“No queremos, no nos interesa, la Constitución que hizo la derecha”, corea un grupo de mujeres en las escaleras de la Biblioteca Nacional del centro de Santiago. La gente que circula ajetreada ocasionalmente levanta la mirada y sigue su camino con la misma indiferencia que suscita en Chile el plebiscito constitucional del domingo.
Hace cuarenta años, en esta misma escalinata, otro grupo de mujeres sostenía la pancarta “Democracia Ahora. Movimiento Feminista” en medio de la represión de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
También en ese momento las congregadas eran apenas unas decenas.
La Coordinadora Feminista 8 M (CF8M) —un colectivo que recientemente movilizaba a millones— apenas consiguió reunir esta semana a unas decenas de mujeres pero eso no impidió que alzara su voz para recordar el retroceso de derechos que, según advierten, implica la propuesta constitucional que se vota el domingo, el segundo intento después de que en 2022 el 62% de los votantes rechazara un proyecto progresista.
Si no se aprueba el nuevo texto, se mantendrá la Constitución de la dictadura vigente durante más de 30 años de democracia con unas 70 reformas. Si se acepta, los grupos feministas temen que se allane el camino para derogar el aborto en las tres causales legalizadas, que se limiten los derechos reproductivos y que hubiera retrocesos en derechos de los niños, en tema de derechos sociales, como las pensiones, y en la participación política de las mujeres.
“Nada de lo que hicimos lo hicimos para esto”, señaló Alondra Carrillo, reconocida feminista y miembro de la constituyente que redactó la propuesta constitucional de 2022 en referencia a las masivas protestas de 2019 que acapararon la atención del mundo por darse en uno de los países de la región considerados más estables y que provocaron que se iniciara el actual proceso de cambio de la Carta Magna.
Entonces, los chilenos tomaron las calles para exigir más derechos sociales y cuestionar un modelo neoliberal que había alentado las actuales desigualdades, recordó Carrillo. A mitad del camino, el proceso dio un giro de 180 grados, lamentó esta psicóloga de 32 años, para quien la propuesta nueva afianza un modelo con menos presencia del Estado en la vida del país.
Carrillo consideró que uno de los deberes de los movimientos feministas era luchar contra la desinformación y explicar alto y claro los peligros de la propuesta.
Pero la realidad es que durante la campaña apenas hubo actividad pública, en parte por el golpe que supuso el rechazo a la propuesta progresista del año pasado, pero también debido al hastío y agotamiento que enfrenta la ciudadanía después de diez procesos electorales en menos de dos años y medio, según los analistas.
La voz de mujer que sí pareció impactar durante la campaña fue la de la expresidenta Michelle Bachelet (2006-2010 y 2014-2018) que participó en la propaganda televisiva y en entrevistas pidiendo el voto en contra y enumerando los retrocesos que supone.
Las mujeres que piden la aprobación del texto como Evelyn Matthei, una alcaldesa conservadora y excandidata a presidenta, respondieron calificando de mentiras los peligros enunciados y afirmando que el texto garantiza puntos como la igualdad salarial o guarderías en las empresas.
Las organizaciones feministas afirman que la nueva propuesta sería como un viaje al pasado en uno de los países considerados como más conservadores de la región y donde el divorcio apenas se legalizó en 2004.
“Esta Constitución es más pinochetista que la que hizo el propio Pinochet y cercena caminos”, afirmó la activista Pamela Valenzuela desde las escalinatas de la biblioteca rodeada de los triángulos amarillos que indican peligro.
El nuevo texto que protege la vida del que está por nacer por “quién está por nacer” podría allanar el camino para derogar el aborto en tres causales legales desde 2017: riesgo de vida de la madre, inviabilidad del feto o violación, la causal más usada por niñas de 13 años, según el gobierno, afirman.
Además, la objeción de conciencia institucional como derecho fundamental podría no solo afectar a casos de aborto o la venta de la pastilla del día después sino abrir paso a discriminaciones laborales a personas de las diversidades sexuales o en colegios contra niños de hijos de padres no casados, señala Javiera Canales, de la Corporación Miles, una ONG que trabaja en derechos reproductivos.
En los años 90 “tuvo que existir una norma para que algunos centros educativos no marginaran a las niñas o adolescentes o embarazadas y no las expulsaran de los colegios”, rememora Canales.
También podría cuestionar técnicas reproductivas como la congelación de óvulos.
En cuestiones de paridad de género la propuesta plantea una participación equilibrada de hombres y mujeres sólo en listas para cargos de elección popular, lo que para Camila Maturana, del colectivo Corporación Humana, es “como volver a la ley de cuotas, como que volviéramos a los 90″, dijo.
Además, olvida el tema de la violencia de género, uno de los problema que más afecta a las mujeres, agregó.
Una de las críticas más generalizadas en el proceso constitucional que el presidente Grabriel Boric ha mencionado es que tanto la primera constituyente como la segunda quisieron incluir en sus textos sus propios modelos de país sin entablar consensos con el sector político contrario, una forma de trabajar que conlleva problemas a largo plazo.
Los defensores del texto que se vota el domingo aseguran que la propuesta defiende derechos como la conciliación laboral y que no se aborda el aborto, señaló Cristóbal García del ultraconservador Partido Republicano en un acto de cierre de campaña del “A favor”.
“Los derechos de la mujer siguen igual incluso más, tienen derecho a sala cuna”, y muchas otras cosas que ponen a la mujer “en el centro y no la reducen”, señaló Macarena García, diseñadora gráfica de 48 años y participante del acto.
“Sea cual sea el resultado vamos a tener una elección muy amarga y un proceso muy difícil”, señaló la feminista Carrillo. “Hoy tenemos un pueblo que no quiere saber nada, no quiere escuchar nada” no le preocupa lo que se vota y está muy desencantado “en un contexto cansado, más triste y con menos esperanza”.
¿Podrá Chile romper la herencia de la dictadura alguna vez en materia de derechos de la mujer y en otros?
Su tono cambia y se ilumina, con decisión. “Confío en que vamos a ser capaces de recomponer la fuerza necesaria para erradicar esa herencia con todo lo que significa... La historia no está escrita para siempre”, afirmó.
Ingrid González, una activista de 56 años que participó en el acto de la biblioteca, coincide.
“Las que hemos luchado desde la dictadura en adelante sabemos que este proceso es una batalla más”, destacó.