Quien realmente crea que dentro del Partido Nuevo Progresista (PNP) no hay división, pues se equivoca. Es evidente que la comisionada residente, Jenniffer González, retomó su estrategia, adoptada desde la gobernación de Ricardo Rosselló, de verbalizar críticas constantes al gobernador de su propio partido.
Podemos pensar que se trata de un desempeño fiscalizador en beneficio del pueblo. También podemos pensar que se trate de una estrategia para socavar la figura de un gobernador de su partido para inhabilitarlo como candidato a la reelección y ella aspirar la gobernación.
Eso ya pasó con la ex alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz, y el exgobernador Alejandro García Padilla entre el 2015 y 2016. Era obvio el interés de Cruz de ser gobernadora, sin embargo, tener un residente de Fortaleza de su propio partido hacía cuesta arriba retarlo directamente. La ex alcaldesa se volvió una crítica constante de García Padilla con la obvia intención de socavar su liderato, provocar que la popularidad de éste se afectara, decidiera no correr por la inviabilidad de su candidatura y entonces ella hacer su entrada “triunfante”. Al final de camino García Padilla no fue a la reelección, sin embargo, el plan no le salió a la ex alcaldesa, como parecía esperar. La aspiración de David Bernier frenó a Cruz. Ella no tenía los números, algo que fue validado en la primaria para la candidatura a la gobernación del 2020 en el PPD, donde Cruz llegó tercera, solo porque no había 5 candidatos.
Jenniffer González era de línea de partido y no tenía apetito de fiscalizar a los suyos. Del 2009 al 2012 fue presidenta de la Cámara de Representantes y Luis Fortuño era gobernador. ¿Alguien cree que durante la administración de Fortuño no hubo tela para fiscalizar? Como en toda administración, hubo de sobra. Sin embargo, González guardó silencio, no criticaba o fiscalizaba a Fortuño. ¿Cuándo cambió?
Nadie puede dudar que Jenniffer González es una figura fuerte dentro de su colectividad y que tiene mucho arraigo en ese electorado. Ha trabajado desde abajo y ha ido creciendo en un ambiente machista y lleno de prejuicios. Luego de presidir la Cámara, su aspiración era ir a la reelección en el 2016. Sin embargo, la primaria entre Pedro Pierluisi y Ricardo Rosselló se perfilaba muy cerrada y la amplia ventaja que llevaba el hijo del ex gobernador iba esfumándose. Rosselló luchaba contra la percepción de que era muy joven, que no tenía experiencia. Su apellido era una navaja de doble filo porque dentro del PNP hay sectores que lo idolatran y otros que lo repelen. Ricardo Rosselló necesitaba una figura que reforzara su candidatura por lo que convencen a González para que se una a Rosselló, lo apoye y conformen un binomio. El triunfo en la primaria Rosselló se lo debe a González. Ya para la gobernación, en una elección abierta, el triunfo de Rosselló fue más por sus méritos y no dependió tanto de González.
Pasada la elección, con razón, González entendió que si su figura fue decisiva para que el protagonista electoral del partido triunfara en la primaria y en la elección general, entonces ¿por qué no ser ella la protagonista?. Fue en ese entonces que Rosselló se convirtió en su tarjeta. Sus críticas no se dan “por el bien del pueblo”. Repito, “por el bien del pueblo” pudo fiscalizar a Luis Fortuño y miró para el lado. En la política, cuando una figura tiene una meta, no hay lealtad que valga a candidato, gobernador o a partido. El interés personal, si existe la oportunidad de lograr la meta, siempre irá por encima de lo que sea.
Ciertamente Ricardo Rosselló tuvo que renunciar porque su partido lo abandonó. Jenniffer González fue la primera en pedir su renuncia. De otra parte, Johnny Méndez, aliado de González, inició los procesos para encaminar un proceso de residenciamiento contra el ex gobernador. Posterior a eso, con la renuncia de Rosselló, Jennifer González expresó su interés en ser la sucesora, pero Wanda Vázquez le cortó el vuelo al aceptar la gobernación, por lo que, eventualmente la ex mandataria se convirtió en la nueva tarjeta de la comisionada residente. Ya en ese caso no era tanto para convertirse en candidata porque la primaria entre Vázquez y Pedro Pierluisi estaba “casada”. González no iba a involucrarse en una contienda primarista en la que no había certeza de qué ocurriría con la gobernación en las elecciones del 2020, luego de un cuatrienio muy turbulento para la palma.
Tan es así que, aún cuando el Partido Popular Democrático sufrió una hemorragia que benefició al MVC y al PIP, el PNP gana por solo .5%. La fiscalización de González a los suyos en ese año, aunque más suave para no cargar con la culpa si el PNP perdía, era más bien para el beneficio político personal de proyectarse como una líder que piensa más en el pueblo que en el partido. La verdad es que ese político que piense primero en el pueblo no existe.
Hoy vemos a González volver a la carga contra el liderato gubernamental de su propio partido. Ciertamente mantiene su esfuerzo de inhabilitar cualquier obstáculo que se ponga en su camino para llegar a la gobernación, así sea dentro de su propio partido. Sin embargo, estratégicamente adopta causas que el gobernador Pierluisi ha abandonado, como el exigir con acciones un mejor servicio de LUMA. Ese es el Talón de Aquiles de Pierluisi, quien decidió que su bandera es LUMA y mientras más falla el sistema eléctrico, más el gobernador sirve de abogado público de la empresa. Jenniffer González lo tiene medido y si ella tiene los números, quizás rete al gobernador. La subsistencia de Pierluisi dependerá de sus movimientos políticos. El gobernador subestimó a Ricardo Rosselló en el 2016 y su sobre confianza le costó la primaria. Creo que en estos momentos está subestimando la antipatía que crece contra LUMA y su sobre confianza podría costarle, en esta ocasión, una primaria frente a Jenniffer González.