Si ha tenido COVID-19, es posible que tenga algo de protección contra algunas versiones de la gripe común.
Un estudio nuevo sugiere que infecciones de COVID-19 anteriores reducen el riesgo de contraer resfriados causados por primos del coronavirus más leves, lo que podría proporcionar una clave para ampliar las vacunas contra el COVID-19.
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“Creemos que va a haber un brote futuro de un coronavirus”, dijo el doctor Manish Sagar, principal autor del estudio publicado el miércoles en la revista Science Translational Medicine. “Las vacunas podrían mejorarse si replicamos algunas de las respuestas inmunológicas que son proporcionadas por una infección natural”.
El estudio evaluó pruebas PCR de COVID-19 realizadas a más de 4,900 personas que buscaron atención médica entre noviembre de 2020 y octubre de 2021. Después de controlar cosas como la edad, el género y enfermedades preexistentes, Sagar dijo que él y sus colegas encontraron que las personas que habían tenido COVID-19 anteriormente tenían un 50% menos de probabilidades de desarrollar un resfriado común con síntomas causado por un coronavirus en comparación con las personas que contaban, en ese momento, con su esquema completo de vacunación y no habían contraído el COVID-19.
Varios virus provocan resfriados; se cree que los coronavirus son responsables de aproximadamente uno de cada cinco resfriados.
Los investigadores vincularon la protección contra los resfriados causados por coronavirus con la respuesta de las células antivirus a dos proteínas víricas específicas. Estas proteínas no se utilizan actualmente en la mayoría de las vacunas, pero los investigadores proponen añadirlas en el futuro.
“Nuestros estudios sugieren que estas podrían ser estrategias novedosas para mejores vacunas que no sólo aborden los coronavirus actuales, sino cualquier coronavirus futuro que pueda surgir”, comentó Sagar, del Centro Médico de Boston.
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El doctor Wesley Long, patólogo del Houston Methodist de Texas que no participó en el estudio, dijo que los hallazgos no deberían ser vistos como un golpe contra las vacunas actuales, que abordan la proteína “espiga” que se encuentra en la superficie del virus SARS-CoV-2 que provoca el COVID-19.
Estas vacunas, comentó, siguen siendo “su mejor defensa contra una infección grave de COVID-19, la hospitalización y la muerte”.