El éxodo de nuestra clase médica durante las primeras décadas del siglo 21 no fue causado por la pérdida de plazas de adiestramiento post grado (residencias) que ocurrió en Puerto Rico tras la privatización a fin del siglo 20 de los hospitales públicos localizados fuera de Centro Médico que hasta entonces las patrocinaban. Como resultado predecible, las plazas totales de residencia existentes en PR se redujeron de 1,005 en 1993 a 761 en 2006, una notable reducción de 24%. Sin embargo, durante ese mismo periodo nuestra población médica continuó creciendo de alrededor de 7,000 miembros en 2000 hasta alcanzar un máximo de aproximadamente 12,000 miembros en 2010. Ese notable incremento se debió a que antes de 2010 pudimos retener consistentemente en PR un alto porcentaje de los egresados de nuestras cuatro escuelas de medicina y de nuestros programas de adiestramiento post grado (liderados ambos por la Escuela de Medicina UPR). El éxodo de médicos por retiro o emigración fue precipitado por la recesión económica de 2004 que también provocó la quiebra del gobierno, la quiebra de ASES y de ASEM, y el despido de 30,000 empleados del gobierno para 2010, y que impactó predominantemente los médicos establecidos en práctica privada que no pudieron sobrellevar el caos económico imperante. Para aquel entonces, la recesión económica todavía no había tenido efecto en los estudiantes de medicina, ni en los médicos que estaban adiestrándose en especialidades.
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A pesar de la recesión económica y de la ola migratoria imperante, nuestras plazas de adiestramiento post grado comenzaron a recuperarse desde 2006, lenta pero progresivamente, hasta lograr superar en 2024 con 1,030 plazas, las 1,005 plazas máximo que habíamos tenido en 1993. Varios hospitales públicos privatizados y nuevos hospitales privados se han ido incorporando lentamente en el patrocinio de programas de adiestramiento médico especializado. Mientras las plazas de residencia aumentaban según progresaba el siglo 21, nuestra población médica se achicaba hasta estancarse en alrededor de 10,000 médicos. A diferencia del éxodo de la primera década del siglo 21, esta vez el éxodo fue protagonizado por nuestros nuevos médicos formados y adiestrados en Puerto Rico.
Casi cuatro de cada diez plazas de residencia que operan en PR están siendo ocupadas por egresados de múltiples escuelas de medicina extranjeras encabezadas por la acreditada Escuela de Medicina de St. Kitts, las cuales han estado llenando completamente las plazas no ocupadas por egresados nuestros que han emigrado a practicar su medicina en EE. UU. Los egresados de St. Kitts, en apenas los últimos cinco años casi han equiparado a los de la Escuela de Medicina UPR, indiscutible líder tradicional, en la ocupación anual de plazas de internado y residencias de primer ingreso (PG1) en Puerto Rico.
El cuantioso desvío hacia EE.UU. de los egresados de nuestras escuelas de medicina está documentado por las emisiones de licencias de la Junta de Licenciamiento para la práctica de la medicina en PR, las cuales habían aumentado ininterrumpidamente de 170/año entre 1953 y 1980 (teníamos una sola Escuela de Medicina) a 390/año entre 1981 y 2000 (con cuatro escuelas de medicina), a 410/año entre 2001 y 2010 cuando alcanzamos la máxima población médica a pesar de la recesión, para finalmente caer a 250/año durante la segunda década del siglo 21, entre 2011 y 2017, cuando las aseguradoras de salud reforzaron su control absoluto de nuestro sistema de salud, intensificando sus medidas atemorizadoras, limitando la contratación de nuevos médicos, restringiendo acceso a pacientes, y controlando abusivamente pagos a médicos, hospitales y demás proveedores.
Los datos evidencian que aumentar las plazas de residencia en PR no es la principal solución a la falta de crecimiento de nuestra población médica, pues, aunque hubiese suficientes plazas para acomodar a los cerca de 300 egresados anuales de nuestras cuatro escuelas de medicina, son muchos los estudiantes que todavía continúan escogiendo a través del “matching program” ir a hospitales de EE. UU. a hacer su post grado. Un aumento de plazas, sin embargo, podría ser muy útil como complemento para fortalecer algunas especialidades que han experimentado una merma significativa en su membresía.
Nuestro mayor reto es reconocer que la producción de médicos es adecuada y que la retención es la clave hacia el futuro. Que es totalmente insensato echarle la culpa erróneamente a la falta de plazas de adiestramiento. Si el aumento de plazas hubiese sido la solución correcta, la cantidad de médicos practicando medicina en Puerto Rico debió haber crecido al ritmo de las plazas desde 2006, lo cual no ha ocurrido. Tenemos que establecer estrategias que puedan realmente detener el salidero de médicos hacia EE. UU., como hicimos por muchas décadas y aún en los primeros años de la recesión, para que podamos restablecer nuestra altamente cualificada red de especialistas que lideró con excelencia nuestro sistema de salud durante el pasado siglo, una plantilla ejemplar que ha prestigiado la medicina puertorriqueña en los distintos lugares donde se han establecido muchos de nuestros egresados. Tenemos que incentivar con efectividad el que una mayor cantidad de nuestros galenos permanezcan en la isla para servirle a nuestra gente.
Un agravante que ha imposibilitado el entendimiento claro y preciso de la fuga de médicos ha sido la falta de datos oficiales que nunca hemos tenido, y que tanta falta nos hacen hoy, para monitorear y medir continuamente la cuantía evolutiva de los distintos profesionales de la salud en Puerto Rico. Durante estos años de prolongado estancamiento de nuestra población médica, el Departamento de Salud no ha logrado internalizar que primero tenemos que definir la magnitud y el patrón del éxodo. El Departamento de Salud no ha podido cuantificar con certeza la cantidad de médicos que se están yendo, ni los que están regresando, ni los que aquí verdaderamente quedan activos practicando medicina, datos que la Junta de Licenciamiento tampoco parece saber. Ni tan siquiera se ha conversado con muchos de esos médicos que nos han abandonado para conocer sus verdaderas motivaciones para emigrar y para utilizarlas como un firme punto de partida para implantar medidas correctivas inteligentes, razonables y bien documentadas.
Claro que necesitamos más médicos en Puerto Rico. Pero los queremos bien cualificados y adiestrados como hemos hecho exitosamente por ocho décadas, desde que nos insertamos en la educación médica acreditada en 1954. Jamás deberíamos recurrir a las improvisadas residencias criollas no acreditadas que inexplicablemente endosan algunos funcionarios del Departamento de Salud y de la Junta de Licenciamiento, las cuales definitivamente provocarían la degradación de la alta calidad de medicina que ha caracterizado a los médicos formados y adiestrados en las cuatro acreditadas escuelas de medicina puertorriqueñas.