En algún momento cercano, tal vez tan pronto como la próxima semana, el presidente Biden anunciará oficialmente lo que ha estado claro durante meses: se postula para la reelección.
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Aproximadamente 4 de cada 10 estadounidenses aprueban el trabajo que está haciendo, un número que básicamente no ha cambiado desde principios de septiembre del 2022, pero hay razones sólidas para pensar que actualmente es el favorito para ganar un segundo mandato.
Eso podría parecer una contradicción: ¿Cómo puede ser el favorito cuando la mayoría del público piensa que no está haciendo un buen trabajo? Las respuestas a esta pregunta arrojan luz sobre la política estadounidense actual.
Biden y su equipo íntimo de asesores principales, en la mayoría de los cuales ha confiado durante años, han retrasado repetidamente el momento de un anuncio formal de campaña, de forma tal que la atención de los medios se centre en los escándalos del expresidente Trump y las divisiones dentro del Partido Republicano.
Sin embargo, el presidente no ha dejado dudas sobre sus intenciones y dijo en un evento reciente en la Casa Blanca que tiene intención de postularse, aunque no esté preparado para anunciarlo todavía. Este pasado martes, 25 de abril, marcó el cuarto aniversario del anuncio de lanzamiento de la campaña de Biden para las elecciones del 2020. Eso ha generado especulaciones de que la declaración formal podría llegar entonces.
Cualquiera que sea el momento preciso, ya se han tomado algunos pasos clave, incluida la decisión de celebrar la convención del partido en agosto de 2024 en Chicago y el reajuste del calendario de las primarias demócratas para restarle importancia a Iowa y New Hampshire, donde Biden nunca ha logrado buenos resultados, y, de una vez, poner mayor énfasis en Carolina del Sur, estado que lo catapultó a la nominación la última vez.
Ese calendario de primarias favorecería a Biden si tuviera un oponente serio para la nominación; candidato que al momento no existe ni tan siquiera en papel.
Esa es una de las razones por las que Biden sigue siendo el favorito: los presidentes que han perdido las campañas de reelección en su mayoría enfrentaron un serio desafío en el proceso de nominación. Los presidentes George H. W. Bush, Jimmy Carter y, décadas antes, William Howard Taft, todos sufrieron similar suerte.
En lugar de tener que enfrentarse a un desafío interno, Biden se ha dado el lujo de poder construir su agenda pública en torno a temas sobre los que claramente espera hacer campaña: 12.6 millones de nuevos empleos creados desde que asumió el cargo (un récord, al menos en cifras brutas), el nivel de desempleo más bajo en medio siglo, una gran parte de los nuevos empleos que no requieren un título universitario de cuatro años, inversiones para mejorar las carreteras, puentes y otra infraestructura de la Nación, proteger el Seguro Social y Medicare, y reconstruir las alianzas de Estados Unidos, especialmente la coalición que respalda a Ucrania en su guerra con Rusia.
Sin embargo, hasta ahora, una parte crucial del público parece no estar convencida. Además de los niveles relativamente bajos de aprobación del trabajo, una encuesta reciente de CNN encontró que solo un tercio de los estadounidenses piensa que Biden merece la reelección. Gran parte de los demócratas e independientes dijeron que no.
Las encuestas por estado realizadas por Morning Consult han encontrado que el índice de aprobación neto de Biden está en territorio negativo en 40 estados, incluida la mayoría de los campos de batalla que necesitaría ganar para obtener un segundo mandato.
Casi la mitad de los demócratas e independientes de tendencia demócrata, el 45 %, dijo que el partido tendría más posibilidades de ganar la Casa Blanca en 2024 con alguien que no fuera Biden como candidato, según una encuesta de NPR/Marist realizada en febrero.
Una proporción similar de demócratas, el 44 %, dijo en una encuesta reciente de la Universidad de Monmouth que les gustaría que Biden se hiciera a un lado y permitiera que otra persona se presentara, aunque no hubo acuerdo sobre un candidato alterno. Solo el 25 % dijo que quería que Biden se presentara nuevamente y el 30 % dijo que no tenía preferencia.
Con números tan desfavorables, ¿por qué Biden y su equipo parecen tener tan poca prisa por poner en marcha una campaña?
Para empezar, el índice general de aprobación del trabajo de Biden, 43 %, no está fuera de línea con otros presidentes que ganaron un segundo mandato. En este punto de sus primeros mandatos, los presidentes Obama y Clinton tenían cada uno un 45 % de aprobación, mientras que el presidente Reagan lograba solo un 41 %.
Cada uno de esos tres vio aumentar los números de aprobación de su trabajo a medida que se acercaba la elección, prueba probable de que los votantes están de acuerdo con el mensaje de uno de los estribillos de campaña que ya empieza a utilizar el equipo de Biden: “No me juzguen contra el Todopoderoso, júzguenme contra la alternativa”.
En última instancia, ese es el argumento que muchos demócratas creen que le dará el triunfo a Biden.
En los últimos meses, Trump ha mejorado notablemente su posición frente al resto del campo republicano. La acusación que en New York radicó el fiscal Alvin Bragg solo ha consolidado esa tendencia, fortaleciendo al expresidente entre los votantes de las primarias republicanas.
Las encuestas que encuentran a los votantes amargados por Biden también muestran que muchos de los votantes que desaprueban la gestión del presidente tienen sentimientos negativos más profundos hacia Trump.
Desafortunadamente para el Partido Republicano, no pueden simplemente resolver ese problema eligiendo a un candidato diferente. Si Trump pierde las primarias, es muy probable que quien le gane comparta sus posiciones. También hay una buena posibilidad de que una derrota de Trump deje al Partido Republicano muy dividido.
Pero si bien Biden sigue siendo el favorito, también sigue siendo vulnerable en varios frentes, sobre todo en su edad.
La encuesta de CNN encontró una porción notable de estadounidenses, poco más de 1 de cada 10, que aprobaron el desempeño laboral de Biden, pero no querían que volviera a postularse. Ese grupo cuestionó abrumadoramente su capacidad para el trabajo: el 70 % dijo que carecía de la resistencia y estámina para servir de manera efectiva, y el 62 % dijo que no inspiraba confianza.
Preocupaciones similares sobre la resistencia persiguieron a Biden durante la campaña de 2020. En la reelección son tanto una oportunidad como un riesgo. Si la campaña transcurre relativamente bien —con las ya esperadas meteduras de pata de Biden, pero sin signos de enfermedad grave u otra discapacidad—, es probable que el presidente se beneficie. Sin embargo, cualquier problema importante podría solidificar las dudas de los votantes.
Cuanto más tiempo esté Biden en la campaña electoral, mayor será la posibilidad de un tropiezo dañino. En ese sentido, no es de extrañar que la Casa Blanca no parezca tener prisa por empezar.