En un mundo cada vez más afectado por el cambio climático, el escritor y activista ambiental Santiago Aparicio Velásquez se ha propuesto ofrecer una herramienta accesible y educativa para comprender esta crisis global.
Con El ABC visual del cambio climático, un libro de bolsillo ilustrado, Aparicio Velásquez busca simplificar los complejos desafíos ambientales para inspirar a la acción, especialmente entre las nuevas generaciones.
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En esta entrevista para Metro, exploramos su visión sobre temas cruciales como la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París, la COP16 de Cali y la necesidad de comprender y actuar frente a la crisis climática.
¿Qué opina de la separación de Estados Unidos bajo el mandato del presidente Trump del Acuerdo de París?
–Los problemas globales deben abordarse colectivamente, pues todos estamos en el mismo planeta y de todos depende la estabilidad. En este sentido, el retiro de EE. UU. del Acuerdo de París es un tema que genera preocupación por el impacto que puede tener en los planes para evitar el agravamiento de la situación climática actual.
La influencia política y la posición de este país como el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero (14%) son determinantes para avanzar o retroceder en esta tarea. Sin embargo, es importante recordar que, durante la primera administración del presidente Trump, también se ordenó el retiro del Acuerdo de París, decisión que fue revertida por el presidente Biden en 2021. En ese momento, el retiro generó una reacción positiva de múltiples ciudades, estados y empresas del país, que impulsaron acciones climáticas contundentes. Dado que hoy todos sienten los efectos del cambio climático tocando la puerta de sus hogares y negocios, considero que habrá una movilización incluso mayor que la vez pasada.
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¿Qué lo motivó a escribir El ABC visual del cambio climático?
–Mi motivación nació de la necesidad de cerrar la brecha entre la comprensión de la crisis climática y la acción concreta. Después de años trabajando en proyectos ambientales y asistiendo a cumbres internacionales de cambio climático, noté que la crisis no siempre se explica de manera clara y accesible. Este libro es mi aporte para simplificar conceptos complejos, inspirar acciones y adaptar soluciones a distintos contextos.
En el libro, menciona que “el cambio climático sube en ascensor, pero las soluciones van por las escaleras”. ¿Podría profundizar sobre esta analogía y cómo se relaciona con la urgencia de actuar frente al cambio climático?
–Los cortes de agua en ciudades como Bogotá y los incendios que han afectada la calidad del aire que respiramos, y que han llevado incluso hasta la suspensión de las jornadas de jardines infantiles, son señales claras y directas de los impactos del cambio climático.
La crisis ambiental avanza rápido, como si subiera en ascensor, mientras que las soluciones avanzan lento, como si fueran por las escaleras. Esto hace que siempre vayamos un paso atrás. Los cambios son rápidos y los desafíos enormes, pero ni la ciencia ni las políticas públicas logran responder con la velocidad y alcance necesarios. Además, la implementación de soluciones y la asignación de recursos no ocurren al mismo ritmo en todas las comunidades y territorios, lo que agrava aún más el problema.
¿Cuál considera que es el papel de los jóvenes en la lucha contra el cambio climático?, ¿por qué cree que son tan claves en este proceso?
–Las estructuras del poder, centradas en esquemas centralizados, donde hay un individuo líder y una serie de instituciones, han venido demostrando que no responden al creciente sentido crítico que hoy acompaña a las generaciones más jóvenes. Es por esto que hay un crecimiento exponencial en las protestas y reclamos en las calles.
El poder descentralizado que ejercen los jóvenes, como actores políticos y consumidores de bienes y servicios sostenibles, es imparable y determinante para inclinar a los políticos, que dependen de los votos, y líderes de empresas, que dependen de sus compradores, a que cada vez escuchen más la ola que crece con constancia y contundencia.
Es en la juventud, en la adolescencia, cuando es más fácil imaginar futuros posibles, tener certeza de que todo es posible y que la realidad se construye cuestionando, retando y teniendo una energía incansable para materializar acciones manteniendo viva la esperanza. Necesitamos el impulso de las nuevas generaciones para impulsar la acción.
El libro aborda ejemplos prácticos, como los retos en la producción de productos como la cerveza, la miel y el chocolate. ¿Cómo ilustran estos ejemplos los efectos tangibles y cotidianos del cambio climático?
–El cambio climático impacta nuestra vida diaria de maneras que a veces no percibimos. Productos cotidianos como el café, el chocolate, la miel y la cerveza enfrentan desafíos debido a las variaciones climáticas.
Por ejemplo, el café debe cultivarse en zonas más altas para adaptarse a nuevas temperaturas, mientras que el cacao enfrenta condiciones adversas que afectan su producción. La sequía y la escasez de agua reducen la disponibilidad de cebada y ponen en riesgo la producción de cerveza, que depende en gran medida del agua. Incluso, la refrigeración de alimentos y bebidas se ve afectada cuando las hidroeléctricas, que dependen de lluvias constantes, no generan suficiente energía. Estos ejemplos nos recuerdan que la crisis climática no es un problema lejano, sino una realidad que influye en lo que consumimos cada día.
El tema de los migrantes limáticos es algo que también menciona en su libro. ¿Cómo ve que Colombia está preparándose para este fenómeno y qué medidas se deberían tomar?
–Según el científico japonés Taikan Oki, si las tendencias actuales continúan, hasta 1,200 millones de personas podrían migrar para 2050. Colombia no es la excepción, y dada su vulnerabilidad al cambio climático, en especial la ocurrencia de eventos extremos más frecuentes e intensos, como inundaciones y sequías, y la afectación en la disponibilidad de agua y tierras productivas que brinden las condiciones para permanecer en un lugar, estará viendo olas de migrantes superiores a las vistas por las generadas por la violencia.
Para minimizar las migraciones por temas climáticos en Colombia, es de gran relevancia fortalecer el enfoque preventivo sobre los riesgos previsibles y tomar las medidas para adaptarnos al cambio climático y tener mayor resiliencia ante los impactos. Entre estas, pueden estar la protección las fuentes hídricas, el uso eficiente del agua con sistemas de riego, la promoción de cultivos resilientes, la protección y restauración de nuestra biodiversidad y la aplicación de una planificación urbana que considere el nuevo escenario.
Uno de los temas recurrentes en su trabajo es la necesidad de tomar acción ahora frente a los efectos del cambio climático. ¿Qué considera que deberían hacer los gobiernos y las sociedades para frenar estos efectos antes de que sea demasiado tarde?
–Primero, comprendo; luego, actúo. El primer paso es comprender la crisis climática, reconocer la urgencia de actuar y entender que, aunque el esfuerzo debe ser colectivo, cada acción cuenta, y mucho. Por eso, la inversión en educación ambiental en todos los niveles debe ser una prioridad. Muchos dirán que no hay tiempo para comprender y que hay que actuar ya, pero es un hecho que la acción sin comprensión y sin fundamento científico puede llegar a ser estéril. La confianza en la ciencia climática ha avanzado y nos sirve de bitácora, disminuyendo la incertidumbre existente.
La identificación de la mejor acción en cada escala –sea de gobierno, empresa, ciudadanía u otras– surge de comprender la crisis climática, entender el contexto particular, el área de influencia y dónde podemos tener mayor impacto.
Para aquellos que se sienten pesimistas o creen que el cambio climático ya no tiene solución, ¿qué les diría usted para incentivar la acción?
–La humanidad ya ha demostrado que, con colaboración y ciencia, puede superar desafíos globales. Un ejemplo es el Protocolo de Montreal: cuando se detectó el adelgazamiento de la capa de ozono en los años ochenta, más de 190 países acordaron eliminar los químicos dañinos, logrando su recuperación gradual. Este éxito destaca que, unidos, podemos cambiar el rumbo y proteger nuestro planeta. Aunque el cambio climático es un reto monumental, tenemos las herramientas y el conocimiento necesarios para actuar. Cada esfuerzo, por pequeño que parezca, suma en la construcción de un futuro más sostenible para todos. Debemos mantener el positivismo consciente, que reconoce el riesgo, pero logra canalizar la energía hacia la acción con coraje y esperanza.
En su experiencia como director de la Americas Flyways Initiative, ¿cómo afecta el cambio climático a la biodiversidad de las aves migratorias y qué podemos aprender de este fenómeno para enfrentar otras consecuencias del cambio climático?
–Las aves migratorias son especies indicadoras: su bienestar refleja la salud de los ecosistemas y, por ende, de los humanos. Con el cambio climático, estas enfrentan mayores obstáculos en sus rutas, como la pérdida de los hábitats que les brindan refugio, alimentación y las condiciones especiales para su reproducción, amenazando así su supervivencia. Su declive poblacional muestra los impactos de la degradación ambiental y sirve como una alerta temprana de las consecuencias que estamos enfrentando.
Aunque las aves, descendientes de los extintos dinosaurios, han ido adaptándose y tienen la flexibilidad de variar, en algún grado, sus rutas de vuelo y lugares de llegada se han visto afectados por los impactos del cambio climático. Esto nos enseña la importancia de preservar ecosistemas y actuar de forma preventiva para mitigar sus efectos en todas las formas de vida, incluyéndonos como especie.
Finalmente, ¿cómo ve el futuro del planeta? ¿Está optimista con respecto a las soluciones posibles o cree que el camino hacia la sostenibilidad será más largo de lo que pensamos?
–El futuro del planeta dependerá de nuestra capacidad de actuar con urgencia y determinación. Las amenazas climáticas y la pérdida de biodiversidad avanzan de manera silenciosa, pero contamos con la ciencia, la creatividad y la colaboración para generar soluciones efectivas.
La clave está en despertar como especie, comprender la magnitud del problema y priorizar acciones que aseguren un futuro habitable para las próximas generaciones.