“Educa a los niños y no será necesario castigar al hombre”. Esta frase del filósofo y matemático griego Pitágoras nos muestra la herramienta más poderosa para erradicar la delincuencia en Puerto Rico o en cualquier lugar del mundo. También encierra una filosofía que, aunque simple, no es común en nuestro gobierno: invertir esfuerzos y recursos en lo que de verdad impacta la calidad de vida de nuestro país. Durante la investigación que estamos haciendo sobre el manejo de los casos de maltrato de menores en el Departamento de la Familia y la violencia juvenil en la Isla, expertos han sido claros en que los menores sujetos a patrones de maltrato pueden convertirse en adultos maltratantes o delincuentes. En otras palabras, si como Gobierno no ejecutamos, el mismo Estado que no es capaz de proteger a menores de ser abusados en sus hogares tendrá que, años después, arrestar a muchos de estos por cometer delitos en la calle.
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Conociendo esto, el Gobierno tiene que enfocarse en un programa abarcador y multidisciplinario de educación temprana y prevención contra el maltrato infantil. Esto incluye una completa reingeniería del Departamento de la Familia para cambiar su filosofía y sus prioridades. Una acción como esa tendrá un impacto a mediano y largo plazo en la incidencia criminal en Puerto Rico y en la vida de miles de menores.
Ese cambio requiere un compromiso genuino del Gobierno y la eliminación de consideraciones políticas a la hora de asignar recursos y de reclutar el personal más cualificado para tan importante misión.
Basta ya de destinar más recursos económicos para encarcelar a jóvenes y adultos que para la educación de nuestros niños. Esa ecuación ha tenido el efecto de tener un país donde el riesgo de un joven de ser asesinado está al nivel de países que viven conflictos militares. ¡Hagamos las cosas de manera distinta!