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Incendios forestales podrían obligar a Canadá a reconsiderar producir crudo

Los fuegos que ocurrieron en mayo quemaron gran parte del bosque

Durante un incendio forestal en mayo que quemó una vasta franja de bosque de abetos y pinos en el noroeste de Canadá, Julia Cardinal perdió una cabaña junto al río que representaba muchas cosas para ella: un proyecto de jubilación, un regalo de su esposo y un lugar donde vivir en la naturaleza, como su familia había hecho durante generaciones.

“Esa era la casa de nuestros sueños”, dijo Cardinal, integrante del grupo indígena canadiense atabascano chipewyan, mientras examinaba los restos carbonizados de la cabaña en septiembre. “Es como un desplazamiento”.

Miles de incendios forestales en Canadá este año han incinerado un área más grande que Florida y liberado a la atmósfera más de tres veces la cantidad de dióxido de carbono que produce el país en un año. Y algunos todavía arden.

Nación de densos bosques, amplias praderas y casi una cuarta parte de los humedales del planeta, los gobernantes canadienses —incluido el primer ministro Justin Trudeau— han insistido durante mucho tiempo en que el país puede explotar sus recursos naturales y a la vez proteger la biodiversidad y encabezar la lucha global contra el cambio climático. Pero la aparentemente interminable temporada de incendios, que generó un aire peligroso para respirar en muchos estados de Estados Unidos a miles de kilómetros de distancia, pone de relieve dos aspectos de Canadá que se sienten cada vez más confrontados: el compromiso del país para luchar contra el cambio climático y su posición como el cuarto mayor productor de petróleo y quinto mayor productor de gas del mundo, combustibles que, al ser utilizados, liberan dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero que atrapa el calor en la atmósfera e intensifica las condiciones secas que favorecen que los incendios forestales devoren millones de hectáreas.

“Están retratando a Canadá como ambientalista”, dijo Jean L’Hommecourt, un ambientalista perteneciente al pueblo indígena de Fort McKay. “Pero la mayor fuente del carbono está aquí”.

ENFOQUE EN EL PETRÓLEO Y EL ACTIVISMO

Canadá se encuentra entre las aproximadamente 100 naciones que se han comprometido a alcanzar “cero emisiones” para mediados de siglo, o eliminar de la atmósfera la misma cantidad de gases de efecto invernadero que le arroja. En la conferencia climática de la ONU del año pasado, conocida como COP27, prometió aportar más dinero junto con otras naciones ricas para que los países en desarrollo luchen contra el cambio climático.

No obstante, Canadá llevó a la misma conferencia la segunda delegación más grande de ejecutivos de combustibles fósiles que cualquier otro país del mundo, según halló un análisis de The Associated Press. Once ejecutivos de destacadas empresas canadienses de petróleo, gas y acero, incluidas Enbridge y Parkland Corporation, asistieron a la COP27, en la que los países establecieron prioridades climáticas y cronogramas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. El único país que envió una delegación más grande de ejecutivos de combustibles fósiles fue Rusia, encontró la AP.

“No estamos allí para impulsar una agenda, pero sí tenemos una perspectiva que ofrecer”, dijo Pete Sheffield, director de sostenibilidad de Enbridge Inc., el gigante de gasoductos y gas natural, haciendo eco de lo que otros ejecutivos canadienses de producción de energía dijeron a la AP sobre su asistencia a la COP27.

Una de esas perspectivas es que los productores de petróleo canadienses puedan seguir extrayendo petróleo al ritmo actual y, con la ayuda de la tecnología, limpiar sus propias operaciones de forma que el país aún pueda alcanzar sus objetivos climáticos. Pero incluso si los productores de petróleo de Canadá lograran hacerlo, sus planes no toman en cuenta las emisiones de gases de efecto invernadero resultantes del uso de sus productos para impulsar automóviles, calentar hogares, tomar vuelos y otras cosas.

PETRÓLEO, INCENDIOS Y HUMO

En la provincia occidental de Alberta, donde ardieron intensamente muchos incendios forestales, enormes depósitos de petróleo crudo espeso, mezclado con arena alquitranada, se encuentran debajo del bosque y cerca del serpenteante río Athabasca. La extracción de esta área, denominada “arenas petrolíferas”, requiere el uso de enormes cantidades de energía, lo que hace que el petróleo de Canadá —la mayor parte del cual se extrae aquí— sea uno de los más sucios del mundo.

En Alberta, la huella de la industria en el paisaje es profunda: en un área más grande que la ciudad de Nueva York, las empresas petroleras han excavado minas a cielo abierto de decenas de metros de profundidad, han creado piscinas de materiales químicos de desecho del tamaño de lagos y han dejado pilas de subproducto de azufre color amarillo neón que parece de otro mundo. En los costados de los caminos en las arenas petrolíferas, los cañones de aire suenan periódicamente para mantener a las aves alejadas de los vastos estanques tóxicos, y espantapájaros vestidos como trabajadores petroleros flotan sobre ellos.

En una mañana reciente, docenas de trabajadores petroleros abordaron un avión chárter en Calgary que los llevaría a lo profundo de las tierras agrestes de Alberta, donde deambulan osos negros, caribúes y alces. Allí, los operadores abordaron autobuses hacia proyectos de arenas petrolíferas, donde trabajan en turnos de 7, 14 o 21 días.

Durante otras semanas, los incendios en Alberta ardían tan cerca que las empresas petroleras tuvieron que cerrar temporalmente la producción de petróleo y gas, y los canadienses promedio no podían respirar el aire de manera segura. En septiembre, el humo de los incendios forestales en las provincias vecinas de Columbia Británica y los Territorios del Norte cubrió Fort McMurray, una ciudad de Alberta de 68.000 habitantes donde los centros comunitarios llevan los nombres de empresas petroleras. El cielo estaba brumoso y de color oxidado.

“Esto ha llegado a tal grado que ni siquiera quieres estar afuera”, dijo Brittnee McIsaac, una maestra de escuela que a menudo tuvo que mantener a sus alumnos en el interior durante el receso porque era demasiado peligroso respirar el aire cargado de humo.

McIsaac, cuyo esposo trabaja en la industria petrolera, dijo que el humo de este año, combinado con un gran incendio forestal en 2016, ha hecho que más personas en la ciudad se preocupen por el cambio climático, incluso si muchos residentes obtienen sus salarios de la zona petrolera cercana.

“Realmente afecta la salud mental; tan sólo con lo deprimente que es cada día”, agregó sobre el humo.

No obstante, los productores canadienses no tienen planes de desacelerarse. Desde 2009, la extracción de arenas petrolíferas ha aumentado. Hoy en día, Canadá produce aproximadamente 4,9 millones de barriles de petróleo al día, y el petróleo y el gas representaron casi un tercio de las emisiones del país en 2021. Ambos le proporcionan a Canadá aproximadamente el 5% de su PIB, mientras que, en Alberta —el corazón de la zona petrolera canadiense—, el sector representa alrededor del 21%.

Carmen Lee-Essington, vicepresidenta de operaciones de arenas bituminosas de Cenovus, dijo que la empresa planea extraer todo el petróleo bajo tierra en su planta Sunrise. Cenovus estima que esto podría durar hasta 2070. Eso es décadas después de cuando los científicos advierten que el mundo necesita haber dejado los combustibles fósiles y depender casi por completo de formas de energía renovables.

“Cuando llegue ese momento, abandonaremos las instalaciones aquí. Las desmantelaremos; el metal y toda la infraestructura que ves se enviarán fuera del lugar”, aseveró Lee-Essington.

¿FUTURO SOSTENIBLE?

Parte del razonamiento de Canadá para producir tanto petróleo y gas en el siglo XXI es que es una democracia estable con leyes ambientales y de derechos humanos más estrictas que otros gigantes petroleros de los que Occidente ha dependido históricamente. Canadá es el mayor proveedor extranjero de petróleo de Estados Unidos: exporta una cantidad equivalente al 22% del consumo estadounidense.

Pero los científicos climáticos advierten que los niveles actuales de producción de petróleo y gas significan que Canadá no alcanzará cero emisiones netas, y ello sin contar las contribuciones adicionales de los incendios forestales al cambio climático.

Los científicos de Climate Action Tracker, un grupo que escudriña las promesas de los países para reducir sus emisiones, consideran que los avances del país con respecto a la protección del clima son “altamente insuficientes”, y enfatizan que Canadá necesita implementar sus políticas climáticas mucho más rápido para alcanzar sus propios objetivos. Para el sector energético emisor de elevadas cantidades de carbono, gran parte del plan se basa en el desarrollo de la captura de carbono, una tecnología que absorbe dióxido de carbono, ya sea en la fuente de las emisiones o del aire. Pero la captura de carbono requiere mucha energía, es costosa y se encuentra a años de distancia de operar a una magnitud significativa.

“No hay manera de que Canadá pueda alcanzar nuestro objetivo para 2050 si el petróleo y el gas no hacen la parte que les corresponde”, dijo Steven Guilbeault, ministro de Medio Ambiente y Cambio Climático de Canadá.

Los incendios forestales, que según los científicos arderán cada vez durante más tiempo a medida que el planeta se calienta, agravarán el reto de reducir las emisiones. También plantean importantes riesgos para la salud de los canadienses y de cualquier persona que entre en contacto con el humo.

En junio, un incendio se acercó a la aldea subártica de Fort Chipewyan, mayoritariamente indígena, en el norte de Alberta. Antiguo asentamiento de comercio de pieles, colinda con uno de los deltas interiores más grandes del mundo. En los meses más cálidos, sólo se puede llegar allí en barco o avión, ya que el camino principal que conduce al pueblo está hecho de hielo, el cual se derrite en la primavera. Cuando se acercaron los incendios forestales, en un principio los residentes intentaron huir en embarcaciones, pero se percataron de que los niveles de agua en el enorme lago Athabasca habían bajado tanto que no podían irse. Poco después, el ejército canadiense envió sus aviones para evacuar a la gente a Fort McMurray, donde cientos de personas permanecieron durante semanas.

En el incendio, Julia Cardinal y su marido Happy Cardinal perderían su cabaña, que estaba a unos 45 minutos en bote desde Fort Chipewyan. Varios meses después, el trauma del incendio sigue vivo.

“Esa era nuestra casa”, dijo Julia Cardinal, mientras caminaba sobre la cabaña quemada, identificando las ollas, sartenes y clavos que sobrevivieron al fuego. “Hay algunas cosas que jamás reemplazaremos”.

No obstante, los sentimientos de la pareja son complicados. Si bien comprenden el papel del cambio climático en los incendios, y el impacto del petróleo en el clima y en los lagos y los ríos que los rodean, no se apresuran a culpar a la industria. Happy Cardinal trabajó en arenas petrolíferas hasta que se jubiló hace tres años.

“De ahí proviene mi dinero”, dijo.

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La periodista de datos de la AP Mary Katherine Wildeman contribuyó a este despacho.

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La cobertura climática y ambiental de The Associated Press recibe el apoyo de varias fundaciones privadas. La AP es la única responsable de todo el contenido.

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