Cuando el Partido Independentista Puertoriqueño (PIP) y el Movimiento Victoria Ciudadana (MVC) anunciaron su alianza de izquierda de manera pública, trascendieron más allá de la mera declaración; sellaron, de antemano, su derrota electoral.
Desde el inicio, ambos partidos atrajeron críticas de un sector del país que cuestionaba su decisión de establecer un mecanismo político bipartito después de combatir el bipartidismo en años anteriores. La ironía de abogar en contra del bipartidismo mientras lo abrazaban no pasó desapercibida. Este gesto parecía sugerir que el bipartidismo es perjudicial para los partidos tradicionales, pero beneficioso para ellos.
En segundo lugar, resultaba evidente que al unir fuerzas, estos partidos comprometían sus oportunidades de inscripción tras las elecciones generales de 2024. A medida que obtuvieran más votos mixtos entre sus seguidores, disminuiría la posibilidad de contar con votos íntegros necesarios para inscribirse.
La entrada en vigor del nuevo Código Electoral, a partir de 2025, limitaría a tres el número de partidos políticos permitidos en la Comisión Estatal de Elecciones (CEE). La decisión de Victoria Ciudadana de no presentar un candidato a la gobernación, optando por respaldar al candidato del PIP (quien quedó en cuarto lugar en 2020), sugiere una falta de confianza en su propia capacidad de liderazgo.
Ambos partidos reconocen implícitamente que han alcanzado su punto máximo en términos de apoyo electoral. De lo contrario, habrían diversificado sus estrategias de postulación y no repetirían la fórmula legislativa de 2020. Además, al evitar un sistema de primarias abiertas, demostraron la falta de confianza en sus propios procesos internos.
Estas señales revelan que ninguno de los partidos espera resultados extraordinarios en las próximas elecciones. Pero también hay factores menos discutidos que explican su comportamiento.
Victoria Ciudadana, consciente de que su ex figura destacada, la Lcda. Alexandra Lúgaro, no estará en la papeleta, reconoce la preferencia de la mayoría de los electores por los partidos principales. En el caso del PIP, su estrategia parece centrarse en evitar que Proyecto Dignidad se inscriba, permitiéndoles lograr la reinscripción más rápido que Victoria Ciudadana y consolidarse como el tercer partido en la CEE. En última instancia, parecen desenterrar estrategias para asegurar su permanencia en el panorama político, aprovechando la exclusión de sus competidores cercanos.