Los casos son dolorosamente frecuentes. Y ayer, Día de la Recordación, tuvimos múltiples recordatorios de lo que experimentan muchos de los hombres y mujeres que regresan con vida desde el campo de batalla.
Hablo del abandono del Gobierno que les recluta para formar parte del servicio militar y que, una vez de vuelta a sus casas, marcados por los traumas de la guerra, apenas reciben el respaldo necesario.
¿Muestras? La semana arrancó el domingo con el caso de un veterano de 39 años que mato a su padre en Arecibo. El hombre, un ingeniero, era veterano de Irak y hace muy poco se mudó a Puerto Rico desde Carolina del Norte. Según me contaba su madre, no había antecedentes que anticiparan esta tragedia. A no ser el descuido de su condición de salud. Adoraba a su padre y con él pasaba el día. Había salido a buscar comida para ambos. Pero al regresar, sin razón aparente, el hombre le echó el carro encima a su padre y luego le apuñaló en múltiples ocasiones con un cuchillo. “Tienen que ayudarlo”, me decía ayer su madre, doña Rommy Martel, entre lágrimas. “No había logrado una cita presencial en Puerto Rico. Por la pandemia todo era teleconsulta. Pero él necesitaba sus medicamentos. Él me contaba las atrocidades que vio. Niños muertos...Temo que ahora se le meta algo en la cabeza y se haga daño”, rogaba la mujer ante las cámaras de Noticentro.
El caso del hombre se daba a solo horas de otro caso en el que otro veterano había abandonado en plena calle el carro en el que viajaba con su esposa y, acto seguido, se había metido a la costa. El hombre apareció con vida, flotando sobre la rama de un árbol, cerca de la Unidad Marítima de la Policía de San Juan. Pero añada más a la lista. A veces olvidamos con facilidad. ¿Qué tal el caso de Michael Donato? ¿Lo recuerda? El hombre de 53 años que mató a su hermano e hirió a su padre en Bayamón por allá por el 2019. O aquel veterano que mató a su hijo de 8 años e intentó hacer lo mismo con su esposa y otro de sus hijos antes de suicidarse, allá en el 2012. O más recientemente Dunta Head, el veterano estadounidense de 53 años original de Chicago señalado por haber descuartizado a una mujer cuyo torso fue encontrado dentro de una maleta.
Un caso tras otro tiene como telón de fondo las penurias de muchos veteranos que quedan desprovistos de la asistencia requerida. Que son despachados con lo que sus familiares denuncian como una atención médica deficiente y superficial, en ocasiones limitada al pastilleo y el poco seguimiento. Son, en definitiva, los que sobreviven a la guerra pero luego batallan arduas luchas por mantenerse estables y al servicio de las comunidades y familias a las que se reintegran. Sus voces son limitadas. El Procurador del veterano habla sobre el tema, si se le pregunta, pero no es una voz constante a la hora de denunciar las condiciones de vida de estos hombres y mujeres que regresan con mucho para aportar, pero que -en algunos casos- deben ser auxiliados en esa batalla por reprender sus demonios.
Es lo que tienen algunas promesas. Son de corta duración. Y esa indiferencia incluso cuesta vidas. Así se les paga