La carrera por la nominación presidencial republicana llegó a un punto de inflexión la semana pasada con los principales aspirantes finales anunciando sus decisiones e intensificando los ataques contra el favorito y recientemente acusado, el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump.
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La manada de candidatos que pretende vencer a Trump tiene aproximadamente seis meses de debates, asambleas públicas y actividades de recaudación de fondos, antes de que los votantes comiencen a separar el grano de la paja en su análisis sobre quién debe ser el candidato a la presidencia por el partido republicano. La importancia de dicho proceso se acentúa cuando se enmarca en lo que transcurrió en la carrera primarista de 2016, cuando múltiples rivales dividieron el voto anti-Trump, lo que le permitió ganar mucho antes de que hubiera consolidado el apoyo de la mayoría.
Trump ha mantenido una gran ventaja en las encuestas y mucha gente se ha apresurado a declarar que esta carrera esencialmente ha terminado. Sin embargo, el resto de los candidatos muestran con su comportamiento que ven una oportunidad.
¿Por qué tantos candidatos ven a Trump como vulnerable? Su acusación formal el pasado jueves, por múltiples cargos relacionados con el manejo de documentos clasificados que había escondido en su residencia de Mar-a-Lago, proporciona una respuesta. Sin embargo, no podemos perder de vista el hecho de que Trump ha utilizado problemas legales anteriores como una forma de cimentar la lealtad de los votantes republicanos, patrón que retomó esta semana ante las acusaciones.
A corto plazo, eso puede funcionar. Al menos por un tiempo, la noticia de los cargos consumirá horas largas de cobertura televisiva, de internet y radial, eliminando así cualquier atención que puedan recibir los rivales de Trump. A más largo plazo, nadie sabe si un número significativo de votantes republicanos verán los cargos como “‘descalificantes”' o si los descartarán como meros ataques políticos como lo han hecho con acusaciones previas. Los números tienden a indicar que es más probable lo segundo que lo primero.
Por ejemplo, en California, estado que enviará la delegación más grande a la convención de nominación republicana del próximo año, tres cuartas partes de los posibles votantes republicanos en las primarias tenían una opinión favorable de Trump, según una encuesta realizada a fines de mayo. Dicha encuesta encontró que el 86 % de los posibles votantes en la primaria republicana creía que las investigaciones del expresidente tenían más que ver con la política y la venganza demócrata que con la justicia y la ley. Mientras tanto, el 71 % dijo que era más importante nominar al candidato que mejor represente sus opiniones que uno con la mejor oportunidad de vencer al presidente Biden.
Por otro lado, una encuesta recientemente realizada en la costa este de los Estados Unidos encontró que casi dos tercios de los republicanos opinan que Trump es definitivamente (45 %) o probablemente (18 %) el candidato más fuerte del partido contra Biden. Lo que da a entender que, si el mensaje de los contrincantes a los votantes que apoyan a Trump es que no puede ganar, van a chocar contra una muralla del tamaño de la que éste prometió construir en el borde entre Estados Unidos y México.
Encontrar un mensaje que funcione contra Trump ha eludido a sus oponentes republicanos desde el 2015. En esencia, nada ha funcionado, pero después de meses en los que la mayoría de los candidatos parecían dar vueltas alrededor de Trump para evitar atacarlo y enfurecer su base, los ataques se han agudizado, sobre todo con dos nuevos participantes en la contienda: el exvicepresidente Mike Pence y el exgobernador de New Jersey, Chris Christie.
Estos dos comparten la experiencia de ser casi asesinados como consecuencia de la imprudencia de Trump: Pence el 6 de enero de 2021, en medio del ataque al Capitolio capitaneado por Trump por una manada de fanáticos que reclamaba su ahorcamiento; Christie por el COVID-19, que contrajo en 2020 tras extensas sesiones de preparación para el primer debate entre Trump y Biden. Trump, ya enfermo, ocultó sus síntomas durante la preparación del debate; Christie pasó siete días en cuidado intensivo antes de recuperarse.
Para Pence, el primer vicepresidente en desafiar al presidente al que sirvió desde que John Nance Garner intentó negarle a Franklin D. Roosevelt un tercer mandato en 1940, su lanzamiento de candidatura del miércoles en Iowa marcó un cambio de rumbo.
“Sería justo preguntar por qué estoy desafiando a mi ex compañero de papeleta”, dijo a la multitud. El 6 de enero, “El presidente Trump... me exigió que eligiera entre él y la Constitución. Ahora los votantes se enfrentarán a la misma elección”, dijo. “Cualquiera que se ponga por encima de la Constitución nunca debería ser presidente de los Estados Unidos, y cualquiera que le pida a otra persona que lo ponga por encima de la Constitución nunca debería volver a ser presidente de los Estados Unidos”.
No está claro si Pence realmente quiere decir “nunca”; más tarde sugirió que podría apoyar a Trump si se convierte en el nominado. Christie, por el contrario, se siente más cómodo con el concepto de hacer campaña como venganza y ha construido casi todo su argumento en torno a la premisa de que si se sube al escenario del debate con Trump, algo que no es seguro dadas las reglas de clasificación, puede dar un golpe de gracia.
Christie pinta a Trump como un “adicto al espejo, solitario, egoísta y vanal” que “nunca admite un error y que siempre encuentra a alguien más y algo más a quien culpar por lo que sale mal, pero encuentra todas las razones para atribuirse el mérito de todo lo que sale bien”, dijo en su anuncio en New Hampshire. Acusó a Trump y a su familia de “estafar” y describió el mandato de Trump como un “fracaso”.
Por otro lado, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, por ejemplo, que siempre ha ocupado el segundo lugar en las encuestas, ha tratado de atraer a los partidarios incondicionales de Trump compitiendo a su derecha en temas como el COVID (criticó a Trump por no despedir a Anthony Fauci) y el crimen (ha dicho que derogaría la ley de reforma de la justicia penal que Trump firmó en 2018, llamándola “un proyecto de ley de fuga [que]... ha permitido que personas peligrosas salgan de prisión”).
En todo caso, ha evitado los ataques directos mientras siembra dudas sobre si el expresidente puede ganar. Según DeSantis, hay muchos votantes que simplemente no van a votar por Trump, a quienes no les gusta Biden y que se dan cuenta de que ese país va en la dirección equivocada, pero si Trump es el candidato republicano, no participarán del evento electoral.
A fin de cuentas, el sentimiento entre la mayoría de los que apoyan a otros candidatos es que Trump seguramente perdería en una revancha con Biden, por lo que el resto de los candidatos necesita reconocer la necesidad de no dividir a la oposición como lo hicieron en el 2016. En ese sentido, plantean que todo candidato debe comprender la responsabilidad de salir a tantear la posibilidad de vencer a Trump y desistir rápidamente de una candidatura si las posibilidades no se producen. La determinación final deben tomarla en la Navidad a más tardar.