Opinión

¿La nada como éxito electoral?

Lea la columna de Rafael Lenín López.

Hoy, 5 de abril, estamos a 19 meses de las próximas Elecciones Generales. Con el panorama actual, sin adjudicarle un valor positivo o negativo a mi afirmación, y si ocurre un nivel bajo de inscripción de electores jóvenes nuevos, proyecto un fortalecimiento de los partidos tradicionales, particularmente el PNP y el PIP. A continuación, fundamento mi análisis.

Desde que comenzó el presente siglo hemos tenido el surgimiento de nuevos partidos y movimientos políticos que entran al juego electoral. Ya esa experiencia la habíamos tenido como país durante la segunda mitad del siglo pasado.

La ola de los partidos emergentes en este siglo la comenzó en el 2008 Rogelio Figueroa con el Partido por Puerto Rico (PPR). ¿Recuerdan? Fue un rockstar. Dejando a un lado el lío por los manejos turbios de su comité de campaña que lo empañó en el camino, Rogelio era querido. Un candidato negro, ambientalista, simpático, encantador. Pero ¿Cuáles eran sus propuestas? Mas allá de decir que creía en la conservación del medioambiente y en un gobierno sano, su campaña era un vacío. Sin embargo, causó sensación y eso abrió las compuertas para las elecciones subsiguientes.

Tras la sensación de Rogelio, otros se sintieron convidados a entrar al escenario político electoral. En las elecciones del 2012, entraron dos actores nuevos: el Partido del Pueblo Trabajador (PPT) y el Movimiento de Unión Soberanista (MUS). El primero, con Rafael Bernabe como principal candidato, era uno de izquierda con base sindical y el segundo, con Arturo Hernández como aspirante a la gobernación, parecía una división de populares enemistados. Rogelio también entró por segunda y última vez a unas elecciones, pero quedó en último lugar de apoyo. El PPT sobrevivió unas elecciones adicionales bajando en el número de votos y el MUS desapareció. A mi juicio, ambos fracasaron porque tenían como objetivo capturar electores que ya estaban comprometidos o que sencillamente no interesaban entrar al juego de las urnas.

De ahí llegamos a las elecciones del 2016 donde aparecieron otras dos estrellas nuevas: Alexandra Lúgaro, una figura totalmente desconocida entonces, y el empresario Manuel Cidre, hoy Secretario de Desarrollo Económico. Ambos aspiraron a la gobernación de manera independiente. Entre Lúgaro y Cidre capturaron sobre 260 mil votos. Una impresionante hazaña. Eran simpáticos y atrapaban la atención de una ola de electores jóvenes que se inscribían por primera vez y que estaban hastiados del mundo tradicional. Ambos se beneficiaron también de electores populares que no simpatizaban con la candidatura de David Bernier. El exatleta, expresidente del Comité Olímpico y entonces secretario de Estado bajo la administración de Alejandro García Padilla entraba al campo político electoral. Pero en el fondo, ¿Qué ofrecían Lúgaro, Cidre y Bernier? Un gobierno sano e ideas generales de gobierno sin una definición incluso de como veían a Puerto Rico relacionándose con el resto del mundo. Entonces, ganó Ricardo Rosselló.

En las pasadas elecciones del 2020 ocurrió un fenómeno similar. Se presentó Charlie Delgado, un candidato popular con ideas confusas que provocó una ola de votos para otros. Lúgaro, bajo la insignia del Movimiento de Victoria Ciudadana, se postulaba de nuevo logrando mantener estable su apoyo electoral en comparación con el 2016, pues no tenía grandes cambios en su discurso político. Otros dos actores nuevos entraron al escenario, César Vázquez por el Proyecto Dignidad, un partido de base religiosa que más allá de ser conservador tenía un discurso liviano en cuanto al manejo puntual del Gobierno, y el candidato independiente Eliezer Molina, quien al igual que Rogelio en el 2008, se presentaba como el candidato ambientalistas, también sin un discurso puntual sobre otras facetas de la cosa pública.

Entonces, con esta experiencia de los pasados cuatro ciclos electorales, me pregunto, ¿Qué aprendemos?

Aprendemos que campañas políticas vagas y fundamentadas en discursos simpáticos pero vacíos en cuanto al manejo de la administración pública, el futuro de Puerto Rico en el campo socioeconómico y su relación con el resto del mundo, terminan fracasando en lo que tiene que ver con el principal puesto político del país, la gobernación.

Los candidatos, partidos, movimientos tradicionales o “emergentes” deben dejar de apostar al discurso de “la nada” para tener éxito electoral. Aferrarse a la idea de que tendrán apoyo por el aparente hastió colectivo con “lo mismo”, proponiendo “la nada”, no le sirve bien a Puerto Rico.

La nada ya dejo de ser una formula ganadora, a menos que tengamos una ola de nuevas inscripciones ante la Comisión Estatal de Elecciones que nos lleve a repetir el ciclo histórico que comenzamos en el 2008 y que no nos ha servido de mucho. Por eso, en el 2024, podríamos estar ante una consolidación de los dos partidos tradicionales con visiones definidas de gobierno. Como dice un amigo locutor, ya veremos.

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