A principios del verano, las notas periodísticas y predicciones sobre el límite de la deuda y las consecuencias de un potencial impago eran ineludibles. ¿La nación dejaría de pagar sus deudas? ¿Se propagarían a nivel mundial las consecuencias de un impago? El techo de la deuda era todo lo que los políticos comentaban mientras el Partido Republicano intentaba obligar a la administración de Joe Biden a negociar.
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Y después de semanas de resistir, la Casa Blanca dobló rodillas y negoció con el líder de la Cámara de representantes, Kevin McCarthy, portavoz del Partido Republicano en estos temas.
Los republicanos de la Cámara utilizaron esta influencia para poner fin a la extensión (aparentemente) interminable de la pausa en el pago de préstamos estudiantiles de la era Donald Trump, introducir gradualmente nuevos requisitos de trabajo temporal para ciertos adultos que reciben cupones de alimentos y recuperar $30 mil millones en fondos de ayuda por COVID-19 no utilizados.
Meses después, los republicanos de la Cámara nuevamente se encuentran en una posición de ventaja desde la cual entienden que pueden ejercer influencia. Si el Congreso no aprueba antes de fines de septiembre un proyecto de ley que financie al gobierno, las agencias federal se verán obligadas a reducer los servicios que proveen o cerrar, al menos temporeramente.
La ley federal estipula que los proyectos de ley de ingresos y gastos, incluidos los que financian el presupuesto federal, deben originarse en la Cámara de Representantes. Esta cláusula de originación otorga algran cantidad de poder al partido político que controla la Cámara dado el control, casi unilateral que le concede sobre los temas presupuestarios.
En este momento, ese es el Partido Republicano. Y por ahora, gran parte del poder en el Partido Republicano de la Cámara pertenece a los miembros archiconservadores que están dispuestos a retener sus votos de legislación clave, incluidos muchos de los miembros del Freedom Caucus de línea dura.
Este mes, 21 republicanos, todos los cuales pertenecen al Freedom Caucus, enviaron a McCarthy una lista de exigencias. Los legisladores quieren que McCarthy rechace públicamente ciertos proyectos de ley de financiamiento para la guerra en Ucrania y que no envíe los 12 proyectos de ley de gastos al pleno hasta que pasen por el comité. También exigen que el Congreso gaste menos de lo acordado en la ley bipartidista que suspendió el techo de la deuda.
A los estadounidenses, afirmaba la carta, “no les importa la ‘unidad’ sin unidad de propósito y logros concretos”. “Esperan que vayamos más allá del teatro de audiencias y vistas legislativas, mensajes de proyectos de ley que mueren en el Senado o límites de gasto muy modestos a raíz de niveles de gasto inflacionarios récord”, reza la carta.
La amenaza no es algo que McCarthy pueda tomar a la ligera. El Partido Republicano tiene solo una mayoría de cinco escaños en la cámara baja,y si los demócratas no cruzan las líneas partidistas, el gobierno podría enfrentar un cierre indefinido.
Sin embargo, no todos están preocupados. Algunos demócratas entienden que el grupo de legisladores que le está causando problemas a McCarthy es irrelevante a los fines de lograr que se aprueben proyectos de ley de asignaciones. Cuando se trata de proyectos de ley de asignaciones, asumen que, dado el impacto de estos asuntos, naturalmente se generarán coaliciones bipartitas que no incluyan al Freedom Caucus y se resolverán los temas de marea práctica. Queda por verse cómo se desarrolla esta nueva controversia y si el desenlace se parecerá a lo acontecido con el impassé en cuanto a los límites de la deuda.