CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Dos australianos y un estadounidense hacían lo que más les gustaba en la impresionante y aislada costa del estado de Baja California, en el noroeste de México. Sus últimas imágenes en las redes sociales los mostraban sentados mirando cómo las olas golpeaban contra las rocas.
Las investigaciones iniciales apuntan a que lo que acabó con sus vidas fue consecuencia de un hecho fortuito como el paso de una camioneta llena de gente malintencionada. Los surfistas recibieron un disparo en la cabeza y sus cuerpos fueron arrojados a un pozo cubierto a varios kilómetros de distancia. El desarrollo de los hechos fue de pesadilla.
Según la hipótesis preliminar, los hermanos Jake y Callum Robinson, de Australia, y el estadounidense Jack Carter Rhoad habían hecho una parada para surfear en Punta San José, a unos 80 kilómetros al sur de Ensenada. Allí fueron atacados el 28 o 29 de abril.
En cuanto la policía llegó a su último campamento conocido quedó claro que algo había salido mal.
Había manchas de sangre y huellas de arrastre “como de bultos pesados”, lo que hizo sospechar de un ataque, según declaró la fiscalía del estado de Baja California, María Elena Andrade Ramírez, en un intento de reconstruir la escena.
Andrade Ramírez dijo en rueda de prensa el domingo que los investigadores presumen que los asesinos pasaron por el lugar y al ver la camioneta de los extranjeros quisieron robarle las llantas y otras piezas. “No fue un ataque en su calidad de turistas… Seguramente desconocían la nacionalidad de las víctimas”, agregó.
La fiscal explicó que, de acuerdo con las evaluaciones de especialistas forenses, los extranjeros se habrían resistido y “los asaltantes sacaron una pistola y primero mataron al que estaba oponiendo resistencia al robo del vehículo y luego llegaron los otros dos y se unieron a la lucha para defender su propiedad y a su compañero que había sido atacado y también los mataron”.
La reconstrucción de los hechos se basó en los informes de los servicios periciales que señalaron que los tres extranjeros tenían heridas de bala en la cabeza.
Hubo un intento apresurado de destruir pruebas. Las evidencias recolectadas por las autoridades muestran que los agresores quemaron las tiendas de campaña de los extranjeros y su camioneta fue conducida a kilómetros de distancia y quemada. El vehículo de los presuntos asaltantes fue encontrado más tarde con un arma en el interior.
A continuación, en “una zona de difícil acceso”, los cadáveres fueron arrojados a un pozo situado a unos seis kilómetros de distancia. Los investigadores se sorprendieron cuando debajo de los cuerpos de los tres extranjeros se encontró un cuarto cadáver que llevaba allí mucho más tiempo.
El pozo había sido cubierto con tablas. “Fue literalmente casi imposible encontrarlo”, dijo Andrade Ramírez. Tardaron dos horas en sacar los cadáveres.
Los fiscales han señalado que estaban interrogando a tres personas por los asesinatos. Dos de ellas fueron sorprendidas con metanfetaminas. Una de ellas, una mujer, tenía el teléfono móvil de una de las víctimas cuando fue detenida. Los fiscales informaron que los dos estaban detenidos a la espera de cargos por drogas, pero siguen siendo sospechosos de los asesinatos.
Un tercer hombre fue detenido acusado de un delito equivalente al secuestro, pero eso fue antes de que se encontraran los cadáveres. No estaba claro si podría enfrentar más cargos.
De acuerdo con las investigaciones iniciales, el tercer hombre participó directamente en los asesinatos. Por limitaciones de las leyes mexicanas, los fiscales identificaron al detenido como Jesús Gerardo “N”, alias “el Kekas”, palabra que en la jerga local significa quesadillas o tortillas de queso.
Andrade Ramírez dijo que tenía antecedentes penales que incluían tráfico de drogas, robo de vehículos y violencia doméstica y añadió que no descartan que otras personas estén involucradas.
Subrayó que no podía hablar de nada relacionado con los sospechosos, ni de sus posibles declaraciones, porque eso no estaba permitido por la ley mexicana y podría perjudicar el caso contra ellos.
Andrade Ramírez señaló que los familiares de las víctimas indicaron que los hermanos y Carter Rhoad habían acudido muchas veces al lugar costero y nunca habían tenido ningún problema. Esta vez, sin embargo, “no había ninguna manera de pedir auxilio ante la presencia de sus agresores”.