El caso de Sixto George ha traído una gran discusión sobre la prensa, los medios de comunicación y la integridad de los comunicadores en Puerto Rico. Mucho se está hablando en estos días de la payola, la plugola y la venta de influencias en los medios, particularmente en lo que tiene que ver con el ambiente noticioso. Me pregunto, ¿es la norma en la industria?
Tengo que empezar diciendo que estos temas no son nada nuevo. Cuando comencé en este mundo de los medios de comunicación escuchaba de la payola en las emisoras de radio dedicadas a la música como un mito. Escuchaba cuentos de como los promotores de los artistas llegaban a las emisoras para “soltar torta” a cambio de que sonaran la música de sus representados. En ese entonces, allá para la década de los ‘90, el negocio se hacía directamente con los ‘disc jockeys’ o con el programador de la emisora. “No suenan los metales” era el chiste común sobre cómo les decían los programadores a los promotores de los artistas refiriéndose, no a las trompetas o instrumentos de viento, sino al dinero que tenía que llegar para que la música que estaban promoviendo tuviera espacios prominentes en el “rundown”. Ahora, en las emisoras musicales creo que la payola está institucionalizada. La música se pauta, en ocasiones como si fueran anuncios, acorde con los intereses de la empresa, con ciertos artistas, que necesitan “pegar” para que puedan vender conciertos o eventos sobre los cuales las emisoras y sus empresas son coproductoras.
Ahora se habla de la venta de contenido en los medios noticiosos. El caso del ahora convicto Sixto George ha generado un debate ante el esquema develado sobre transacciones de dinero a cambio de promover temas, defender posturas del gobierno, promover políticos o lavarles la cara a funcionarios.
Debo decir que este tema tampoco es nuevo. Sin embargo, en más de 25 años que llevo vinculado a los medios, particularmente a los noticiosos, puedo declarar que no se trata de una situación común o generalizada como se ha querido proyectar. Sí, a lo largo de mi carrera, he visto uno que otro que ha pretendido meterse en ese negocio sucio, pero afortunadamente siempre terminan desenmascarados.
Sixto George era una persona vinculada al mundo del entretenimiento y emisoras apartadas del mundo periodístico. Lamentablemente se ha convertido muy normal que emisoras de música o con contenido de puro entretenimiento tengan contenido de tipo noticioso provocando una confusión en la audiencia sobre lo que es el periodismo serio y lo que no. Esto comenzó cuando en los programas de chismes se crearon personajes que proclamaban “soy prensa” e intervenían en conferencias o eventos a los que acudíamos periodistas bonafides. Eso se salió de las manos en el momento que las fuentes noticiosas (políticos, agencias e instituciones), porque les convenía un contenido más “light” o a su favor, legitimaban esos medios o personajes, con accesos, entrevistas o proveyéndoles información antes que a cualquier periodista regido por estándares de ética. ¿Por qué? Porque los medios noticiosos serios no iban a jugar su estrategia. Ahora tenemos un reguero de medios y personajes que se presentan ante el pueblo como periodistas con espacios informativos.
Es importante que la gente distinga al periodista de esos personajes cuyos objetivos son entretener, para tener beneficios comerciales y económicos. En ocasiones de manera legitima como parte de la industria y a veces no como vimos en el reciente juicio federal.
Los periodistas en Puerto Rico en su gran mayoría son serios, responsables y guiados con el objetivo de servir a su audiencia con información corroborada. El esquema de Sixto George y quienes se asociaban a él no representa para nada a los periodistas de Puerto Rico. En la prensa habrá su manzana podrida como las hay en el Gobierno, empresa privada, profesionales como médicos, ingenieros, abogados, maestros y otros, pero no es la norma.
Corresponde a nosotros los periodistas, los que nos dedicamos a esta sagrada profesión con el objetivo de servir a la gente, reparar el daño provocado por este caso reforzando nuestro trabajo honesto que a diario el público recibe. Le corresponde también a la audiencia recibir la información que recibe de los medios distinguiendo entre unos y otros. Meternos a todos en el mismo saco no es justo e intelectualmente deshonesto. Sixto es una manzana podrida, según ha determinado un jurado, que pretendió vender contenido informativo sabiendo que hay cierto público, víctima de la polarización que vivimos, que legitima cualquier cosa. Nos toca ahora, a periodistas y el pueblo, demostrar que los buenos y honestos somos más.