Recientemente compartía un rato en familia, el centro de atención era mi nieta, quien corría, jugaba y compartía con el grupo recibiendo muestras de amor y cariño. Estoy seguro de que dicha escena se repite en múltiples familias en alrededor de todo Puerto Rico.
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No obstante, también hay muchas familias pensando, discutiendo, pero sobre todo, sufriendo, la enfermedad complicada de alguna “pequeña o pequeño” del grupo, lo dificultoso de acceder a servicios médicos, lo terrible de no tener dinero para una operación o tratamiento médico, todo se convierte en una odisea para la familia garantizar ese acceso a la salud.
De igual forma, existen miles de niñas y niños que cada día su felicidad, su sonrisa, su derecho a vivir feliz se encuentran destruidos. Son las niñas y niños que viven y sufren en un ambiente de violencia, maltratados, golpeados, torturados, atacados sexualmente, en espera de ser rescatados, apoyados, pero sobre todo queridos.
Hoy, van rumbo a su salón de clases, miles de niñas y niños que su ejercicio de su derecho a la educación ha sido trastocado por huracanes, terremotos y la pandemia, pero sobre todo por la falta de empatía, burocracia, empatía y voluntad para comprender y actuar para que nuestra niñez, puedan leer y escribir, pensar libremente, mirar hacia el futuro con esperanza y libertad.
En particular las niñas y niños del programa de educación especial que han sido maltratados institucionalmente por décadas y, aún hoy, continua la lucha de sus familias por garantizar sus derechos.
Nuestra niñez tiene derecho a tener un techo donde vivir, a tener seguridad alimentaria, un medio ambiente seguro, es su derecho la recreación, el acceso igualitario a la tecnología, al deporte, a las artes, la cultura y a una vida plena. Siempre se dice que nuestra niñez es el futuro, pero si no miramos y comprendemos los horrores del pasado, la negación de sus derechos y justicia social, la negligencia constante del gobierno, ese futuro continuará en riesgo permanente.
Para hablar de nuevas políticas públicas, de transformaciones sociales y económicas, de reconstrucción de la nación, es imperativo tener presente como protagonistas a las niñas y niños de nuestra patria.