Opinión

Que el silencio no sea una opción

Lee aquí la columna del vicepresidente del Proyecto Dignidad.

Juan Manuel Frontera + Columnista

La violencia no se justifica, pero tiene unos factores que la fomentan. La falta del reconocimiento del valor de la dignidad humana y respeto mutuo en nuestro entorno educativo, cultural, las artes y la música. La pobreza, la falta de oportunidad y acceso a los mercados laborales, capitales o de propiedad, desigualdades sociales fundamentadas como resultado de la falta de oportunidades reales para el desarrollo como individuo, familia y comunidad. La mala gestión urbana, la falta de planificación de las ciudades, las relaciones intrafamiliares y de pareja tóxicas, así como el establecimiento de reglas de juego injustas en el tablero de la vida en donde para unos aplica una regla y para otros otra, todos son elementos que causan la violencia en el entorno social.

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Si a lo anterior le sumamos una alta incidencia de uso y abuso de alcohol, drogas legales e ilegales, así como pobre atención a la salud mental, se forma un caldo de cultivo para que engendre la violencia desmedida en nuestro entorno.

Existen diferencias fundamentales con relación al enfoque filosófico que debemos adoptar como sociedad para atajar la violencia, y con ella, la violencia que se genera en nuestro entorno en contra de la mujer. Claramente, este último tipo de violencia tiene unas características específicas que no se dan en otros tipos de violencia. De la misma manera en que la violencia rampante que existe en contra de nuestros niños y adolescentes varones tiene sus características particulares.

Es necesario atender la violencia generalizada a la misma vez que se atienden las particularidades de cada entorno. Sin atender la violencia en general, atender los específicos es una quimera. ¿De qué vale salvar el corazón, si el cerebro, los riñones y los pulmones colapsan en su funcionamiento? Es necesario atender lo uno sin dejar de atender lo otro.

Los pregoneros del evangelio de la ideología de género se centran en el reclamo de atender la violencia contra la mujer en la educación con perspectiva de género. En Proyecto Dignidad rechazamos dicha perspectiva filosófica, pues esta entroncada en un sinnúmero de presupuestos ideológicos que en nada tienen que ver con atender la violencia y en todo con trastocar los fundamentos sobre los cuales en efecto puede combatirse la violencia, esto es individuo, familia y comunidad.

Nuestra propuesta contra la violencia, incluyendo la violencia contra la mujer, conlleva una visión multifactorial de sus causas, atendiéndose fomentando la educación de valores de respeto a la dignidad humana y trato equitativo en las escuelas, la música, las artes, la televisión, la atención de los factores que fomentan la pobreza como la falta de oportunidades reales de generar riqueza, reducir la alta dependencia de fondos gubernamentales, la baja participación laboral, fomentar la ayuda comunitaria a las familias, con especial atención a las madres solteras que crían a sus hijos, la atención real del uso y abuso de sustanciales, legales e ilegales, incluyendo el alcohol. A su vez, el atender con seriedad el tratamiento de las personas que están en riesgo de convertirse en perpetradores de violencia, así como los que ya han incurrido en la misma, la transformación de los sistemas de manejo de casos de violencia con un enfoque práctico dirigido a la atención inmediata de la violencia y que sea menos orientado a lo técnico legal.

Por último, y no menos importante, la educación en el entorno familiar y comunitario sobre la identificación de los factores de riesgo, proveyendo los recursos para que estos puedan reportar los mismos con celeridad y confianza a las autoridades competentes. Ningún miembro de la familia o la comunidad que se encuentra alrededor de una víctima, o potencial víctima de violencia, o de un perpetrador de violencia, debe sentirse que se está inmiscuyendo en un asunto que no le compete, o que le puede buscar más problemas o que es más beneficioso mirar para el otro lado ignorando las señales que tiene de frente.

Debemos fomentar como sociedad una cultura donde se protege a la víctima no tan solo con una orden de protección judicial, sino con una protección efectiva familiar y comunitaria donde se pueda dar un compromiso de protegerse mutuamente, y en donde el silencio no sea una opción.

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