XAPURI, Brasil (AP) — Cuando Luiz Inácio Lula da Silva preste juramento como presidente del segundo país más poblado del hemisferio occidental el 1 de enero, pocos retos serán mayores para él que cumplir su promesa de acabar con toda la deforestación en la Amazonia brasileña para 2030.
Para entender por qué, tome en cuenta las visiones ampliamente distintas de tres hijas de una familia de caucheros —recolectores de látex— que viven en una reserva de gran tamaño en el estado occidental de Acre. La reserva es un bosque protegido que lleva el nombre del legendario líder cauchero y ambientalista Chico Mendes.
Luzineide da Silva es una cauchera de tercera generación. Una de sus hijas quiere seguir sus pasos y ganarse la vida a partir de los campos de la familia, los árboles de caucho y las nueces de Brasil. Las otras dos quieren talar el bosque, plantar pasto y criar ganado.
“Mi hija mayor quedó deslumbrada cuando participó en un curso de capacitación ganadera. Aprendió cómo producir carne de res y queso e incluso a conducir un tractor. Eso cambió su visión del mundo”, dijo Da Silva al final de un día de cuidar sus cultivos de maíz, calabaza, sandía, plátano y pepinillo bajo un sol abrasador. “Dijo: ‘Mamá, todos los que crían ganado tienen un auto, una buena vida y asisten a universidades privadas, mientras que yo no puedo pagar la escuela de veterinaria’”.
Es lo mismo con otras familias. En las últimas dos décadas, muchos caucheros han abandonado gradualmente la visión de Mendes, quien se opuso firmemente a la deforestación a manos de los grandes ganaderos.
El defensor del bosque fue asesinado a tiros en su pequeña casa en la ciudad de Xapuri, aquí en Acre, en diciembre de 1998. Un granjero local lo había mandado matar. La indignación internacional tras el hecho condujo a la creación de “reservas de extracción” en la Amazonia, una especie de unidad de conservación federal donde las comunidades del bosque podían vivir sus vidas tradicionales protegidas del despojo de tierras.
La extracción clásica de látex se realiza efectuando ranuras en la corteza de los árboles de caucho y recolectando el látex que escurre. Pero ese caucho artesanal ha caído en declive desde hace décadas, víctima del caucho sintético producido en fábricas químicas o de los árboles de caucho cultivados en plantaciones.
Debido a que hay pocas oportunidades en otros lugares, muchos lugareños talaron los árboles y recurrieron a criar ganado como un ingreso más confiable que los productos forestales de temporada, como las nueces de Brasil. La ganadería se volvió la actividad económica más importante de Acre.
En los últimos cuatro años, esta tendencia de convertir los bosques en pastizales alcanzó niveles sin precedentes bajo el presidente derechista Jair Bolsonaro.
Su gobierno trató de reducir las áreas protegidas y legalizar los rebaños de ganado a gran escala dentro de las reservas de extracción. Los ladrones de tierras del estado vecino de Rondonia compraron parcelas ilegalmente, incluso en terrenos públicos. Uno de ellos deforestó 104 hectáreas (257 acres), la mayor franja de destrucción este año, según funcionarios ambientales que declararon de manera anónima al no estar autorizados a hablar con la prensa.
Los residentes también talaron árboles para arrendar la tierra a ganaderos cercanos, quienes financian la destrucción. Incluso hay casos donde caucheros tradicionales han utilizado el dinero obtenido de la venta del caucho para ampliar sus tierras de pastoreo. Otros publican anuncios en Facebook en los que ofrecen a la venta sus huertas de caucho tradicionales.
“Lo que me llama la atención es que cuando no teníamos nada, pudimos reunir a la gente y luchar como lo hicimos”, dijo Raimundo Mendes de Barros desde una silla de la terraza de su casa de madera, cuyas paredes muestran imágenes de él junto a Chico Mendes, quien era su primo, y Lula. Todos pertenecen al mismo partido, el Partido de los Trabajadores. Gracias al movimiento de los caucheros, dijo, la gente ahora tiene caminos y electricidad, y camina en igualdad de condiciones con quienes habitan en las ciudades.
Pero “estas mejoras terminaron beneficiando a los malvados”, agregó Raimundo Mendes. Muchos piensan que los productos del bosque y la agricultura familiar no valen nada y que necesitan dinero para comprar una motocicleta y un teléfono móvil. Venderán un pedazo de su propia huerta de caucho y deforestarán para criar ganado.
“Luchamos tan duro y construimos muchas cosas buenas, pero a la gente no le importa”, dijo el líder cauchero de 77 años.
El resultado es que un área de aproximadamente el tamaño de Manhattan fue destruida durante la presidencia de Bolsonaro entre 2019 y 2022. Eso es el triple que en los cuatro años anteriores, según un análisis del Instituto Socioambiental, una organización brasileña sin fines de lucro, con base en cifras oficiales.
“En el pasado, los residentes de la reserva Chico Mendes usaban las ganancias del caucho y de las nueces de Brasil para comprar ganado, como una especie de cuenta de ahorros”, dijo Antonio Oviedo, investigador del instituto, a The Associated Press en una entrevista telefónica. Indicó que ahora eso ocurre a una escala mucho mayor.
Sin embargo, a la mayoría de los lugareños no les parece que esta pérdida del bosque sea un problema, sino más bien todo lo contrario. En las recientes elecciones, Bolsonaro venció a Lula por un amplio margen aquí en Xapuri y en los seis municipios de la reserva de Chico Mendes.
Otras partes del estado de Acre también alcanzaron un máximo histórico de deforestación en los últimos cuatro años, según el monitoreo oficial. Sin embargo, Bolsonaro venció a Lula por 70% frente a 30%. Su aliado, el gobernador partidario de la agroindustria Gladson Cameli, también fue reelegido de forma aplastante. Ello sacó a relucir el largo desvanecimiento de las labores de años del Partido de los Trabajadores para implementar una economía sostenible en Acre. Y también es un indicador de la fortaleza de los negocios agropecuarios y de los cambios culturales en años recientes en las zonas rurales de Brasil.
Acre también es el hogar de Marina Silva, una exministra ambiental que está siendo considerada otra vez para el mismo cargo en el nuevo gobierno. Silva también es una excauchera que luchó contra la deforestación junto a Mendes. Reconocida defensora de los bosques a nivel mundial, se ha vuelto muy impopular en su estado natal. Su partido político, la Red de Sostenibilidad, es casi inexistente aquí; ni siquiera tiene un concejal electo.
Angela Mendes, hija de Chico Mendes, dice que, para detener realmente la deforestación, el gobierno entrante de Lula tendrá que escuchar las necesidades de los pequeños agricultores que viven de productos forestales como el caucho, las nueces de Brasil y el açaí, y reformar la agencia federal a cargo de administrar las áreas protegidas: el Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad.
“Todavía tenemos mucho bosque de pie”, dijo durante una entrevista en Xapuri. Para asegurar que permanezca así, agregó, es esencial encontrar una vía para quienes viven de la tierra. “Esa es la única forma de avanzar”.
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