignó $21 mil millones en fondos de obra permanente para la reconstrucción de los daños ocasionados por el huracán María, de los que a cinco años solo se han utilizado casi $700 millones, o un 3.2%.

Las muertes relacionadas con el huracán María fueron estimadas por el Gobierno en 2,975, muchas de ellas relacionadas con los efectos que tuvo sobre la salud de las personas la falta de servicio eléctrico. El domingo, mientras Fiona pasaba al sur de Puerto Rico, el Centro Médico, que es el principal centro hospitalario público del país, estuvo a oscuras. El secretario de Salud, Carlos Mellado, dijo que el generador eléctrico no falló, sino que la institución médica tuvo problemas con el interruptor de transferencia (“transfer switch”). El titular de Salud no explicó cuál es el protocolo para verificar el funcionamiento de estos aparatos desde el momento en que se emite una vigilancia de un ciclón.

Además, hubo fallas con los generadores de los centros de diagnósticos y tratamiento (CDT) de Guánica y Cabo Rojo. Hasta el lunes, Mellado todavía desconocía cuál fue la falla en Guánica, pero dijo que se suponía que hubiera llegado un técnico para evaluar los defectos. Añadió que en caso de que el generador no se pueda reparar, habló con Orlando Olivera, coordinador de la Oficina del Caribe de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, en inglés) en Puerto Rico, para que lleve un generador.

Por otro lado, Mellado dijo que desde el domingo en la noche habló con la personal de administración de Metro Pavía, encargada del CDT. Alegó que se trató de enviar un generador con una brigada de la AEE, pero no fue posible por las inclemencias del tiempo.

“Tendremos que investigar cuál fue la falla, si hubo algún tipo de negligencia por parte de los centros o del hospital, pero hay que recordar que los hospitales son privados”, dijo el Secretario de Salud a preguntas del CPI en conferencia de prensa, Especificó que los centros de diagnósticos y tratamiento tienen un generador de resguardo, mientras que los hospitales cuentan con dos. Según Mellado, el plan  establece que semanalmente los generadores deben encenderse por una hora, debe llevarse una bitácora de mantenimiento y tener abasto (de combustible) para tres o cuatro días.

La periodista Omaya Sosa Pascual colaboró en esta historia.

Esta historia se publica en Metro gracias a una alianza con el Centro de Periodismo Investigativo. Puede leer la historia original AQUÍ.

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