MILÁN (AP) — La élite política, empresarial y del fútbol de Italia dio el último adiós al ex primer ministro Silvio Berlusconi en un funeral de Estado celebrado en la imponente catedral de Milán el miércoles, mientras miles de espectadores y fanáticos del fútbol agitaban pancartas y entonaban cánticos en la plaza exterior.
Fue una despedida digna para un hombre que ganó miles de millones de euros como magnate de los medios de comunicación, trastornó el sistema político italiano tras fungir en tres ocasiones como primer ministro e impulsó a dos clubes de fútbol ganadores.
Pero aunque los italianos coinciden abrumadoramente en que Berlusconi ha dejado la mayor huella en Italia a lo largo de cuatro décadas de negocios y política, no todos piensan que haya sido para bien. Fue una opinión que le persiguió incluso en su muerte, ya que tanto su legado como la pompa que rodeó su funeral fueron objeto de acalorados debates.
El arzobispo de Milán, Mario Delpini, no ignoró el complicado legado de Berlusconi en su punzante elogio, afirmando que fue un empresario que encontró el éxito y el fracaso, un político que ganó y perdió, y una personalidad ávida de notoriedad que tuvo admiradores y detractores, “los que le aplauden y los que lo detestan”.
“Pero en este momento de despedida y oración, ¿qué podemos decir de Silvio Berlusconi? Ha sido un hombre: deseo de vida, deseo de amor, deseo de alegría”, dijo Delpini. “Es un hombre, y ahora se encuentra con Dios”.
Los dolientes que se encontraban en el interior de la cavernosa catedral de estilo gótico se pusieron de pie cuando el ataúd de Berlusconi, adornado con rosas rojas y blancas, fue empujado por la nave principal hasta el altar, al son de una inquietante música coral. Los aplausos se intensificaron al llegar al altar, seguido por sus hijos y su pareja, quienes estaban llorando.
Los bancos se llenaron con tres ex primeros ministros, ninguno de ellos aliado de Berlusconi, así como con el presidente de Italia, la primera ministra Giorgia Meloni —cuyo gobierno depende del apoyo del partido de Berlusconi_, junto con su tercer socio de coalición, el líder de la Liga, Matteo Salvini, y una multitud de ministros y exministros. Magnates de la industria también presentaron sus respetos, al igual que representantes del mundo del fútbol que él amaba.
Con Berlusconi fuera del poder desde hace más de una década, sólo dos mandatarios extranjeros asistieron al funeral: El presidente húngaro, Viktor Orban, y el emir de Qatar, el jeque Tamim bin Hamad Al Thani.
Uno de los aliados más cercanos que le quedaban en la escena internacional, el presidente ruso Vladímir Putin, ofreció sus más sentidas condolencias desde Moscú. Otras naciones enviaron embajadores al funeral organizado apenas dos días después de su muerte, ocurrida el lunes, tras ser hospitalizado para recibir tratamiento por una leucemia crónica.
Los críticos cuestionaron si Berlusconi merecía un funeral de Estado, un honor que se puede conceder a ex jefes de Estado, o el día de luto nacional, en el que las banderas ondearon a media asta y se canceló toda actividad política no relacionada con la caridad.
“Berlusconi dividió Italia, insultó a los adversarios durante 30 años, criminalizó a los magistrados y no reconoció las leyes. ¿De qué estamos hablando?”, dijo el martes a la televisora privada La7 el periodista Marco Travaglio, crítico de Berlusconi desde hace tiempo y cofundador del diario il Fatto Quotidiano.
La lista de daños políticos de los detractores de Berlusconi es larga: Conflictos de intereses relacionados con su imperio mediático, decenas de juicios, la mayoría por negocios, revelaciones de fiestas llenas de sexo en su villa cerca de Milán y asociaciones cuestionables, así como su duradera amistad con Putin.
“No es un dirigente que nos haya ayudado a crecer”, afirmó Beppe Severgnini, corresponsal en el extranjero y periodista del Corriere della Sera. ”Aprovechó todas nuestras debilidades: morales, fiscales, sexuales, todo”.
Pero sus detractores, incluidos algunos dentro de la oposición política, se mantuvieron lejos del funeral, mientras que miles de simpatizantes llenaron la plaza central. Entre ellos había hinchas de los equipos que estuvieron bajo las riendas de Berlusconi, el Milan y el Monza, quienes ondearon enormes banderas mientras el féretro de Berlusconi ingresaba a la catedral. A su salida, cantaron con afecto: “Berlusconi es uno de nosotros”.
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Los periodistas de The Associated Press Andrea Rosa y Luigi Navarra en Milán y Nicole Winfield en Roma contribuyeron a este despacho.