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Temen que reconstrucción tras incendio en Hawái caiga en manos de forasteros adinerados

Uno de los desafíos más grandes de Hawai es el éxodo de los hawaianos nativos y los residentes locales al no tener los medios para vivir en su tierra.

Richy Palalay se identifica tanto con su ciudad natal de Maui que a los 16 años se tatuó la frase “Lahaina Grown” en sus antebrazos.

Pero una escasez crónica de viviendas y la afluencia de compradores de segundas viviendas y forasteros ricos han desplazado a residentes como Palalay, que le dan a Lahaina su espíritu e identidad.

Un voraz incendio forestal que incineró gran parte del compacto asentamiento costero la semana pasada ha multiplicado las preocupaciones de que las casas que sean reconstruidas allí sean destinadas a extraños adinerados en busca de un refugio tropical. Eso impulsaría lo que ya es uno de los desafíos más graves y más grandes de Hawai: El éxodo y el desplazamiento de los hawaianos nativos y los residentes locales que ya no tienen los medios para vivir en su tierra.

“Me preocupa más que grandes promotores inmobiliarios entren y vean esta tierra calcinada como una oportunidad para reconstruir”, dijo Palalay el sábado en un albergue para evacuados.

Hoteles y condominios “que no podemos pagar, que están fuera de nuestro alcance, eso es de lo que tenemos miedo”, sostuvo.

Palalay, de 25 años, nació y creció en Lahaina. Comenzó a trabajar en un restaurante de mariscos frente al mar cuando tenía 16 años y se abrió camino hasta convertirse en supervisor de cocina. Se estaba preparando para ser asistente del chef.

Luego vino el incendio forestal del martes, que arrasó sus casas de madera y calles históricas en cuestión de horas, matando al menos a 93 personas para convertirse en el incendio forestal más mortífero de Estados Unidos en un siglo.

El condado Maui estima que más del 80% de las más de 2.700 estructuras en la ciudad resultaron dañadas o destruidas y 4.500 residentes requieren albergue.

El incendio consumió el restaurante en que Palalay trabajaba, su vecindario, las casas de sus amigos e incluso hasta la casa de cuatro habitaciones donde paga 1.000 mensuales para alquilar una de esas habitaciones. Él y sus compañeros de piso no han tenido la oportunidad de regresar para examinarlo ellos mismos, aunque han visto imágenes que muestran su vecindario en ruinas.

Palalay señaló que la ciudad, que una vez fue la capital del antiguo reino de Hawái en el siglo XIX, lo convirtió en el hombre que es hoy.

“Lahaina es mi hogar. Lahaina es mi orgullo. Mi vida. Mi alegría”, dijo en un mensaje de texto y agregó que el pueblo le ha dado “lecciones de amor, de lucha, discriminación, pasión, división y unidad que no podrían imaginar”.

El precio promedio de una casa en Maui es de 1,2 millones de dólares, lo que hace que una casa unifamiliar esté fuera del alcance del asalariado típico. Para muchos, ni siquiera es posible comprar un condominio, con un precio promedio de 850.000 dólares.

Sterling Higa, director ejecutivo de Housing Hawaii’s Future, una organización sin fines de lucro que aboga por más viviendas en Hawai, dijo que la ciudad cuenta con muchas casas que han estado en manos de familias locales por generaciones. Pero también ha estado sujeta a la gentrificación.

“Así que muchos de los recién llegados —generalmente del territorio estadounidense continental que tienen más dinero y pueden comprar casas a un mayor precio— hasta cierto punto estaban desplazando a las familias locales en Lahaina”, explicó Higa. Es un fenómeno que él ha visto a lo largo de la costa oeste de Maui, donde una vivienda modesta hace dos décadas ahora se vende por un millón de dólares.

Los residentes con seguro o ayuda del gobierno pueden obtener fondos para reconstruir, pero esos pagos podrían tardar años y los beneficiarios quizá descubran que no será suficiente para pagar el alquiler o comprar una propiedad alternativa mientras tanto.

Muchos de los habitantes de Kauai pasaron años luchando por los pagos del seguro después que el huracán Iniki azotó la isla en 1992 y dijeron que lo mismo podría pasar en Lahaina, agregó Higa.

“Mientras lidian con esto —la frustración de luchar con las compañías de seguros o luchar (con la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias, FEMA)— muchos de ellos bien podrían irse porque no hay otras opciones”, lamentó Higa.

Palalay promete quedarse.

“No tengo dinero para ayudar a reconstruir. Me pondré un casco de construcción y ayudaré a que este barco opere de nuevo. No me voy a ir de este lugar, ¿a dónde iría?”, señaló.

Durante una visita a Lahaina con FEMA, el gobernador Josh Green, dijo a los periodistas que no permitirá que Lahaina sea demasiado costosa para la población local después de la reconstrucción. Afirmó que está pensando en formas para que el estado adquiera terrenos para usar como viviendas para la fuerza laboral o espacios abiertos como un monumento para quienes perdieron la vida.

“Queremos que Lahaina sea parte de Hawai para siempre”, dijo Green. “No queremos que sea otro ejemplo de personas que quedan fuera del paraíso”.

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