El lunes pasado trascendió que en una oficina de LUMA, específicamente en un lugar contiguo a la oficina de Servicio al Cliente en Guayama, alguien colocó una bomba. En Puerto Rico, estamos acostumbrados a escuchar una información sobre una amenaza de bomba y creo que lo primero que nos viene a la mente es que se trata de una amenaza falsa.
No obstante, la bomba era real. Según la Policía de Puerto Rico, el responsable colocó la bomba dentro de una bolsa plástica en el portón de entrada de las oficinas de LUMA. En horas de la mañana, un guardia de seguridad abrió la bolsa y, al ver lo que contenía, la trasladó al área de un contenedor apartado, arriesgando su propia vida.
Según dijo en NotiUno 630 el teniente Ismael Cartagena, de la División de Explosivos de la Policía, la bomba era similar y tenía la potencia de las bombas que cobraron la vida de 3 personas y que dejaron sobre 250 heridos durante el maratón de Boston en el 2013. ¿Sabe usted cómo fueron esas bombas de Boston? Fueron fabricadas con ollas de presión, y en su interior contenían perdigones y clavos. Fueron abandonadas cerca de la línea de llegada del maratón y estaban dentro de unas mochilas. Los hermanos responsables del acto terrorista las ubicaron donde mayor concentración de personas había. Quien no se afectara por la explosión, por la distancia, podía ser alcanzado por los perdigones y clavos que salieron disparados contra la ciudadanía que allí estaba. Tres personas fueron asesinadas con las bombas, entre ellas una niñita de 8 años.
¿Quiénes asisten a las oficinas de Servicio al Cliente como la de LUMA? La ciudadanía, personas mayores, en ocasiones niños acompañando a sus padres o abuelos. Allí trabajan seres humanos, hermanos puertorriqueños. Con una bomba real, con la misma capacidad de las detonadas en Boston, y por ser ubicada en el portón por donde entran esas personas, no tengo duda que había intención de matar.
Cuando la misma fue detonada en un perímetro seguro, por el sonido se pudo tener una idea de su potencia. Agraciadamente fue detectada a tiempo. Claro que hay preocupación porque un asesino terrorista está en la calle y esto tiene que ser alta prioridad para la Policía y el FBI. ¿Le parece exagerado llamar “terrorista” al que dejó esa bomba en la oficina de LUMA? Por definición de la Real Academia Española lo es. Quien dejó esa bomba conociendo que lo que hizo podía costarle la vida a seres humanos, sabe que provoca terror. ¡Las cosas por su nombre! Como si fuera poco, cerca del lugar hay una escuela. Tanto LUMA como la Polícía tienen que tomar medidas en cualquier lugar de la compañía que haya ciudadanos y empleados. Si hay que apostar policías estatales en estos lugares, pues hay que hacerlo. Es una responsabilidad compartida.
En un tema aparte, pero hasta cierto punto relacionado, el exempleado de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), Jorge Bracero, se convirtió en una celebridad, más que por educar, que lo hacía, fue admirado por sus señalamientos a la propia AEE y a LUMA. Era el discurso y la narrativa que unos sectores querían escuchar y, como lo que él decía era música para esos oídos, pues fue admirado e idolatrado. Él podía hacerlo con una buena intención, pero su contenido era utilizado con otros fines por algunos.
La semana pasada, Bracero anunció que decidió aceptar una oferta laboral de la empresa Genera PR, que está supuesta a encargarse de la producción de energía, servicio que era lo último que le quedaba a la AEE. Se desplomó un ídolo para ese sector. Desde duras críticas hasta mensajes cargados de odio se vieron en las redes contra Bracero. ¿Y desde cuándo un trabajador tiene que coartar su derecho a crecer profesional y económicamente donde le dé la gana porque un sector necesita mantener sus discursos? Dijo Bracero que el proceso de entrevista fue uno profesional, mejor del que esperaba y que siempre pensó en hacer algo que le hiciera feliz… Dijo que descubrió que informar en sus redes y ayudar a comunidades lo hacía feliz, que se le ofreció esa oportunidad a nivel profesional y que decidió aceptarla. “Traidor” y “vendí'o”, fueron parte de las críticas.
¿Qué otra alternativa tenía? ¿Quedarse en el gobierno barriendo, cortando grama a trimmer o mirando el techo hasta jubilarse? O sea, ¿para que ese sector fuera feliz, él tenía que ser un infeliz? ¡No señor! Si los que lo critican les hace infeliz la decisión de Bracero, pues eso es problema de ellos, no de él. Creo que ahora él se percatará que las alabanzas no eran tanto por su trabajo, más bien por agendas.
Preocupa de igual manera que esos discursos de odio sean semillero para ideas extremistas como la ocurrida en Guayama. Lo único “positivo” es que les muestran al pueblo sus verdaderos rostros.