NUEVA YORK (AP) — Las maratónicas sesiones de preguntas y respuestas han regresado, junto con la alfombra ovalada de color crema de la Oficina Oval y el botón de Diet Coke en el escritorio Resolute. También han vuelto las publicaciones nocturnas en redes sociales con ecos en todo el mundo y la avalancha de órdenes ejecutivas.
Pero en 10 días, Donald Trump ha congelado el gasto y las contrataciones federales, ofrecido indemnizaciones por despido a más de dos millones de trabajadores gubernamentales y terminado con los esfuerzos federales por la diversidad y los derechos de las personas transgénero. Ha despedido a casi dos docenas de inspectores generales independientes, reescrito mapas estadounidenses, indultado a los manifestantes del 6 de enero que atacaron a la policía, anunciado planes para detener a migrantes en Guantánamo y deshecho años de acciones de sus predecesores con un trazo de su rotulador Sharpie.
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Trump 2.0 se ve y suena mucho como en su primera etapa. Pero esta vez, el presidente tiene mucha más experiencia y está rodeado de un equipo que ha pasado años planificando su regreso a la Casa Blanca, desatando una rápida sucesión de medidas que ponen a prueba los límites del poder presidencial, siembran confusión y atraen la furia de los demócratas, que no están seguros de cómo detenerlo.
“Se le ve mucho más cómodo, casi relajado en cómo está haciendo el trabajo”, comentó Sean Spicer, el primer secretario de prensa de la Casa Blanca de Trump, quien dijo que Trump muestra un nuevo “nivel de confianza”, tras haber pasado cuatro años en el cargo.
“Creo que tiene a las personas, las políticas y el proceso bien definidos. Sabe quién puede llevar a cabo su agenda, con quién quiere rodearse, las políticas que quiere avanzar y el proceso para implementarlas”, dijo Spicer, quien ahora tiene un programa en YouTube.
Trump ya no necesita preocuparse por la reelección. La Constitución prohíbe un tercer mandato. Enfrenta poca resistencia de un Congreso republicano unificado, que controla ambas cámaras. La Corte Suprema, con un tercio de miembros nombrados por él, ha dictaminado que él y los futuros presidentes tienen una amplia inmunidad frente a consecuencias legales.
Pero más allá de eso, Trump ha vivido cuatro años impresionantes, lo que incluyó sobrevivir a un par de intentos de asesinato, incluido uno en el que una bala de un posible asesino rozó su oreja. Fue acusado cuatro veces en procesos judiciales, se convirtió en el primer expresidente en ser condenado por un delito —y, sin embargo, fue devuelto al cargo más alto del país después de ser descartado a raíz de su derrota en 2020. La condena no supuso una pena de prisión y los otros casos están desestimados o en espera.
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Eso ha dejado a Trump más reafirmado que nunca, y con una larga lista de tareas pendientes. Ha emprendido un ritmo frenético de apariciones que es un cambio drástico respecto a su predecesor, Joe Biden, quien a menudo desaparecía de la vista pública según los planes de su propio equipo.
El primer viaje presidencial de Trump, por ejemplo, comenzó evaluando los daños de un huracán en Carolina del Norte, donde amenazó con deshacerse de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias y dijo que quería concesiones de los estados liderados por demócratas a cambio de recibir asistencia en caso de desastres.
Más tarde, recorrió Los Ángeles, devastada por incendios, donde se enfrentó a funcionarios locales en televisión en vivo, haciendo afirmaciones falsas sobre políticas de agua y minimizando las preocupaciones sobre residuos peligrosos, todo mientras llevaba una versión negra de su característico gorro de campaña “MAGA” (siglas de “Hagamos a Estados Unidos grande de nuevo”).
“Trump 2.0 es increíble. No le importa nada, lanza bombas de verdad y es glorioso de ver”, bromeó Matt Rooney, un escritor y presentador de radio partidario de Trump, que se maravillaba de un momento en el viaje, la conversación de Trump en California con un congresista demócrata en la que reprochó al estado más grande de la nación su manejo de los incendios forestales.
Al día siguiente, Trump estaba en Las Vegas. Después de promocionar su plan para eliminar los impuestos sobre las propinas, hizo una visita sorpresa a la sala del Circa Resort & Casino, donde fue recibido con fuertes aplausos y un cántico de ”¡USA!”. Un hombre que se acercaba a una mesa de ruleta gritó: ”¡Ponme 47 dólares en el número 47!”, en alusión a que Trump es el presidente número 47 del país.
Aunque su equipo dijo que estaba allí para dar las gracias a los camareros y crupieres, Trump parecía más interesado en los jugadores. Se reunió con la multitud alrededor de una mesa de dados, donde ya estaba en marcha un juego.
“Lanza los dados”, le dijo al jugador, Alex Winnik, mientras observaba la acción.
El personal de la tercera campaña de Trump — muchos de los cuales ahora ocupan la Casa Blanca — habían intentado cultivar esos momentos, esperando que pudieran volverse virales en redes sociales como su parada para hacer papas fritas en un McDonald’s o sus apariciones en combates de artes marciales mixtas y partidos de fútbol americano. Esos momentos ayudaron a Trump a llegar a estadounidenses que normalmente no ven las noticias o interactúan con fuentes de medios tradicionales.
Al día siguiente, Trump estaba recibiendo a legisladores en la conferencia anual sobre políticas de los republicanos de la Cámara de Representantes, celebrado en su club de golf en Doral, Florida.
Gran parte del primer mandato de Trump estuvo consumido por peleas internas y filtraciones de facciones rivales que intentaban impulsar sus propias causas. Los tribunales detuvieron repetidamente sus esfuerzos, especialmente en sus primeros días, cuando intentó prohibir la entrada a los viajeros de varios países de mayoría musulmana.
Esta vez, su equipo, liderado por la jefa de gabinete Susie Wiles, aparece en público como unido y sin dramas.
Los asistentes de Trump y aliados externos, incluyendo The Heritage Foundation y el America First Policy Institute, pasaron años elaborando sus propios planes para un regreso de Trump, redactando cientos de decretos y otras acciones en un intento de evitar los fracasos iniciales de su primer mandato, cuando reinaba el caos y las órdenes mal redactadas eran bloqueadas de forma rutinaria por los tribunales. Trump ha seleccionado personal de esas organizaciones para llenar su gabinete y la Casa Blanca.
“Estos tipos están mucho más coordinados, organizados y saben cómo ejecutar”, dijo Spicer, quien duró seis meses como el primer secretario de prensa de Trump. “Es un equipo mucho más centrado y disciplinado”.
Por ahora, el equipo de Trump ha dado marcha atrás en un movimiento importante, un memorando que pausaba todos los fondos federales de subvenciones para una revisión ideológica. La Casa Blanca rescindió el memorando menos de dos días después de que causara una amplia confusión entre las organizaciones que dependen de esos fondos.
Pero Trump todavía tiene cuentas pendientes.
Después de pasar los últimos cuatro años primero en el exilio político y luego en modo de combate en la campaña electoral, Trump ahora está cumpliendo sus promesas y llevando a cabo la venganza que pasó años buscando.
Pocas horas después de jurar el cargo, indultó a más de 1.500 personas que fueron condenadas o acusadas en el ataque del 6 de enero de 2021 al Capitolio, incluidos muchos que atacaron a la policía mientras intentaban detener la certificación de su derrota electoral de 2020 ante Biden.
También se ha movido para castigar a los críticos, revocando las acreditaciones de seguridad de docenas de exfuncionarios gubernamentales de alto nivel. Retiró las escoltas de su exasesor de seguridad nacional John Bolton y otros que jugaron un papel en la planificación del asesinato del general iraní Qassem Soleimani, incluido el exsecretario de Estado Mike Pompeo y su antiguo subordinado.
Eso provocó una inusual réplica de algunos aliados republicanos que advirtieron que las amenazas de seguridad creíbles de Irán se mantienen, lo que podría poner sus vidas en peligro.
Y en un esfuerzo por minimizar la resistencia, Trump ha trabajado para exiliar a lo que queda de los colaboradores de Biden y otros que no están completamente convencidos de su programa.
Es un largo camino desde hace ocho años, cuando la victoria de Trump sobre la demócrata Hillary Clinton sorprendió a casi todos, incluido él.
“Ha aprendido mucho sobre cómo gobernar y cómo no gobernar en el primer mandato, además ha tenido otros cuatro años para reflexionar sobre ello y pensar en lo que quiere lograr, que obviamente es un gobierno mucho más activo y agresivo que la primera vez”, dijo el veterano encuestador republicano Whit Ayres. “Ha sido simplemente una impresionante ráfaga de iniciativas y órdenes ejecutivas, de comentarios que han capturado la atención del mundo. Ha sido todo un torbellino”.