Opinión

Un periodo eleccionario que hiede a azufre

Lee aquí la columna del vicepresidente del Proyecto Dignidad.

Juan Manuel Frontera + Columnista

La más reciente historia del manoseo de las reglas de nuestro sistema electoral viene con toda la madeja de entuertos político-partidistas frutos del bipartidismo en Puerto Rico. Todo al servicio del binomio Partido Popular Democrático y el Partido Nuevo Progresista. Fruto de una tradición política del banquete total, que se traduce en una regla “moral” política básica que ha permeado y tentado siempre a quienes ostentan el poder político. Esta es, si tengo el poder para hacerlo ¿qué impide que lo haga? Esa visión se recrudece cuando el que ostenta el poder percibe que lo está perdiendo y no tiene forma de detener el reloj de arena que marca su tiempo sin misericordia alguna.

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Nos adentramos a un periodo eleccionario en donde estos dos partidos van a tratar de hacer lo que puedan para mantenerse vigentes con algún reducto de poder político. Van a cambiar las reglas, harán alianzas extrañas, se sacarán los trapos sucios, viejos y nuevos, al sol. Nada quedará fuera de la mesa, todo se valdrá.

Ambas fuerzas políticas no se rendirán con facilidad, el poder político es un elixir muy fuerte, más fuerte que el más potente de los espíritus destilados. Tan potente, que aún cuando se acaba, mantiene embriagado al que lo ostentaba, haciéndolo alardear del poder que se esfumó, como si aún lo tuviese. Como el borracho, el que se ha embriagado del poder político se balancea de lado a lado, creyendo que camina firme y recto. Le pesa la lengua y no hace sentido lo que dice, pero está convencido que su discurso es prístino y convence a todo el que lo escucha. Todo el mundo sabe que se le acabo el tiempo, incluyéndolo el mismo, pero es muy difícil y doloroso aceptar la realidad. El peligro es que en ese estado son capaces de cualquier cosa.

Así, vivimos en una cultura política en donde la integridad, el honor y los valores están sujetos a las fluctuaciones de la moneda de los mercados bursátiles, de las pasiones, los deseos y las anisas de poder. En donde se vale todo al momento de tratar de mantener el último reducto de poder posible, siendo el único parámetro de conducta moral el propio. Ciertamente nos espera un periodo eleccionario que hiede a azufre.

Parafraseando al autor C.S. Lewis en su libro The Abolition on Man nuestra tragicomedia estriba en que continuamente nos encontramos clamando por que los políticos y lideres exhiban un comportamiento que la propia cultura se ha encargado de aniquilar, pues se encarga de exaltar lo contrario. Aquí exaltamos al jaiba, al que usa el poder para manipular, al que bulea con el poder político. Sin embargo, es difícil no leer posts en las redes o escuchar podcasts en donde se afirma continuamente que lo que necesitamos son personas con liderato, integras, dispuestas al sacrificio personal, a la honestidad, al trabajo, a la creatividad. El problema es que para ello necesitamos personas con carácter, con corazón, con algo que lata en el pecho. No obstante, nos hemos encargado de aniquilar el órgano del cual fluye el carácter, y ahora, cuando necesitamos que funcione, está muerto.

Hemos desarrollado políticos sin corazón y esperamos de ellos virtud y emprendimiento. Nos burlamos del honor y la verdad, y nos sorprendemos al encontrar traidores en medio de nosotros.

Los partidos que buscamos ser una alternativa al bipartidismo tenemos un gran reto en este periodo eleccionario del 2024. Aun cuando derrotar el bipartidismo es un reto grande y peligroso, ese no es el mayor o el más difícil. El más difícil es lograr hacerlo sin convertirnos en lo que buscamos desbancar. Utilizando las mismas tácticas, no para mantener el poder, sino para alcanzarlo. En donde todo se valga, pues toda táctica y todo medio es bueno si es para derrotar el bipartidismo.

En este reto, no existe espacio para los protagonismos ni las actitudes disfuncionales del egocentrismo. No debe haber espacio para la balcanización ideológica. Deben de existir puertas abiertas para el sacrificio y el deseo sincero de construir algo nuevo, aunque eso conlleve el comprometer el bienestar personal. Debe haber espacio para el debate, para la evaluación sincera de alternativas sociales, económicas y políticas nuevas. Espacio para aquellos que reconocen que de lo viejo y de lo nuevo siempre pueden surgir cosas mejores. Que el fracaso está en aferrarse con exclusividad a lo viejo o a lo nuevo como fórmulas mágicas. La sabiduría del ser humano estriba en saber tomar de lo viejo y lo nuevo para transformar el presente. Así nos ayude Dios.

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