El nuevo escenario político requiere que los candidatos a dirigir la administración del gobierno de Puerto Rico, desde la legislatura y el ejecutivo, expongan con claridad sus propuestas al electorado. No es suficiente un llamado hueco a derrotar el bipartidismo, fundamentado exclusivamente en el hartazgo de estructuras partidistas rendidas a la inevitable aplicación de la ley de hierro y a la política de la extracción de una oligarquía corrupta que han hecho fracasar a los gobiernos una y otra vez.
Los candidatos deben de ser capaces de convencer, con sus capacidades y experiencia, su idoneidad para dirigir un equipo de trabajo competente y capaz, fundamentado en el mérito, con una visión clara de hacia dónde nos dirigimos en el desarrollo de una filosofía de gobierno coherente. No es suficiente hablar de la estadidad o la independencia como llave para resolver los problemas que enfrentamos.
Ni la estadidad o la independencia van a resolver nuestros problemas de corrupción gubernamental o inversionismo político estructural. La estadidad que ofrecen Pedro Pierluisi y Jenniffer González es una inalcanzable, pues se fundamenta en una extrema dependencia de fondos federales y en la ausencia del desarrollo de un empresarismo local pujante y vigoroso que sea capaz de desarrollar capital suficiente para crear riqueza y atraer a su vez la inversión necesaria para reducir la dependencia. De hecho, Jenniffer se jacta de todos los fondos federales que su “gran labor en el congreso” ha generado, mientras Pierluisi se jacta de haberlos gastado. Ninguno de los dos tiene obra para demostrar el verdadero crecimiento económico que requiere Puerto Rico para salir de la dependencia. Ambos, en sus políticas y prácticas, pasadas y presentes, apoyan un gobierno grande, burocrático, ineficiente y del cual tenga que depender la empresa privada y la gente.
Pierluisi, como fiel demócrata, ha apoyado la implementación de la ideología de género a través de todo el ejecutivo, fomentando la imposición de talleres al respecto, requiriendo que las profesiones tengan que adoptar el lenguaje inclusivo de género como requisito para renovar sus licencias. Le ha dado rienda suelta a organizaciones sin fines de lucro con agendas sociales de izquierda para que se encarguen de manejar la crisis de violencia y nominando a sus integrantes a puestos en su gabinete. Ha respaldado a un secretario de justicia que abiertamente ha atacado a los que defienden la vida, promoviendo el aborto irrestricto en Puerto Rico. Una y otra vez ha emitido ordenes ejecutivas abusivas. Ha violentado los derechos civiles de los ciudadanos al imponer la vacuna del COVID-19 causando el despido de cientos de trabajadores en medio de la pandemia e imponiendo la misma a niños y adolescentes que no estaban en riesgo, ni ponían en riesgo a nadie. La receta de Pierluisi para cuatro años más es el continuismo, pues para él todo va viento en popa.
Ante lo anterior, Jenniffer apoyó a su gobernador. No hizo nada para defender los valores conservadores de los que hace alarde. Si no hizo nada para detener a Pierluisi, no hará nada en su gobierno. De la misma manera que ha sido parte del gobierno demócrata de Pierluisi, que es el gobierno Partido Nuevo Progresista (PNP), continuará con lo mismo. A los periodistas serios de Puerto Rico, pregúntenle a Jenniffer qué cree sobre la ideología de género, el aborto, la revocación de Roe v. Wade, la legislación para proteger la vida en el vientre materno, el derecho de los padres a educar a sus hijos conforme a sus principios y valores, el acceso de los niños a tratamientos hormonales para coartar la pubertad, las políticas de afirmación exclusiva y la participación de hombres en el deporte femenino.
En fin, la Comisionada Residente puede prometer mucho, pero aún su mas fiel defensora la ha acusado de una tendencia irresistible a faltarle a la verdad. Así, mientras Pierluisi hace un esfuerzo gigantesco por decir la verdad, a Jenniffer se la hace fácil no apegarse a ella.
Puerto Rico necesita de un gobierno con una filosofía claramente conservadora. Que fomente la responsabilidad individual, la libertad ordenada y la revitalización de nuestras instituciones. Que proteja los valores de la familia y la comunidad, fortalezca y empodere a los padres a asumir la responsabilidad de educar a sus hijos conforme a sus creencias y valores, protegiéndolos del maltrato y de la exposición a daños irreparables e irreversibles en su desarrollo. Garantice una administración pública libre de ideología de género y proteja la vida en todas sus etapas. Que fomente la libertad económica, el libre mercado, el desarrollo de la tenencia de capital y la creación de riqueza por parte del empresarismo local, reduciendo la dependencia del gobierno y el poder oligárquico de los monopolios. El único partido que hoy ofrece este tipo de gobierno para Puerto Rico es Proyecto Dignidad, sin dudas ni ambages.