El bolsillo de los puertorriqueños no aguanta un cargo más. Y punto. Esa afirmación no es solo mi opinión. Estoy seguro que es, de paso, el consenso general. Claro que dentro de los panoramas de consenso existen excepciones. Pero no es difícil concluir que después de más de una década de austeridad y recortes y aumentos, el bolsillo ha llegado al límite. Por eso se levantaron todas las banderas de alerta cuando en octubre pasado se divulgó información en torno la posibilidad de que la Junta Fiscal nombrada por el Congreso de los Estados Unidos estuviera considerando entonces un cargo de cerca de $20 mensuales para pagar la deuda de la Autoridad de Energía Eléctrica con los acreedores a los que se le deben millones largos. En ese entonces, los portavoces de la Junta afirmaron que esa cifra no estaba contenida en ningún acuerdo y que no especularían sobre el asunto. Que no nos adelantáramos, exhortaban. Pero el tiempo confirmó como válidas las preocupaciones con la llegada de una propuesta que impondría un cargo cercano a los $20 al mes adicional al monto total de la factura mensual. La Junta adelantaba en octubre que el cargo que se propondría sería algo que los puertorriqueños fueran capaces de pagar. La pregunta es, ¿según quién y a qué costo?
Los economistas locales no han tardado en adelantar que ante la pesada carga de la inflación, el estancamiento de los salarios de la clase trabajadora y la llegada de diversos aumentos también dirigidos al pago de los diversos embrollos del Gobierno, la wallet del ciudadano común no da para mucho más. Aumentos adicionales en la luz (o el renglón que usted ocupe, para efectos de la discusión) harán que ese peso que queda en los bolsillos de cada vez más, para mucho menos. Sume esos aumentos a los incrementos en la tasa de interés y vivienda, para que obtenga la fórmula perfecta para el desastre. A eso añada que de aprobarse un incremento en la factura de luz, no solo aumentaría la factura que usted y yo pagamos. Los economistas han anticipado que ese incremento se extendería a lo largo de toda la cadena de distribución y, como consecuencia, no solo la factura sino todo en la isla será más caro. Desde la compra en el supermercado hasta la visita a la farmacia, pasando por el costo del plomero o el ebanista y llegando hasta el ocio mismo. Todo será más caro.
Algunos como la economista Heidi Calero han anticipado que ese incremento echaría por tierra las controvertibles variables de crecimiento que el Gobierno ha reclamado como parte del alegado inicio de la recuperación. Ello tendría, según Calero, el efecto de quitarle el freno a la migración y promovería la partida de más puertorriqueños, sobre todo aquellos que pertenecen a la clase trabajadora/profesional.
Entonces, ¿Quién se beneficia con este escenario? ¿Quién gana con una isla que se vacía? ¿Cómo es que se puede hablar de una recuperación para los puertorriqueños cuando los costos de vivir en la isla, comprar una vivienda y adquirir productos o servicios son cada vez más altos? Evidentemente en ese balance de intereses, no somos nosotros los ganadores.
¿Alguien juega para nuestro equipo?