Puerto Rico ha sufrido en su historiografía grandes retos que han puesto trabas gigantescas sobre el estudio honesto de nuestro pasado. Uno de esos momentos fue el 12 de noviembre de 1926, cuando un fuego causado por la pobre condición eléctrica del edificio que albergaba al entonces Archivo Histórico de Puerto Rico consumió gran parte de su contenido, destruyéndose, entre otros tesoros, el mayor acervo de los periódicos publicados durante el siglo XIX en la Isla.
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Casi un siglo después las llamas vuelven a consumir el Archivo General de Puerto Rico. La situación se ha tornado crítica, pues hoy sus documentos no son consumidos por el fuego, sino por la lenta llama de la humedad y los hongos que son propagados por la dejadez, la incompetencia y la indiferencia colectiva. Este fuego no es uno que nos sorprende en la noche, sino que viene dando chispetazos por décadas y se encendió con los efectos del huracán María, cuando se echaron a perder una gran cantidad de documentos de gran valía. No se le asignaron recursos al archivo, ni se tomaron las medidas para preservar este gran tesoro que es una puerta fundamental para entendernos como pueblo.
Aparenta ser que como sociedad y cultura queremos cancelarnos a nosotros mismos y borrar nuestra historia, para eliminar ese espejo que nos recuerda quienes somos en verdad. La historia no solo es un compendio de fechas y eventos, sino un tejido complejo que da forma a la conciencia colectiva de una cultura y sociedad. Así, su estudio y exposición, se traduce en un relato vivo que da significado al presente. Esta conexión entre pasado y presente subraya la relevancia de la historia como un marco interpretativo que arroja luz sobre los desafíos y oportunidades actuales.
Por consiguiente, la diversidad cultural, que muchos buscan imponerla a marronazos y al amparo de conceptualizaciones totalmente alejadas de nuestro entorno histórico, se logra a través de un estudio honesto de la historia. La conexión y comprensión de una historia común es un instrumento insustituible para fomentar una sociedad realmente tolerante, respetuosa a la diversidad y a las diferencias. La historia así comprendida, se convierte en una disciplina reflexiva que desafía percepciones preconcebidas y ofrece una comprensión más matizada de la complejidad cultural. Es allí donde se abordan eventos dolorosos del pasado, con un enfoque que apunta a la necesidad de confrontar la verdad histórica para construir una cultura basada en la honestidad y la reconciliación.
La amnesia histórica amenaza la integridad cultural de una sociedad. Una sociedad que descuida su historia corre el riesgo de perder la brújula moral que le ofrece el conocimiento de sus raíces. El conocimiento histórico es una de las fuerzas que evita la decadencia cultural, convirtiendo el olvido histórico en una traición a las generaciones pasadas y futuras. Por otra parte, la distorsión de la historia se convierte en el eterno perpetuador del autoritarismo intelectual y político. Perder la memoria histórica es perder la capacidad de apreciar la riqueza de la vida.
El estado de nuestro Archivo General evidencia de manera clara una actitud colectiva hacia nuestra identidad como pueblo que es difícil de enfrentar y aceptar. Hay que buscar soluciones reales y que estén a la altura de nuestros tiempos. Nuestra historiografía y acceso a documentos que nos permitan hacer un relato honesto de nuestra historia ya lleva muchos años secuestrada por unos pocos y en pobres condiciones. Es tiempo de dar nuevas soluciones para que, no tan solo podamos proteger este tesoro, sino que de una vez y por todas se haga disponible para todos.
La tecnología, en muchas ocasiones vista como archienemiga de la historia, puede ser un gran recurso para lograr el objetivo antes discutido. La producción, duplicación y transferencia de material digital histórico ofrece unas ventajas que si se aprovechan podrían maximizar la conservación y divulgación de los documentos. Sin embargo, hay que dotar de recursos económicos este esfuerzo, pues la sustitución del espacio de almacenaje físico por el digital requiere de una inversión económica a corto, mediano y largo plazo.
La digitalización de estos documentos históricos, y su exposición pública a través del internet tiene grandes potenciales de tráfico y de poner a disposición de un gran numero de personas información valiosísima que puede traer consigo, de diversas maneras y formas, los ingresos necesarios para continuar afinando este proyecto. La clave está en pensar fuera de la caja y dejar de hacer las cosas porque así es que se han hecho siempre.
Hay que actuar con rapidez para salvaguardar este gran tesoro que es una puerta indispensable para poder hacer frente a los retos que nos trae el futuro, el cual deja de ser tan incierto cuando se conoce el pasado.