¿Qué es el gobierno permanente? Lo defino como los empleados de gobierno que resisten cambios y logran obstaculizar que las cosas ocurran. Una partida de vagos incompetentes, ¿y por qué no?, también corruptos, que se sienten protegidos porque los gobernantes no tienen los pantalones de poner la casa en orden, en favor del pueblo, porque les cuesta votos. ¿O usted cree que la corrupción se limita a los líderes políticos electos y sus achichincles?
Obviamente la inmensa mayoría de los empleados públicos son personas responsables, trabajadoras y que cumplen su función, a pesar de las condiciones de trabajo a los que son expuestos. Pero, de cerca de 100,000 empleados públicos, ¿cuántos se necesitan para obstaculizar y hacer la vida de cuadritos a la ciudadanía? No se necesitan grandes cantidades de servidores públicos para detener el progreso o que echemos adelante. Con unos cuantos en posiciones claves es suficiente.
No ha existido en mi vida una renovación de licencia de conducir en la que no me hagan virar para mi casa o para otra oficina de gobierno sin lograr la renovación porque “le falta esto y lo otro”. Sí, ha habido ocasiones donde ha sido responsabilidad mía, pero ni siquiera ha sido la mayoría. La memorable fue una ocasión en que me hicieron virar dos veces. En la segunda le digo a la empleada “por favor, escríbeme en este papel qué es todo lo que me hace falta” y me puso dos o tres cosas. Cuando regreso una semana más tarde, ¡adivinen!... el empleado: “señor, le falta este otro documento”. Le saqué el papel de su compañera y le dije que eso fue lo que fulana me escribió “en su puño y letra” que me faltaba. El joven se llevó la hoja, cruzó una puerta y regresó a los dos o tres minutos, no me dirigió la palabra, culminó el proceso y me entregó la licencia. Si podía dármela con lo que había llevado, ¿por qué rayos iba a hacerme ir de nuevo para que volviera otro día?
Me contaba el exgobernador Alejandro García Padilla que bajo su administración se eliminó, en contra de la entonces directora del Registro Demográfico, la obligación de tener que entregar un certificado de nacimiento a la hora de renovar la licencia de conducir. El razonamiento lógico era que una vez usted sacó su licencia por primera vez ya demostró que había nacido entregando su certificado de nacimiento. Si ya el DTOP lo tiene en sus archivos, ¿para qué demostrarle cada vez que va a renovar que usted nació? ¿Dónde y cuándo, si ya esa prueba la tienen en sus récords? La oposición era porque la exigencia de ese documento en la renovación le dejaba dinero al Registro. ¿Y usted ciudadano? ¡Que se jo…! ¡Métase la mano en el bolsillo y pierda más tiempo, sométase a la burocracia!
Eventualmente, García Padilla, tras culminar su gobernación, fue a renovar su licencia. Le solicitaron el certificado de nacimiento y él dijo que ya no era necesario porque bajo su gobernación se había eliminado ese requerimiento. Tamaña sorpresa se llevó cuando le dijeron que para su “desgracia” lo habían vuelto a requerir. Esto explica bien lo que es el gobierno permanente: no importa los gobernadores ni los partidos pasajeros, son los empleados en distintos niveles, principalmente en puestos de supervisión, de mediana o alta jerarquía, de confianza o carrera, los que hacen que las cosas no pasen, o como en este caso, obligar dar dos pasos atrás cuando se dio uno al frente.
Si algo se ha trastocado en Puerto Rico es el sistema de permisos para negocios. Pueden reformar en cada gobierno los procesos de obtener permisos, cambiar nombre de ARPE a OGPE, ponerlo en una agencia sombrilla, sacarla, decir que los permisos tienen que darlos en 48 horas, en 5 minutos, ¡lo que sea! y el gobierno permanente hará lo que le de la gana.
Aquí a ningún gobierno le ha dado con entrar a ver por qué luego de todas las reformas, cambios de leyes y demás, el problema persiste. Bueno, el gobierno sabe por qué es, porque ese gobierno permanente se come y destruye las células del progreso, es un cáncer y el gobierno no quiere darle quimioterapia, ¡punto! No se atreven a tocarlos pensando en elecciones. Empleados ineptos que obstaculizan deben ir ¡pa’ fuera!, sin miedo.
Aquí la legislatura hace las leyes, pasa el tiempo y a los autores de estas les importa tres… si las están siguiendo y ejecutando. Pasan años, los medios destacan que la legislación es letra muerta porque se la pasaron por… y entonces se les ocurre legislar para que se cumpla con lo que no cumplió. ¡Qué generales! Así seguimos el círculo vicioso y nadie le mete mano al verdadero problema.
Narraba en Jugando Pelota Dura una comerciante de Viejo San Juan que cuando ella fue a gestionar los permisos de su negocio, nada se movía. Ante la ineptitud gubernamental decidió contratar un gestor. ¡Bingo! Con el gestor se movió todo y obtuvo los permisos. Luego se enteró que el gestor era el que cubría algunas necesidades personales del empleado que se le sentaba encima a su permiso. ¡Al presidente de la Cámara, Rafael “Tatito” Hernández llegaron a pedirle dinero (un empleado público supervisor) por no obstaculizar un permiso que gestionaba antes de entrar a la política!
Ahí tenemos, en mi opinión, el ejemplo de cómo el gobierno permanente, el intocable gobierno permanente, es parte medular en la gestión de que la isla no progrese. No hay Pedro Pierluisi, Jenniffer González, Jesús Manuel Ortiz, Juan Zaragoza, Juan Dalmau o Javier Jiménez que cambie esto si no le meten caña al cáncer del gobierno permanente.
Todo lo que escuche de ellos, de que “vamos a acelerar el proceso de permisos con leyes” es “frosty”. Es la misma promesa de 20 años que ha logrado casi nada. La fiebre no está en la sábana, está en el gobierno permanente.