La vida es adversidad y lucha por conquistarla. Y una de las más elocuentes de esas luchas es la autenticidad del ser.
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Sobre ello José Ortega y Gasset decía, “…este tema, el más antiguo en mi pensamiento y el más constante —el de la autenticidad e inautenticidad de la vida— no puedo ahora decir ni una palabra, porque el tiempo no me deja, me lleva atado codo con codo, como un malhechor”. Exponiendo con claridad cómo el devenir de la vida misma en el tiempo conspira contra la necesidad que tenemos todos de detenernos en nuestros caminos y examinarnos a profundidad en búsqueda de poder hallar, y ejecutar, de manera consistente con quienes somos y para lo que existimos.
En esta época de radicación de candidaturas para las elecciones a celebrarse en noviembre del 2024, ese análisis debe ser uno que gobierne el proceso decisional de aquellos ciudadanos que evalúan presentarse ante el pueblo como alternativas para servir a Puerto Rico desde un puesto electivo. El pueblo debe poner oído en tierra sobre las acciones, no las palabras, de aquellos que se lanzan al ruedo de manera tal que puedan juzgar con efectividad, no tan solo la autenticidad del candidato, sino a su vez, su vocación, la cual es matriz central de la primera.
En el caso de la política en Puerto Rico, llevamos años en una sequía de líderes políticos auténticos con vocación de servicio. El simplemente plantear la posibilidad de que exista en nuestro entorno ese tipo de ser humano, ya tiene a algunos abandonando esta lectura con palabras de cinismo e incredulidad. Yo me niego a pensar que la vara para determinar la viabilidad de un candidato o su idoneidad para ocupar un puesto electivo se mida exclusivamente por a quién se conoce, quién lo endosa, cuánto dinero es capaz de recaudar, cuán vocal o controversial puede ser.
El tiempo en el que se encuentra nuestra tierra, y el mundo que nos va a tocar enfrentar en las próximas décadas, requiere de un liderato político, no tan solo con el conocimiento técnico administrativo y con la capacidad de aglutinar a su alrededor personas con las capacidades necesarias, sino que tenga una gran capacidad y vocación de servicio. Ese llamado interior que nos exhorta a seguir un determinado camino, empresa o proyecto de vida sin claudicar ante la adversidad, pues lo que se ve en el horizonte no es bonito. Necesitamos lideres que estén ahí por vocación, pues vienen tiempos donde esa vocación será lo único que les moverá a actuar rectamente.
Como elector, y como miembro de un partido que evalúa a sus candidatos, hay que mirar con detenimiento, no tan solo las capacidades intelectuales y de trabajo de estos, sino su trayectoria de vocación de servir en solidaridad al pueblo. Necesitamos con urgencia un liderato político que sea capaz de vivir, sufrir, soñar, escuchar y caminar con nuestra gente.
Como decía Ortega, “No hay vida sin vocación, sin llamada íntima. La vocación procede del resorte vital, y de ella, nace, a su vez, aquel proyecto de sí misma, que en todo instante es nuestra vida”. Así, “…la vida auténtica de cada cual consistirá en hacer lo que hay que hacer y evitar el hacer cualquier cosa”. Estamos cansados de líderes políticos que se dedican a ella porque no sirven para otra cosa y no tienen idea alguna de lo que tienen que hacer en la vida. Tenemos que destronar a aquellos políticos que se dedican a buscar puestos electivos porque no pueden o no tienen otra cosa que hacer.
El reto que tenemos todos los partidos ante el electorado es poderle brindar una oferta de candidatos que verdaderamente tengan una vocación de servicio y compromiso con el pueblo. Que entiendan y comprendan que enfrentarán en el ejercicio de su deber el juicio de sus conciencias, del pueblo, la historia y su Creador. En Proyecto Dignidad estamos comprometidos en garantizarle a nuestros afiliados y electores en general que simpatizan con nuestros principios un proceso democrático abierto para hacer una oferta seria de candidatos, no tan solo con las capacidades, sino con la vocación correcta. Así nos ayude Dios.