No hace tanto. Hace poco más de 10 años que la administración del gobernador Luis Fortuño construyó, con fondos federales que se conocían como los ARRA, numerosas escuelas. Eran modernas, aunque con diseños arquitectónicos que muy poco se adaptaban a nuestra realidad caribeña. Con el pasar del tiempo se cerraron algunas y otras se han dejado a la merced de los mediocres programas de mantenimiento que tiene el Gobierno. ¿Cuál es el saldo? Un montón de escuelas en deterioradas condiciones, pésima infraestructura y por ende, un sistema escolar con un entorno físico deprimente.
Por décadas el mantenimiento de nuestros edificios públicos ha sido pobre. El esfuerzo ha estado dividido entre múltiples entidades y empresas privadas, pero todo bajo el liderato de la Autoridad de Edificios Públicos (AEP). En el caso de las escuelas, una entidad adicional, la Oficina para el Mejoramiento de Escuelas Públicas (OMEP), compartía esas funciones en muchos planteles. Más recientemente, los municipios han entrado en el juego y algunos participan en estas labores. Pero es obvio que el trabajo no ha sido totalmente eficiente. Basta con dar una vuelta por las escuelas y ver lo que les digo.
Pero la intención es hablar en esta columna del tema de la educación en general. Comencé por lo que tiene que ver con el mantenimiento porque es lo que salta a la vista y lo que influye de manera inmediata en la vida de un estudiante. Sin embargo, el problema educativo en Puerto Rico es muchísimo más profundo que eso y este es el momento para hablar de esto. ¿Por qué? Porque estamos en la etapa final del año escolar y a punto de comenzar un proceso político electoral en el que hay que comprometer a las personas que aspiren a puestos públicos presentar ideas concretas sobre cómo mejorar el Departamento de Educación.
En el aspecto fiscal, el Departamento de Educación luce tener un problema serio de manejo de fondos que lo hace complejo y con una muy pobre costo eficiencia. Es decir, los resultados no reflejan la cantidad de dinero con el que opera. Ya lo dijo la Contralora de Puerto Rico en nuestro programa televisivo Primera Pregunta al cuestionársele sobre el uso de fondos en esa agencia monstruosa, hay que implosionarlo.
En cuanto a lo más importante, lo sustantivo: los currículos y lo que se enseña en los salones de clases, me parece que como país lo discutimos muy poco o nada. El debate es pobre en ese aspecto, y más allá de lo que sabemos los padres de lo que les enseñan a nuestros hijos en los salones de clase, no hay una conversación de país sobre si lo que ocurre en las aulas y los métodos que se utilizan, está a la altura del siglo presente. Considero urgente que esa conversación se dé. Tenemos una deserción escolar muy alta y peor aún, unas estadísticas cuestionables sobre la cantidad exacta de jóvenes que abandonan la escuela y las decisiones de vida que toman. No hay rastro de ellos. Solo sabemos que la mayoría de los jóvenes desertan en undécimo grado y que son mayormente en la zona metropolitana.
Como país podemos trabajar en los problemas inmediatos como el crimen y aprobar medidas pasajeras que resuelvan nuestro débil desarrollo económico. Pero no hay un tema más importante que nos garantice un futuro estable a largo plazo como el tema de la educación. Si como pueblo ponemos un enorme esfuerzo en la educación de nuestros niños y jóvenes, nos haremos un país competitivo, con un desarrollo económico más diverso y fuerte, atractivo como lugar de vivienda para la diáspora y los extranjeros, y con una seguridad social menos compleja como la que enfrentamos en estos momentos.
Claro, pero son temas poco llamativos para los políticos que quieren atender las necesidades inmediatas de un electorado que está desesperado por salir del hoyo. Aquellas escuelas de Fortuño se llamaban “del siglo 21″. Hoy, parecen del siglo 18.
Creo que nuestros políticos y oficiales públicos tienen que entender que se puede bregar con ambos frentes, el inmediatos y el del futuro. Y el tema educativo es un tema de futuro urgente. ¿Se atreverán?