La Semana Santa en Puerto Rico representa, para muchas personas, un período de por lo menos tres o cuatro días de descanso del trabajo remunerado y de los estudios. Aunque el único día festivo “oficial” es el Viernes Santo, el gobierno usualmente anuncia – la misma semana – que se concede el jueves anterior como un día de descanso al personal gubernamental de la rama ejecutiva. Descanso que ha sido reducido una y otra vez con los ataques a la legislación protectora del trabajo.
Necesitamos una verdadera pausa en nuestras ajetreadas vidas. Una pausa para poder usar el tiempo que tenemos en lo que realmente queramos hacer: tiempo para visitar a nuestra familia, para compartir con los seres queridos, para fomentar mejores relaciones en nuestras comunidades, para descansar, para leer, meditar, escuchar o hacer música, reflexionar, hacer ejercicios, caminar, cocinar lentamente, y para – como no – hacer nada.
Cada día nos sumergimos en congestiones de tránsito interminables. Las jornadas de trabajo son cada vez más largas y agotadoras (en ocasiones en más de un empleo). Nos angustia la falta de un sistema de salud universal con pagador único. Nos agobia que cada vez nos alcance menos el dinero para hacer la compra. Los salarios estancados y el aumento en el costo de vida evitan que el cheque nos dé para apoyar artistas, ir a conciertos, disfrutar de la música y el arte. Porque muchas veces – a pesar de hacer los arreglos o desarreglos – tampoco tenemos el tiempo para hacerlo. Porque muchas veces – y cada vez a más personas – sobra mes al final del sueldo. Nuestra salud mental y física, nuestra calidad de vida, las buenas relaciones humanas, dependen también de que podamos disfrutar la vida a plenitud. No debemos seguir en la espiral que nos obliga a vivir para trabajar, por el contrario, deberíamos trabajar solo lo necesario para vivir adecuadamente. Por eso, debemos luchar, también, por el derecho al ocio.