Opinión

La Pecera, película puertorriqueña

Lee aquí la columna del representante del Partido Independentista Puertorriqueño.

Fui a ver La Pecera, película boricua con varios galardones y menciones en diversos festivales internacionales de cine. Escrita, producida y dirigida por Glorimar Marrero Sánchez junto a un gran grupo de producción, cuenta con un excelente reparto: Isel Rodríguez, Magali Carrasquillo, Maximiliano Rivas, Georgina Borri, Modesto Lacén, Anamín Santiago, Carola García, Idenisse Salamán.

Ir al cine a ver una película puertorriqueña para mí es un acto de solidaridad con las personas que vencen aquí los múltiples y constantes obstáculos para producir cine nacional. Pero esta película puertorriqueña es, sobre todo, una gran película que recrea con mucha sensibilidad la angustia y el sufrimiento personal de la terrible enfermedad del cáncer; que denuncia con conciencia social y política las décadas de bombardeo por parte de la Marina de Guerra de los EE. UU. a Vieques, las consecuencias en la salud de los viequenses y la irresponsabilidad histórica del gobierno de los EE. UU. de cumplir con el deber de limpiar las zonas bombardeadas. Nos presenta la actual y constante lucha del pueblo viequense por la limpieza, mientras rinde homenaje al recordar la pérdida de sus luchadores y plasma la contundente indignación contra el imperio.

La fuerza y las convicciones del largometraje nos llegan a través de mujeres de diversas generaciones y vienen acompañados de un dolor físico que te arropa, te estremece y que recuenta cómo la epidemia del cáncer nos ha tocado muy de cerca a todos y todas en esta isla. Vemos a una joven mujer proyectarnos ese sufrimiento con la soberbia actuación de Isel Rodríguez; conmovernos con el tierno, pero fuerte y poderoso amor entre madre e hija durante todo el recorrido de la película para dejarnos con sus miradas, su contacto, sus abrazos. La película muestra el amor y el compromiso, unidos al respeto por la libertad de decisión humana sobre nuestra vida. Es también naturaleza, playas preciosas que sirven de oasis al dolor, pero que contienen en su fondo las causas de tanto sufrimiento individual y colectivo.

Esa pecera atrapa mucho sentimiento, angustia e historia como le sucede a nuestra nación, atrapada en siglos de colonialismo opresivo, enfermizo y doloroso. Nos corresponde enfrentarlo, como nos muestra esta pieza, con grandes dósis de denuncia, consciencia y constante amor comprometido.

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