WASHINGTON (AP) — Las restricciones del presidente estadounidense Donald Trump a la ayuda exterior y el ataque a una agencia clave que financia programas en todo el mundo pueden estar ofreciendo una oportunidad al mayor adversario de Estados Unidos: China.
Desde el desmantelamiento de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) hasta la salida de grupos internacionales, los drásticos movimientos de “Estados Unidos Primero” de Trump han generado preocupaciones entre algunos legisladores y expertos sobre si Estados Unidos está cediendo influencia global a sus rivales, especialmente en un momento en que Washington se preocupa por el creciente poder de Beijing en detrimento de los intereses estadounidenses.
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La asistencia exterior ofrecía a Estados Unidos una fuente de “poder blando”, permitiéndole cultivar buena voluntad, construir alianzas y contrarrestar adversarios en un intento por fortalecer la seguridad nacional sin tener que desplegar tropas, armas u otras medidas más coercitivas.
En Camboya, el contraste no podría ser más marcado: China ha enviado 4.4 millones de dólares para apoyar operaciones de desminado, al tiempo que Trump detuvo una subvención de 6.3 millones de dólares de la Oficina de Eliminación y Abatimiento de Armas del Departamento de Estado, destinada en parte a retirar “municiones sin explotar de origen estadounidense como restos de guerra”.
Funcionarios del gobierno estadounidense señalan que ya es hora de revisar cómo Estados Unidos gasta dinero en el extranjero.
Cuando se le preguntó si Estados Unidos estaba dando a China y Rusia una oportunidad para una mayor influencia global, el asesor de seguridad nacional Mike Waltz lo negó, afirmando recientemente en el programa “Meet the Press” de la cadena NBC que “con demasiada frecuencia, estas misiones y estos programas... no están alineados con los intereses estratégicos de Estados Unidos, como hacer frente a China”.
En Panamá, el gobierno de Trump logró que el gobierno panameño abandonara la Iniciativa de la Franja y la Ruta, el programa insignia de desarrollo exterior de Beijing, lo que provocó la condena de China.
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Expertos y legisladores discrepan sobre el impacto de que Estados Unidos dé un paso atrás de la ayuda exterior. Demandas están desafiando el congelamiento de la asistencia exterior del gobierno y las medidas contra la USAID, con retenciones temporales en algunos de esos esfuerzos.
“El segundo gobierno de Trump logrará el objetivo de China” de ejercer una mayor influencia global, destacó Feng Zhang, un académico visitante en el Centro Paul Tsai de China de la Facultad de Derecho de Yale, en un reciente debate en Washington.
El senador Andy Kim, un demócrata de Nueva Jersey, estaba preocupado por la misma razón.
“China ni siquiera necesita luchar por su influencia en el mundo ahora debido a nuestro propio esfuerzo”, añadió Kim recientemente en “Meet the Press”.
El congresista John Moolenaar, un republicano de Michigan que preside el Comité Selecto de la Cámara de Representantes sobre el Partido Comunista Chino, dijo que podría ser hora de un cambio en la asistencia exterior.
“Creo que a medida que profundicemos en esto, descubriremos qué ha estado funcionando y qué no ha estado funcionando”, declaró. “Y luego, ¿cómo innovamos hacia una nueva forma de promover los intereses estadounidenses, los valores estadounidenses y ser claros sobre cuáles son esos valores?”.
Dennis Wilder, un investigador senior en la Iniciativa para el Diálogo entre Estados Unidos y China sobre Problemas Globales en la Universidad de Georgetown, dijo que la influencia global va más allá de la ayuda exterior, con Estados Unidos comandando el ejército más poderoso del mundo y su dólar dominando el sistema financiero.
“No debemos ‘aceptar al pie de la letra que China está lista o puede intervenir donde Estados Unidos podría estar dejando un vacío’”, subrayó Wilder.
La embajada china en Washington afirmó que Beijing está “dispuesto a trabajar con todos los países y partes, incluido Estados Unidos, para fortalecer los intercambios y la cooperación en el ámbito del desarrollo, con el fin de promover el desarrollo y la prosperidad comunes entre todos los países”.
Los dos países —los principales actores en el desarrollo global— están gastando en ayuda exterior de manera diferente. La mayor parte del dinero chino se emite como deuda y se gasta típicamente en proyectos de energía e infraestructura.
La mayor parte de los fondos estadounidenses se distribuyeron como subvenciones o préstamos con tasas de interés bajas o nulas en áreas como la salud pública y la ayuda humanitaria, de acuerdo con AidData, un laboratorio de investigación en desarrollo internacional en el Instituto de Investigación Global de la Universidad William & Mary.
En Perú, el dinero chino ayudó a construir el megaport de 1,300 millones de dólares en Chancay, que se inauguró en noviembre durante una visita del presidente chino Xi Jinping. La ayuda exterior de Estados Unidos en Perú, en contraste, se utilizó para financiar café y cacao como alternativas a la producción de cocaína.
En otros lugares, los dólares estadounidenses ayudaron a combatir el VIH/SIDA en África, trataron a niños desnutridos en Sudán del Sur y proporcionaron servicios médicos en un refugio para inmigrantes en México.
Reconociendo que Estados Unidos debería financiar proyectos tangibles en el extranjero como puertos y fábricas, el Congreso estableció en 2018 una institución para combinar financiamiento gubernamental con inversiones privadas para proyectos como el proyecto ferroviario transafricano en Angola.
En general, China gastó 1.34 billones de dólares en casi 18,000 proyectos de desarrollo en el extranjero entre 2000 y 2021, promediando alrededor de 61,000 millones de dólares al año, detalló AidData.
Estados Unidos distribuyó 1.24 billones de dólares en ayuda exterior, incluida la asistencia militar, entre 2001 y 2023, según el laboratorio de investigación.
La USAID, creada durante la Guerra Fría para contrarrestar la influencia soviética, es el mayor actor del gobierno de Estados Unidos en la ayuda exterior. Pagó 43,800 millones de dólares en 2023, añadió AidData. Eso equivale a menos del 1% del gasto total anual del gobierno.
Debido a las diferencias en los tipos de proyectos financiados, es poco probable que China intervenga a medida que Estados Unidos se retire, pero Beijing aún gana porque la ayuda exterior se trata de construir relaciones y buena voluntad, dijo Samantha Custer, directora de análisis de políticas en AidData.
“Estos países están observando a Estados Unidos y cómo se relaciona con sus socios y sus trabajadores, y están determinando si Estados Unidos es un socio económico y de seguridad confiable, y cada vez hay más preocupaciones de que no lo somos”, indicó Custer.
Eso avivará la narrativa de Beijing de que es un socio responsable y un líder global mientras siembra dudas sobre Estados Unidos, agregó.
China Labor Watch, con sede en Nueva York, que monitorea las condiciones laborales e investiga prácticas como el uso de trabajo forzado en China, depende de financiamiento estadounidense para aproximadamente el 90% de su presupuesto, y la congelación de la ayuda ha obligado al grupo a despedir o poner en licencia no remunerada a la mayor parte de su personal en Estados Unidos, dijo su fundador Li Qiang.
China ahora tiene una apertura estratégica como la alternativa preferida para los países que buscan inversiones sin condiciones políticas, aseveró Salvador Santino Regilme, profesor asociado de relaciones internacionales en la Universidad de Leiden en los Países Bajos.
“La implicación más amplia de la congelación de la ayuda de Estados Unidos es un regreso a la diplomacia militarizada, donde el poder blando queda relegado en favor de la coerción de poder duro”, dijo.