Puerto Rico no está preparado para enfrentar los retos que nos trae el futuro cercano. No está preparado por un sinnúmero de factores políticos, sociales, económicos, naturales, espirituales y humanos. Tenemos que aprender de nuestro pasado, y como pueblo, enfrentar lo que se avecina con fuerza, sabiduría, vigor y entereza.
Se avecina uno de los peores inviernos que el mundo occidental ha experimentado en los últimos 60 años. La crisis en Europa, su lucha por el acceso al gas como consecuencia directa de la guerra Rusia-Ucrania-Europa-USA, tendrá repercusiones grandes en Puerto Rico y el mundo. Enfrentaremos esa realidad saliendo de un huracán, con un sistema energético en coma, con una AEE en quiebra y con pocas probabilidades de poder llegar a acuerdos razonables sobre cómo manejar su deuda. Con la administración de la transmisión y distribución de la energía en Puerto Rico en manos de un nuevo operador privado, con poca experiencia en el manejo de las particularidades de nuestro sistema anquilosado. Pero los retos de LUMA no son solo administrativos. Luma enfrenta una pobre percepción pública, habiendo demostrado un pobre manejo de crisis en medio de una lucha política/económica inmisericorde en la cual ha jugado todas sus cartas casándose con el partido político en el poder, aquí, y en Estados Unidos. A eso le sumamos la privatización de los puertos turísticos, y próximamente de la generación eléctrica. Ambos procesos dirigidos por una agencia cuyo liderato ha demostrado una gran falta de carácter.
Pero los vientos huracanados de los problemas antes descritos no son lo único que trae esta tormenta. Las aguas torrenciales que causan el estancamiento de los desembolsos billonarios de fondos federales para la de Puerto Rico no cesan. El gran surtido de agencias federales y estatales, cada cual con su autoridad parcial y sus procesos específicos de cumplimiento componen un enramado de escombros que imposibilitan el paso. Cuéntenlas, el Departamento de Energía federal, FEMA, el Departamento de Vivienda federal y estatal, el negociado de energía, la AEE, LUMA, P3, el COR3, el Programa de Política Pública Energética de Puerto Rico, el DDEC, y como si fuera poco, la Junta, los bonistas de la AEE, la Juez Laura Taylor Swain y el Congreso de los Estados Unidos de América. Todos tienen injerencia, pero nadie esta a cargo y todos se entorpecen en el uso de sus facultades unos a otros. Para muestra un botón basta. De los 12 billones asignados desde María para la reconstrucción del sistema eléctrico de Puerto Rico se han desembolsado 40 millones.
Todo lo anterior sin mencionar que acabamos de llegar a acuerdos de reestructuración de deuda que nos ponen a caminar sobre el filo de una navaja fiscal y que han condenado a la población más grande que tiene Puerto Rico, la envejeciente, a vivir en la pobreza, y a nuestros jóvenes a emigrar. El escrito que juzga al liderato político, económico y social que Puerto Rico ha tenido por los últimos 40 años está en la pared, fueron pesados en balanza y no dieron la medida necesaria. (Daniel 5:25). Sus carencias no fueron de capacidad intelectual o administrativa. En esencia fue un liderato con penuria de carácter, que se tradujo en el deterioro de todas nuestras instituciones. Tenemos que hacer un alto como pueblo y preguntarnos donde está el camino a seguir. No podemos seguir viviendo en un lugar donde no hay puertas, solo espejos. Me niego a pensar que Puerto Rico esta destinado a desembocar en una “eternidad que no desemboca”.
Sigo insistiendo, para enfrentar la tormenta perfecta que se avecina, necesitamos de un liderato entendido en los tiempos que vivimos, que esté dispuesto a servir con carácter y desprendimiento. Que no esté dispuesto a sacrificar las instituciones fundamentales que han sido los pilares de la sociedad ante los dioses de la progresividad social y económica. El futuro de Puerto Rico está en la defensa de la dignidad de la persona, la familia y el resguardo de una comunidad vibrante que pueda emprender con libertad, sin ataduras ideológicas e identitarias. Puerto Rico necesita personas de carácter, compromiso, valor, moral y ética de trabajo. A esas personas, sin importar su afiliación política, Dios y la historia le hacen un llamado.