Hace poco más de un siglo, en una nación que se tambaleaba tras una década de guerra, conflictos políticos y una pandemia mortal, el senador Warren G. Harding prometió a los votantes un regreso a la “normalidad”. Ganó la presidencia de manera aplastante.
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Joe Biden expuso un argumento similar en el 2020: prometiéndole a los votantes que podía devolver el país a la normalidad después de años de riñas partidistas y el trauma del COVID-19. Ese argumento fue clave para su victoria sobre el entonces presidente Donald Trump.
Sin embargo, cuatro años después, cuando la inflación ha trastornado los presupuestos familiares, un número sin precedentes de migrantes cruzan la frontera del sur de la nación, las guerras de Ucrania y en Medio Oriente se recrudecen y los efectos de la pandemia aún se perciben, un gran número de votantes no creen que Biden haya cumplido con su promesa.
La estabilidad no siempre es un tema que gana elecciones. Hay momentos en que los votantes exigen cambios, a veces una transformación radical. Sin embargo, este no parece ser uno de esos ciclos electorales. Los votantes parecen anhelar un mundo más estable. Y, sorprendentemente para quienes recuerdan el caos de sus cuatro años en el cargo, es Trump quien parece estar ganando la discusión sobre quién puede lograrlo.
Una nueva encuesta de Echelon Insights, una firma republicana ampliamente citada en ambos partidos, evidencia la ventaja de Trump en ese tema.
Los votantes están divididos equitativamente sobre si la reelección de Trump significaría que “las cosas en Estados Unidos se van a volver más estables”, con un 45 % diciendo que su elección significaría más estabilidad, un 45 % diciendo que menos estabilidad y un 7 % diciendo que las cosas se mantendrían más o menos igual. Sin embargo, cuando se les preguntó sobre Biden, solo el 29 % expresó que su reelección significaría más estabilidad, el 50 % entiende que menos y el 18 % dijo que las cosas seguirían igual.
Claramente, ese no es el único tema que influye en las opiniones de los votantes: Trump superó a Biden en la encuesta nacional de Echelon, pero solo por poco, 49 %-45 %: una proporción significativa de votantes que no creen que Biden hará que la nación sea más estable piensan votar por él de todos modos.
Definitivamente el tema de la estabilidad y quién puede restaurarla es poderoso: tres de los temas que los republicanos han aprovechado durante este último año (la inflación, el crimen y la frontera) juegan con los temores de los votantes sobre la posibilidad de que la estabilidad esté fuera del alcance del gobierno y las cosas se salgan de control.
La edad de Biden también tiene que ver con las preocupaciones de los votantes sobre la estabilidad: cuando la gente teme el caos, a menudo anhela un líder que parezca fuerte. Biden no lo puede ni pretender aparentarlo. Trump, por el contrario, ha perfeccionado su discurso de hombre fuerte. Si bien los demócratas advierten sobre una amenaza autoritaria a la democracia estadounidense, no todos los votantes comparten esa preocupación.
Los demócratas saben que enfrentan un problema importante, pero no están de acuerdo sobre qué hacer al respecto. Concentrar los esfuerzos de campaña de cara a la elección de noviembre en atender el deseo de estabilidad de los votantes proporciona algunas pistas. Para empezar, ese enfoque implica que deshacerse de Biden en favor de otro candidato (un tema candente en muchos círculos liberales en estos días) tendría un enorme riesgo de resultar contraproducente. Incluso sin considerar la estabilidad, la idea tiene muchos problemas, uno de los cuales es que Biden no muestra signos de estar dispuesto a considerarla. Más allá de eso, la mayoría de las encuestas muestran que las alternativas obtienen peores resultados contra Trump que el actual presidente.
Pero un cambio repentino a un candidato nuevo y no probado casi seguramente haría que los votantes vieran al partido como caótico. El resultado altamente probable es que los votantes rápidamente perderían la fe en los demócratas. La percepción de que los demócratas son inestables sería extremadamente difícil de superar.
Considerar las elecciones como una contienda por la estabilidad también resalta los riesgos que enfrentan los republicanos. Para empezar, están las responsabilidades personales de Trump, que sin duda recibirán más atención a medida que avancen los juicios criminales contra el expresidente. Más allá de eso, las posiciones políticas de Trump, como sus promesas de crear campos de concentración masivos y deportar a millones de inmigrantes ilegales, incluidos muchos que han vivido en Estados Unidos durante décadas, no son medidas que representan o propenden a la estabilidad para muchos votantes.
Trump también debe enfrentar los esfuerzos más extremos de sus aliados republicanos para hacer retroceder décadas de cambio social en Estados Unidos, medidas que fácilmente podrían parecer caóticas y amenazantes para una amplia franja de votantes. El ejemplo más reciente proviene de la Corte Suprema de Alabama, que la semana pasada dictó una sentencia mediante la cual se establece que los embriones congelados creados mediante fertilización in vitro son seres humanos según la ley estatal.
Como era de esperarse, la Casa Blanca emitió expresiones al respecto de inmediato declarando que este es exactamente el tipo de caos que esperábamos cuando la Corte Suprema anuló Roe vs. Wade y allanó el camino para que los políticos dicten algunas de las decisiones más personales que las familias pueden tomar.
Para muchos demócratas, la idea de Trump como candidato de la estabilidad es exasperante. Se preguntan cómo pueden los votantes compaginar eso con el historial de sus cuatro años en la presidencia y, especialmente, con el evento del ataque al Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de 2021.
Pero los votantes indecisos —el tipo que determina quién gana elecciones reñidas— tienden a ser personas que prestan muy poca atención a las noticias. Por eso son votantes indecisos; la mayor parte de ellos no tiene fuertes convicciones partidistas ni ideologías consistentes, y no están especialmente interesados en la política. Son votantes con poca información, en la jerga de las campañas políticas.
En medio del clamor del entorno mediático moderno, muchos acontecimientos (incluso titulares que podrían parecer indelebles para quienes siguen los acontecimientos actuales) simplemente pasan por alto para una gran parte de la población. El paso del tiempo embota aún más los recuerdos de quién hizo qué y a quién. Ésa es una de las razones por las que la reputación de la mayoría de los presidentes mejora después de dejar el cargo.
En lugar de eventos públicos, lo que muchos votantes recuerdan es cómo cambiaron sus propias vidas durante un mandato presidencial. Y en el caso de Trump, sus cuatro años en el cargo (al menos hasta que llegó la pandemia de COVID-19) coincidieron con un período de aumento de los ingresos reales para la mayoría de las familias. Para muchos votantes, ese recuerdo de prosperidad económica ha ayudado a fomentar una imagen de la era de Trump como una época más estable que el tormentoso presente.
Pero en temas como el aborto, los votantes también ven a los republicanos como extremistas.
La elección de este año podría depender de cuál de esas imágenes resulte más poderosa para el pequeño grupo de votantes con poca información que probablemente determinarán el resultado.