Si el objetivo de un debate primarista es resaltar los contrastes entre los candidatos, la primera confrontación republicana dio en el blanco, con sorprendentes desacuerdos sobre la política exterior en cuanto a Ucrania, una división sobre con qué fuerza impulsar una prohibición del aborto a nivel nacional y puntos de vista contrastantes sobre el cambio climático.
¿Pero fue ese realmente el propósito de la noche?
Previo al debate, el expresidente Donald Trump tenía una gran ventaja sobre todos los demás contendientes por la nominación, y su otro más fuerte rival, Ron DeSantis, seguía perdiendo terreno rápidamente. En teoría, las ocho personas presentes en el escenario compartían el objetivo común de convertirse en la alternativa a Trump. En cambio, intentaron en su mayoría fingir que su ausencia del debate equivalía a una ausencia de Trump de la campaña. Durante casi toda la primera hora del debate de dos horas, lo ignoraron en gran medida.
Pero, por supuesto, Trump no está ausente de la campaña; de hecho, la está dominando por un amplio margen. Su control sobre el partido quedó claramente demostrado cuando los presentadores de Fox News y moderadores del debate, obligaron a los candidatos presentes a centrarse en él al pedirles que levantaran la mano si apoyarían a Trump en una contienda contra el presidente Biden, aún si Trump fuese hayado culpable en alguno de los casos pendientes en su contra. Todos, excepto los exgobernadores Chris Christie de Nueva Jersey y Asa Hutchinson de Arkansas, levantaron la mano para indicar que así lo harían.
La decisión de la mayoría de los candidatos de evitar confrontar a Trump significó que la noche terminó en gran medida como comenzó, con el expresidente todavía como gran favorito. Sus rivales tendrán algunas oportunidades más para tratar de restarle a la ventaja que sostiene, si deciden intentarlo, pero los debates posteriores probablemente tendrán una audiencia más pequeña que los 14.2 millones que se estima sintonizó el primero.
Para un par de candidatos, la noche del miércoles fue una oportunidad perdida.
DeSantis perdió la oportunidad de establecerse como una presencia dominante. Los números ilustran su desvanecimiento: DeSantis tuvo el cuarto mayor tiempo de participación entre los ocho candidatos, significativamente menos que Ramaswamy o el ex vicepresidente Mike Pence, quienes intervinieron con frecuencia. Cuando habló, se mostró indeciso en temas importantes, incluido si apoyaba una prohibición nacional del aborto. Los otros candidatos ignoraron en gran medida a DeSantis. Si bien eso le permitió promover su récord en Florida, tuvo pocos momentos memorables.
El candidato que estuvo en el centro de la mayor parte de la acción fue Vivek Ramaswamy, quien calificó el cambio climático como un “engaño”, calificó el apoyo de Estados Unidos a Ucrania como “desastroso” y pronunció a Trump como el “mejor presidente del siglo XXI”. Recibió repetidos ataques de Pence, Christie y la exgobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley, quien por turnos lo llamó “novato”, lo calificó de “un tipo que suena como ChatGPT” y dijo que carecía “totalmente de experiencia en política exterior”. Para un empresario millonario de 38 años sin experiencia política, la atención del debate fue sin duda una sensación embriagadora. Pero esto (y él) siguen siendo un espectáculo secundario.
Ramaswamy ha subido en las últimas encuestas. Probablemente aumentará aún más en las próximas semanas en función del reconocimiento de su nombre que obtuvo en el debate. Normalmente, estos candidatos pierden terreno una vez que los votantes aprenden más sobre ellos. En cualquier caso, el apoyo incondicional de Ramaswamy a Trump no le deja espacio para desafiar al favorito. Y si Trump repentinamente deja de estar disponible, los votantes republicanos — un grupo en su mayoría mayor, blanco, cristiano evangélico y a menudo desconfiado de los inmigrantes— casi seguramente no recurrirán a un neófito no probado con fe hindú y un apellido desconocido.
Los avances de Nikki Haley podrían ser más duraderos. Ella fue la única candidata que logró un aumento importante en la proporción de republicanos que consideraban votar por ella. Como lo demostraron sus intercambios con Ramaswamy, Haley demostró que puede golpear con contundencia y lo hizo con mucho mayor efecto que su colega de Carolina del Sur, el senador Tim Scott, quien desapareció incluso más que DeSantis.
Haley también fue uno de los pocos candidatos que presentó un argumento contundente sobre por qué los republicanos deberían elegir a alguien que no sea Trump, señalando que él tiene gran parte de responsabilidad por la actual enorme deuda pública de Estados Unidos y diciendo que “tenemos que afrontar el hecho que Trump es el político más desagradable en Estados Unidos. No podemos ganar una elección general de esa manera”.
Eso apunta a otro ganador importante del miércoles por la noche: Joe Biden. El presidente y sus asesores han dejado claro su deseo de competir una vez más contra Trump, incluso si una gran mayoría de estadounidenses teme una revancha. Mientras Trump siga siendo el favorito republicano, los demócratas pueden evitar la tarea más difícil de enfrentar a un incumbente de 80 años contra un oponente más joven y fresco.