Cuando el presidente Biden ganó en Georgia y Arizona camino a la Casa Blanca en 2020, muchos republicanos calificaron el resultado como una casualidad, un resultado fuera de la norma producto de las condiciones provocadas por la pandemia mundial.
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La elección de segunda vuelta del martes pasado en el Senado en Georgia, junto con los resultados de las elecciones de noviembre en Arizona, demostraron que ese argumento era erróneo. Los dos estados, ambos sólidamente republicanos hace solo unos años, ahora tienen cuatro senadores elegidos como demócratas por períodos completos de seis años.
El resultado de mitad de término deja en claro que el campo de batalla político de la nación ha cambiado: el camino hacia la Casa Blanca en 2024 atravesará el sur y el suroeste. Los grandes estados industriales que bordean los Grandes Lagos, que dominaron los últimos ciclos electorales, siguen siendo importantes, pero ya no parecen ser determinantes.
Eso no solo cambiará dónde hacen campaña los candidatos presidenciales, sino también la naturaleza de los votantes en los que se enfocan. Para los demócratas, el cambio intensificará la necesidad de movilizar a los votantes negros y latinos cuyo apoyo y gran participación necesitan para poder ganar los estados del sur y suroeste. Para los republicanos, el hecho de que ambos estados tengan electorados relativamente jóvenes podría llamar más la atención sobre el creciente déficit del partido con los votantes millennial y Gen Z.
Hace una generación, la mayoría de los estados estaban en juego en las campañas presidenciales. Ya no. La lista de estados verdaderamente competitivos se ha reducido constantemente. Aunque Georgia y Arizona se han sumado a la lista, la competencia entre los partidos en otros estados ha desaparecido.
Florida, que estuvo entre los estados más divididos entre 2000 y 2016, se inclinó fuertemente hacia el Partido Republicano en 2020 y avanzó aún más hacia el lado republicano en las elecciones intermedias de este año. Esto fue, en parte, debido a las ganancias entre los votantes latinos que los republicanos han logrado en el estado. Dado el alto costo de hacer campaña allí, es probable que los demócratas no inviertan mucho tiempo ni dinero en tratar de capturar el estado en 2024, especialmente si el gobernador Ron DeSantis es el candidato republicano.
De manera similar, Ohio, que fue el campo de batalla electoral por excelencia durante décadas, parece haberse alejado del alcance de los demócratas, con la posible excepción del actual senador Sherrod Brown, ya que los votantes blancos de clase trabajadora que predominan en el estado se han seguido moviendo hacia la derecha desde la era de Trump.
Por otro lado, los estados con una gran proporción de votantes con educación universitaria se han vuelto cada vez más difíciles para el Partido Republicano. Las elecciones de mitad de término de este año fueron especialmente problemáticas para los republicanos en dos estados que se ubican en esa categoría- Colorado y Virginia.
En general, ambos partidos comienzan la contienda presidencial con alrededor de 220 votos electorales con los que pueden contar, 50 menos de los 270 necesarios para ganar. Entre los 11 votos electorales de Arizona y los 16 de Georgia se cubre más de la mitad de esa brecha.
Los partidarios pueden oponerse a descartar algunos estados como no competitivos: los demócratas siguen soñando con convertir a Texas en un estado morado, por ejemplo, y los republicanos hablan de Minnesota y Oregón. Los resultados de las elecciones de mitad de término, sin embargo, no muestran mucha evidencia de que esos estados estén cerca de cambiar.
Las esperanzas de los demócratas para Texas retrocedieron cuando perdieron terreno con los votantes latinos en el estado en 2020. Si bien esa situación no empeoró en 2022, tampoco mejoró.
En cuanto a los objetivos ambiciosos del Partido Republicano: en Minnesota, los republicanos perdieron la mayoría en el Senado estatal, lo que les dio a los demócratas el control total del gobierno estatal. Y en Oregón, la demócrata Tina Kotek ganó una contienda tripartita para gobernadora en la que los republicanos habían invertido muchas esperanzas.
Solo ocho estados comienzan el ciclo electoral de 2024 realmente en duda: Nevada y Arizona en el suroeste; Wisconsin, Michigan y Pennsylvania entre los grandes estados industriales; North Carolina y Georgia en el sureste; y New Hampshire.
Las elecciones de mitad de término hacen que esa lista sea problemática para los republicanos porque los demócratas lograron avances en cada uno de los estados clave, incluso cuando sufrieron reveses en estados menos competitivos como Nueva York y California. Quedan dos años para la elección del 2024, y en la política dos años son una eternidad; sin embargo, aún con un desempeño que no entusiasma por parte de la Administración Biden, los demócratas parecen tener el camino labrado para revalidar.
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