Los casos que se han hecho públicos en esta última semana nos lo dejan claro. Para quien no se había dado cuenta- que nuestro sistema de salud no se encuentra en buen estado. Y lo peor del caso es que a quienes se encargan de aprobar o rechazar las partidas presupuestarias del Gobierno parece importarles muy poco. Primero vimos el caso de la presentadora Saudy Rivera. Con sorpresa muchos escuchaban aquel relato en el que llevó a su esposo con urgencia, según ha trascendido, al Hospital Ashford en Condado en donde, a pesar de los síntomas de derrame cerebral y la evidente emergencia, se le pidió que tomara un turno y se sentara. Saudy relata que por consejo de una amiga manejó hasta el Hospital Cardiovascular en dónde, -a pesar de la emergencia- una doctora le cuestionó qué hacía allí.
“Las máquinas están dañadas”, le explicó con posterioridad en referencia al equipo de CT Scan, no sin antes señalar a otros dos pacientes que aguardaban en la sala de espera y por los que podían hacer muy poco sin las mencionadas máquinas.
El tiempo seguía su curso y es precisamente lo que no abunda en este tipo de casos. De inmediato comenzó la carrera para intentar conseguir algún otro hospital dentro del complejo del Centro Médico para conseguir dónde atender a su esposo. No pudo conseguirlo. La respuesta llegó en el Hospital Menonita. Un caso similar presentaba la periodista Milly Méndez en el programa “Cuarto Poder” de Wapa.
Allí, la señora Ana Torregrosa denunció cómo su hija, embarazada de gemelos, fue alejadamente mal atendida en el centro Médico luego que se le indujera el parte a las 36 semanas. A pesar de tener presión alta se le pidió que continuara con el parto. Denuncia la mujer que el problema principal era la falta de enfermeras de experiencia y que las que allí atendían tuvieron que llamar a otras para que les instruyeran sobre los pasos a seguir para asuntos tan básicos como la colocación de un suero.
Falta de equipo y escasez de enfermeras son situaciones cotidianas en nuestro sistema de salud. Para atenderlas se requiere presupuesto adecuado. Dinero para equipos y materiales, por una parte. Por otra, capital para pagar los salarios que permitirían retener al personal e enfermería. A ello hay que añadir el caos de los planes médicos que, durante años se han resistido a aceptar a médicos recién graduados en sus redes, aun cuando la isla vive una escasez evidente de especialistas. Y no porque la isla no los produzca.
Cada semestre se gradúan médicos de múltiples disciplinas. Pero si no se les permite entrar a las redes de los planes médicos, irremediablemente se ven obligados a abandonar el país. ¿Qué hace el Estado para arreglar esto? Nada. Y esa inacción que exhibe administración tras administración solo podría explicarse con los informes que apuntan a cómo el capital vinculado a ejecutivos de planes médicos llega a las campanas de los principales partidos políticos. Y al final, nos queda un problema desatendido y la falta de ganas para atenderlo. El billete del sector privado que resulta intocable, por una parte. Por otra, la falta de billete en el sector público que evita que lo que queda del sistema de salud tenga los recursos necesarios para atender adecuadamente a quienes llegan a recibir servicios. A pocos parece importarle el asunto. Claro está, cambia cuando la deficiencia del sistema nos toca de manera directa. Nos toca a todos exigir atención. Acciones concretas. De esas que sí podrían resolver el asunto. De los aspavientos de campana con pocas consecuencias ya hemos tenido muchos. No esperemos a que nos toque el asunto de cerca para darnos cuenta de lo que ocurre. En este caso, si en alguno, alguna vez, debemos aprender por cabeza ajena.