La naturaleza, las condiciones económicas y la pandemia aparentan estar mandando un mensaje alto y claro al pueblo de Puerto Rico. Tenemos que transformar nuestra manera de vivir, y esto incluye, nuestra visión de gobierno. Cuando algunos habitantes de esta Isla, y los que nos gobiernan, aparentan seguir como si aquí no hubiese pasado nada y volver a la “normalidad”, es un sueño, una quimera. Aquí no hay vuelta a normalidad alguna. Aquí hay que transformar lo viejo con visión de futuro, y construir lo nuevo con sacrificio, solidaridad y trabajo. No debe haber apego a otra cosa que no sea actuar con determinación, honestidad, responsabilidad, valor, afecto a la familia y la comunidad, reestructurando el andamiaje gubernamental completo, incluyendo los municipios, para poder mirar al futuro con esperanza. No nos pueden seguir gobernando los mismos, es tiempo de quitarle las riendas de nuestro destino.
Si no nos queremos ir de aquí, y no queremos que nuestros hijos hagan familia en otras coordenadas, tenemos que dejar los estribillos simples, las narrativas construidas sin sustancia y los llamados a inmolarnos en sentimientos patrioteros e identitarios que no llevan a otro lugar que a un callejón de indignación, irreverencia, violencia y autodestrucción. Nos venden la idea que un pueblo rabioso en las calles, mandando a los gringos pa’ sus casas, tumbando a los de “arriba”, es la esperanza. Es un discurso de agendas ocultas, desarrollado por colmillus ideológicos cuyo único dios son sus deseos de poder, y cuyo resultado históricamente ha desembocado en mayor pobreza, corrupción y dependencia del Estado.
Ese mismo discurso simple que hoy nos tratan de vender por YouTube, Twitter y Facebook, revestido de una intelectualidad pobre y empaquetado en puro márquetin postmoderno iconoclasta, es el mismo discurso que nos vendieron el PPD y el PNP por años. Es la misma paleta con diferente palito.
Así nos vendieron el Pan, Tierra y Libertad que desembocó en la hegemonía política de un partido que se creyó realeza, apoyado por familias de nombres de alcurnia que por solo mencionar sus apellidos han encontrado hasta hoy espacio en toda institución en nuestra Isla. Le vendieron al pueblo que el ELA era la esperanza, pero fue tan sólo un espejismo. Por otra parte, es el mismo discurso que vendió el alegado progresismo del PNP, con la estadidad jíbara, patriótica y de un discurso de reivindicación de la pobreza a través de los fondos federales. Le vendieron al pueblo que la Estadidad era la esperanza, pero nunca han traído la Estadidad.
Es tiempo de transformación, sí. Es tiempo de derribar el bipartidismo y la corrupción que ha quebrado a nuestro pueblo por décadas. Estamos en una coyuntura histórica importantísima, en donde la dirección de nuestro pueblo no se le puede entregar a los colmillus de izquierda, ni a los de derecha. El dolor y la carencia que sufre Puerto Rico es real, se siente en las calles. Pero ese dolor no se aplaca con espejismos, promesas ilusorias o la violencia.
Ese dolor y carencia se aplaca con la calidad de vida que brinda salir de la dependencia, de saberse capaz de poder emprender y desarrollar una familia en nuestra tierra. Para lograrlo, necesitamos lideres que estén dispuestos a amar a Puerto Rico. Ese amor no se demuestra en posts, videos, canciones, discursos o panfletos. Ese amor se demuestra en actos concretos de sacrificio, solidaridad, empatía, determinación, honestidad, responsabilidad personal y defensa de las libertades individuales que son la fuerza de nuestras familias y nuestras comunidades. Esos son los líderes que necesitamos al frente de nuestros gobiernos e instituciones. No es tiempo de escondernos detrás del cinismo, la derrota o el escapismo. Es tiempo de dar un paso al frente por Puerto Rico.