No importa en qué rincón en Puerto Rico usted hable en estos días con un popular, el tema será el mismo: las enmiendas al reglamento y la asamblea que se acerca. Y aunque el tema se circunscriba a eso, lo que está en juego es mucho más que un reglamento. De lo que se trata la decisión que tomarán los delegados populares es del tipo de partido queremos. El resultado va a definir si queremos un PPD que, contrario a su tradición democrática, elimine de golpe y porrazo el voto a miles de populares o si queremos un PPD que garantice ese sagrado derecho para sus militantes y para el País.
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La decisión del próximo 13 de noviembre definirá el tipo de partido que le presentaremos a Puerto Rico; si seremos un partido que fomenta los procesos democráticos, que cumple sus promesas, o un partido que cambia las reglas de juego una y otra vez para acomodar agendas. No podemos ser alternativa si nuestros procesos internos no son participativos y si no somos fieles a nuestros valores más fundamentales.
De un repaso a la historia del PPD salta a la vista la importancia suprema que nuestra institución le dió desde su nacimiento al derecho al voto. Sobran las historias en las que Muñoz Marín recalcaba a los puertorriqueños lo sagrado del voto y lo inaceptable de cederlo, venderlo o desperdiciarlo.
Siendo así; resulta incomprensible que hoy, 84 años después de la creación del PPD, el debate interno gire en torno a una determinación de la Junta de Gobierno que le quita el voto a cientos de miles de populares para elegir a su Presidente. Como dije al inicio, esta decisión es mucho más que un reglamento, se trata de nuestra esencia y de demostrar de qué estamos hechos. Por eso, para defender al PPD tenemos que votar que no a las enmiendas propuestas. Creo que en esta coyuntura en la que tendremos que defender nuestro voto una vez más, es propio usar una frase familiar para nuestro partido desde el 1980: ¡a las trincheras!