Opinión

¿Cuándo comenzamos a perder parte de nuestra juventud?

Lee aquí la columna del periodista y director de programación de NotiUno.

Metro Puerto Rico
Alex Delgado Metro Puerto Rico

Indignación, consternación y repudio es la mezcla de sentimientos que ha provocado la muerte de una niña de tan solo 13 años que, a su corta edad, vivía aceleradamente una vida de aparente libertinaje, y la peor parte, con el aplauso y ovación de su propia madre, por lo que se ha visto.

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¿Cuándo comenzamos a perder parte de nuestra juventud?, se preguntan muchos. Creo que, entre otras cosas, cuando empezamos a quitar autoridad a los padres, a los maestros, cuando viralizamos un video vanagloriando en las redes sociales el que se le falte el respeto y se pisotee la autoridad del policía, en lugar de condenar ese reto con fuerzas.

El que diga que nunca en la vida le ha metido un cocotazo a un muchacho cuando se sale del redil sencillamente no es honesto. “Un bofetón a tiempo puede salvar una vida”, dicen, en referencia a que hay momentos donde se tiene que reprender más allá de las palabras para “enderezar”, que los muchachos aprendan lecciones un poco más fuertes que un discurso para que no caigan en el futuro en algo peor, acostumbrados a que los castigos duros de la vida son solo sermones. Pues no, es mejor meter un buen cocotazo a tiempo antes que le toque al estado hacerlo por la fuerza con encierro y sufrimiento por años tras los barrotes para él y su familia. Peor aún, antes de los que quede sea solo coordinar con la funeraria, el sacerdote y el cementerio el momento del sepelio.

Aunque hay varias versiones del caso de la menor, existe al menos un video en la que la niña se ve con un cigarrillo, no sé de qué, en su mano, cantando y moviendo su cuerpo al ritmo del reggaetón. ¡Una niña de 13 años! ¿Quién en su sano juicio permite a un hijo de 13 años chulear de esa forma con cigarrillo en mano y a su lado? Es ensordecedor el silencio de los que se pasan tirando a las figuras que señalan las malas crianzas de muchos padres. Claro, llega ser la hija de un pastor, esos mismos estuviesen comiéndose los micrófonos en los medios o saliéndole callos en los dedos de tanto escribir en las redes.

Yo me paraba al lado de mi mamá a los 13 años con un cigarrillo en la boca y me lo hacía comer. Recuerdo los cuentos de muchachitos que amenazaban a los padres con llamar “a Servicios Sociales”. En los casos en que los padres casi les hacían comer los dientes a sus hijos por el atrevimiento de amenzar a los padres, los muchachitos terminaban sin atreverse a llamar a Servicios Sociales y mucho menos volviendo a amenazar a sus padres. En el caso de los padres que se dejaban intimidar, terminaban siendo manipulados por los mocosos, quienes cada vez se salían más de control.

Una reprimenda con un buen cocotazo tampoco puede convertirse en la norma porque cae en abuso. Mucho menos dar una paliza, no se trata de eso. Yo se que son más los que entienden mi mensaje. Habrá otros que no y exagerarán argumentando que hasta enseñarle una varilla de café o de guayaba a un muchacho es maltrato emocional porque pueden crear una reacción irreversible de trauma que a su vez puede redundar en una… y por ahí siguen.

Sí, hay niños que pueden tener condiciones y por eso hay que observarlos, atenderlos, pero otros son simplemente titeritos y charlatancitos en ciernes. Como en la mayoría de los hogares, en el mío hubo momentos en que los hijos “rebeldes”, típico de las transiciones cuando van de niños a adolecentes, nos dieron dolor de cabeza a mi esposa y a mí. Terminamos visitando un psicólogo pediátrico, quien luego de las evaluaciones me dijo “Está muy bien. No es nada que dos buenas nalgadas no puedan arreglar”. ¡Santo y bueno!

Esta niña, víctima de quienes tuvieron la responsabilidad de guiarla y no lo hicieron, luce ser el reflejo de lo que ocurre en muchos hogares, no en todos pero sí muchos, en los que pareciera que nuestros jóvenes campean por su respeto sin que los padres se impongan, se den a respetar y tomen control.

Hay que ser justos y reconocer que también hay padres que hacen buen trabajo, que guían por el bien a sus hijos pero estos luego deciden apartarse del camino enseñado. Usted puede poner 100 ejemplos para validar mis puntos o 100 para contradecirme. Sí, sé que no es algo tan simple de exponer o comentar en un escrito limitado, pero de que aquí se ha quitado autoridad en muchos aspectos, se ha quitado y ahí parte de los resultados que tenemos hoy.

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